sábado, agosto 29, 2009

La marcha que viene

El próximo 27 de septiembre se llevará a cabo la Marcha Atea 2009. El año pasado se realizó la Marcha mundial por el orgullo ateo (aquí las impresiones de TORK, El Bizcocho de Montecristo).

Este año sí pienso asistir. ¿Por qué? En principio por dos razones: 1. Porque las personas con las que convivo diariamente (entre ellos mis familiares) suelen dar por sentado que todos somos católicos. 2. El ateísmo es visto con muchos prejuicios.

Participar en esta marcha puede servir para mostrarles lo erróneo de la primera suposición, y también para explicarles las razones por las que no creo en dioses, demonios, almas inmortales, etc.

El sitio de la marcha es el siguiente: Marcha Atea 2009. Por una sociedad laica y sin discriminación.

El comité organizador explica:

La iniciativa es el resultado del interés de promover el laicismo, la no discriminación y la libertad de no creer. La marcha se realizará simultáneamente en la ciudad de México y Guadalajara.

La presente es una formal invitación para todos a participar en la Marcha Atea 2009, que se realizará el próximo domingo 27 de septiembre. Los integrantes del comité organizador somos un grupo de individuos que nos manifestamos como no creyentes en ninguna clase de dios, entidad sobrenatural u otra realidad al considerar dichos elementos incompatibles con la realidad existente que nos rodea, además de innecesarios para el ejercicio diario de nuestras vidas.

Nuestra ausencia de creencias no es obstáculo para ser miembros productivos de nuestra sociedad. Sostenemos que la decisión de vivir una vida fundamentada en la razón, el humanismo y el conocimiento ajeno a subjetivismos y actos de fe es una decisión completamente ética y que nos hace proclives a un desarrollo personal pensado, meditado y consciente.

Los no creyentes en general tenemos ideas y posturas muy discrepantes, incluso sobre el mismo ateísmo. Pero todos hemos sido testigos del fanatismo de distintos individuos y grupos religiosos y de la facilidad con la que nos señalan y pretenden erigirse como moralmente superiores a nosotros.

Es importante aclarar que los librepensadores, agnósticos y ateos en general no menospreciamos a los creyentes, ni tenemos la idea de que somos mejores. Pero al mismo tiempo sostenemos que no tenemos por qué temer el reconocer públicamente que no creemos en los dioses.

Las razones para organizarnos y convocar a un acto de esta naturaleza podemos sintetizarlas en las siguientes:

1) Hacer público que los ateos estamos presentes, somos muchos y somos miembros productivos de la sociedad. Rechazamos abiertamente los estereotipos con los que hemos sido etiquetados, como "los ateos no tienen moral porque no creen en dios", o que "solo se dedican a querer convertir gente y a ser intolerantes con las religiones", así como muchos otros.

2) Manifestar que las instituciones religiosas y los grupos de ultraderecha emplean su poder político y económico para influir en esferas de la vida ajenas a su campo de acción, lo cual es violatorio del Estado laico, garantizado en nuestra Constitución y en muchas legislaciones alrededor del mundo.

El mensaje que queremos difundir con esta marcha es que el ateísmo es una forma de vida tan válida, moral y legítima como la de cualquier creencia, por lo que las personas no deben temer el asumirse como ateos ni pueden aceptar las imposiciones religiosas de otros.

miércoles, agosto 19, 2009

Ovnis: filias y fobias


Un fenómeno cultural

Supe del libro leyendo la columna de Johanan Díaz Vargas en El Gráfico de El Universal. Posteriormente leí los comentarios de Gabriel Benítez en Capitán Quasar. Me refiero al libro OVNIS. Historia y pasiones de los avistamientos en México (Grijalbo) de la periodista Laura Castellanos.

Castellanos estudió periodismo en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Mujeres, indígenas y guerrilla son los temas en los que se ha especializado. Es autora de Corte de caja, entrevista con el Subcomandante Marcos (2008) y México Armado, 1943-1981 (2007).

Ella afirma que algunas personas le decían que no publicara un libro sobre ovnis o que si lo publicaba, usara un seudónimo. ¿Las razones? Le argumentaban que corría el riesgo de quemarse, ya que el tema no es visto como algo digno de investigarse seriamente. Estos comentarios le convencieron de publicar su investigación, ya que Castellanos gusta de los temas transgresores y políticamente incorrectos.

Lo primero que llamó mi atención fue que se trata de un libro escrito por una periodista que, al parecer, era completamente ajena al mundo de los ovnis. "¿Cómo será percibido el tema desde fuera?", me preguntaba.

Pero ¿cómo se interesó Laura Castellanos en los platívolos? La revista Gatopardo le encargó un artículo acerca de Jaime Maussán. Yo había leído el artículo pero no me había percatado de que se trataba de la misma autora.

El artículo de Gatopardo es interesante, pues da voz a varios críticos de Maussán, como Mario Méndez Acosta, la doctora Julieta Fierro y el capitán Alejandro Franz. Eso sí, considero que un espíritu un poco más crítico hubiera estado mejor (aunque tal vez siento eso por estar acostumbrado a artículos como los de Luis Ruiz Noguez, Óscar García o Héctor Escobar).

Castellanos se dio cuenta de las pasiones que desata el tema, por ello es que quiso ahondar en éste. De hecho, en la contraportada se lee: “Las páginas de esta singular crónica removerán recuerdos, provocarán reflexiones y desatarán filias y fobias, pero no dejarán indiferente al lector que se atreva a ser abducido por ellas.”

La autora asegura que socialmente es mal visto que alguien afirme que cree en los ovnis, si alguien lo hace se le tacha de inmediato de tonto. No comparto esa opinión. Al parecer el porcentaje de creyentes ha aumentado de los años setenta a la fecha. Más bien el escepticismo es mal visto. A los escépticos se les tacha de tener poca imaginación, de ser cuadrados y cerrados.


“Se trata de una obra bastante breve”, pensé cuando al fin tuve el libro en mis manos. “Bueno, ya veremos la calidad del contenido.”

Me interesé en leerlo porque la autora no pretendía demostrar que detrás de los ovnis hay extraterrestres, viajeros del futuro, habitantes de la Tierra hueca o seres de otras dimensiones; tampoco era su pretensión refutar las supuestas evidencias de los ufólogos. ¿Entonces? Laura Castellanos intenta hacer algo más interesante: presentar un panorama de lo que ha sido la ufología en México, es decir, no se ocupa tanto de los casos como de las personas involucradas en el tema: los ufólogos, los detractores y el público interesado. En el prefacio escribe:

“Vivimos entre los ovnis, creamos o no en ellos. Enciendo la tele, salgo a la calle, voy al cine, ahí están. No sé si existen fuera de la imaginación, pero no cabe duda de que la gente cree en ellos. Este libro busca retratar la historia de ese convencimiento en México, pues el mundo de los partidarios de los ovnis (que incluye a los que se oponen ferozmente) es enorme. Y no se trata sólo de los que ‘investigan’ el asunto, para nada. Se trata de un mundo de representaciones populares que ha invadido la vida cotidiana.”

Esas primeras palabras me parecieron excelentes. El fenómeno ovni, independientemente de la realidad de los ovnis, es ante todo un fenómeno cultural.

Entre los entrevistados por la autora están Pedro Ferriz, Jaime Maussán, Héctor Chavarría (quien se define como un escépticus agresivus), Carlos Guzmán Rojas, Enrique Kolbeck, Julieta Fierro, Ana Luisa Cid y los vigilantes Demetrio Feria y Arturo Robles Gil.

Y realmente se trata de una obra bastante breve, son poco más de cien páginas en las que se relata la historia del fenómeno ovni desde la década de los cincuenta hasta nuestros días.

Así, Laura Castellanos, gracias a su plática con Carlos Guzmán Rojas, narra parte de lo que fueron las primeras oleadas en nuestro país. Pedro Ferriz le habló de sus programas sobre ovnis: Los ovnis, objetos voladores no identificados, Más allá de la Tierra y Un mundo nos vigila. Héctor Chavarría le contó de las revistas de Editorial Posada: Duda y Contactos Extraterrestres. Con Maussán, los vigilantes, Enriqie Kolbeck, Alfonso Salazar y Ana Luisa Cid habló de algunos aspectos de lo que es el fenómeno ovni actualmente.

Ahora vayamos a lo bueno y lo malo de esta obra.

Lo malo: Es breve y poco concisa; de ahí que presente una visión bastante parcial. Por poco concisa me refiero a que menciona muchos casos (que, como ya expliqué, no los defiende ni los refuta), y apenas da unos cuantos datos sobre ellos. Tal vez hubiera sido mejor presentar pocos casos y dar muchos más datos a favor y en contra; igual y esa no era la idea del libro, pero se mencionan tantos casos (con tan pocos datos) que el lector no puede hacer un juicio acerca de éstos.

Un ejemplo de esto último: En el capítulo “Casos sonados” le dedica un apartado a los vigilantes. La autora entrevistó a Arturo Robles Gil, leemos lo siguiente:

“Me doy a la tarea de vivir brevemente la experiencia de ser vigía de las alturas. Acompaño a Arturo Robles Gil, que dejó la fotografía de arquitectura por la de platillos voladores, y contra quien circula una acusación de fraude fotográfico por parte de los adversarios de Maussán. Él lo niega.”

A continuación Castellanos continúa narrando su experiencia como vigilante. Quien no esté familiarizado con la ufología (como me consta que hay muchos lectores de esta obra) no tiene por qué saber cuál es esa acusación de fraude, Castellanos no lo explica. Pues no se trata sólo de “una acusación de los adversarios de Maussán”, el mismo titular de Los Falsos Misterios del Tercer Milenio lo dijo, lo reconoció: Robles Gil trucó fotografías con juguetes chinos y esas fotos se usaron para promover el Congreso Ovni de Acapulco en 1999. Actualmente Maussán acepta el material que sigue generando Robles Gil porque “todo el mundo merece una segunda oportunidad”. Sin embargo, los otros vigilantes consideran que los “humanoides voladores” de Robles Gil en realidad son globos.

Lo bueno: No es un libro crédulo. Da una visión general de lo que ha sido la ufología en México, escribe sobre quiénes se han dedicado a “investigar”, quiénes son algunos de los “detractores”, cuáles han sido los casos más sonados o de mayor impacto, cuáles han sido las principales revistas, etc. El lector –no familiarizado con el mundo de los ovnis- se da una idea de los principales acontecimientos actuales. Desde mi punto de vista se trata de una obra más para quienes sienten curiosidad pero que no están metidos en el tema.


De eso no quiero hablar

No quiero terminar sin mencionar los datos que más llamaron mi atención.

Maussán presentó como auténticas las imágenes de un chupacabras saltarín creado con un programa de animación por computadora; ha presentado como auténticas las imágenes del ovni de las Torres gemelas (¿qué tan dificil es hacer un video así?), mismas que son parte de un promocional del SCI-FI Channel. Y ¿qué puede decirse del platillo volador de las Lomas?

El capítulo Casos sonados es en parte el artículo que apareció en la revista Gatopardo. Aquí Castellanos presenta su entrevista a Maussán.

El apartado “Lo que quiso ser y no fue” comienza con estas palabras:

“Uno de los asuntos más espinosos del fenómeno ovni es que hay historias de imágenes manipuladas para ser presentadas como genuinas. En la ufología mexicana ha habido varios casos polémicos y algunos han sido enviados al buzón de Maussan. ‘Quisiera no hablar de eso’, dice y da por zanjado el tema.”

La autora menciona el caso de las Lomas y aclara que el ex vigilante Pedro Ramírez afirma que cuando el caso fue investigado se descubrió que era falso, pero que de cualquier forma Maussán lo presentó como auténtico.

Lo anterior ya lo he comentado, pero lo que me parece curioso es que Maussán se negara a hablar de este tema.

Más adelante, en el apartado "Los inexplicables", la autora escribe que después del caso de la Sedena, hay otros dos que Maussán considera “los más trascendentales en la historia de los ovnis en México.” Son el ovni de Azcapotzalco (14 de febrero de 2000) y el caso de Mauricio Ruiz. Castellanos menciona la polémica entre Maussán y Ana Luisa Cid. Sobre los análisis del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM, leemos lo siguiente:

“Maussan, por su lado, envió la evidencia al Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM, que tiene tecnología avanzada. Pagó 20 000 pesos por los estudios que encargó sin mencionar el contenido. Tampoco lo hizo a su nombre. Maussan considera que la UNAM no lo hubiera aceptado con su nombre. Dio a conocer los resultados en Tercer milenio. Presentó una entrevista con el doctor Miguel Ángel Canseco, encargado del análisis. No había daños mecánicos o físicos en la cinta, pero había encontrado secciones expuestas a un ‘campo magnético externo de acción muy rápida para que dañara solamente una sección de la cinta y no toda su extensión’. Dijo que encontró una magnitud del campo de entre 8 000 y 10 000 gauss, medida que no se halla en la naturaleza, sino en un ‘dispositivo específico’. No opinó sobre la veracidad de la imagen. En la página web de Ana Luisa Cid, (el ingeniero Humberto) Villafuerte afirmó que los dominios de una cinta se pueden afectar con un imán potente. Maussan replica que, si se hubiera magnetizado la cinta a propósito, se habría afectado totalmente. Considera que las partes dañadas tienen registrado el artefacto volador. No es un fraude, asegura.”

Bueno, si 5 estrellas es la más alta calificación, a "Ovnis. Historia y pasiones de los avistamientos en México" yo le pongo 3 ½.

Nota: Le agradezco a mi hermana Lorena que me regalara el libro de Laura Castellanos :-)

jueves, agosto 13, 2009

ROBOTS

Me encanta escuchar a Mario Méndez Acosta, lo hago desde el excelente programa de radio de divulgación científica Muy interesante, mismo que conducía con Mauricio-José Schwarz (quien le ha dado continuidad a ese proyecto con El rincón prohibido) y Mónica Lavín.

Méndez Acosta actualmente participa en tres programas de radio: Buenos días (que encabeza Héctor Martínez Serrano, en este programa también participa Tomás Mojarro “el valedor”), Biblioteca pública (que se transmite los domingos a las doce del día por Radio Red y en el que también intervienen Verónica Medina y Sergio Beriloz) y Los contertulios (que se transmite los miércoles a las 20:30 horas por Radio Educación, en éste, además de Méndez Acosta, colaboran Willy de Winter y Víctor Quiroga, modera Jaime Vázquez).

El día de ayer, los contertulios platicaron sobre robots.

Willy de Winter habló del concepto de inteligencia y de máquinas pensantes; Willy es ajedrecista y por ello es que no podía dejar de mencionar el enfrentamiento entre Gari Kaspárov y Deep Blue. La utilidad de los robots en la cirugía también fue mencionada por el conductor.

De la leyenda del golem habló Víctor Quiroga. Expresó también que convivimos diariamente con robots como lavadoras o cajeros automáticos.

Jaime Vázquez comparó a Pinocho y a Astroboy, ambos con sentimientos similares a los humanos. Entonces Mario Méndez recordó a Andrew, el robot de El hombre bicentenario de Isaac Asimov, quien deseaba ser reconocido como humano.

Méndez Acosta habló del origen de la palabra robot, de las obras de Asimov, de las leyes de la robótica. Entre los robots de la ciencia ficción, recordó al de Metrópolis (mismo con el que es suplantada María). Un tema bastante interesante que explicó fue el de la vida artificial. ¿En el futuro dominarán los robots? Se preguntó Méndez Acosta y comentó que los robots no son tan frágiles como nosotros.

El programa estuvo muy bueno.

En esta entrada quiero comparar la forma de pensar de dos robots imaginados por Asimov: Cutie y Andrew, y que se refiere a la frase (que resalté en negritas) de Mario Méndez.


Los robots de Asimov

Asimov no dejaba de notar que fue el año de su nacimiento (1920) cuando se empleó por vez primera la palabra robot. Ese año el escritor Karel Capeck usó la palabra en su obra R.U.R o Robots Universales de Rossum. Precisamente el señor Rossum construía robots, palabra checa para “esclavos”.

Esta obra presentaba lo que Asimov llamaba “el complejo industrial Frankenstein”, es decir, la idea de que los robots podrían llegar a rebelarse contra la humanidad. Este “complejo” le desagradaba a Asimov, por ello es que pensó en combatirlo en sus historias.

En 1939 Asimov escribió su primer cuento de robots: Robbie; Asimov tenía 19 años.

El escritor de ciencia ficción no deseaba usar sus robots como símbolos de grupos minoritarios, tampoco quería que en sus historias apareciera la idea de que al construir robots los seres humanos deseábamos competir con Dios, de igual forma (como explicaba arriba), se oponía a la idea de que en algún momento los robots pudieran rebelarse contra sus creadores, idea común en la ciencia ficción, por ello creó las Leyes de la robótica. Para Asimov una máquina bien diseñada no puede volverse contra quien la ha creado.

Sobre sus robots, Asimov escribió:

No deseaba hacer de ellos criaturas patéticas, víctimas de la injusticia y las persecuciones, de manera que pudiera hacer declaraciones épicas acerca de los judíos, los negros y otras menospreciadas minorías. Por supuesto que estaba frontalmente opuesto a tales tipos de discriminaciones, y lo dejé bien claro en numerosas novelas y ensayos, pero en ningún momento en mis relatos de robots.

Entonces, ¿en qué consistían mis robots? Los creé con la idea de que fueran herramientas, perfeccionados equipos de ingeniería avanzada, máquinas al servicio del hombre. Los doté de mecanismos propios de seguridad. En otras palabras, los construí de manera tal que no pudieran atentar contra su creador, y habiéndolos despojado desde sus inicios de toda posibilidad de causar daño, me encontré libre de otorgarles aptitudes más racionales.

Precisamente Robbie era un robot encargado de cuidar a una niña. La madre de la niña desconfía del robot, sin embargo, su marido le argumenta que “Él simplemente, no puede evitar ser fiel, afectuoso y amable; es una máquina construida con esas características.”

Robbie apareció por vez primera (después de haber sido rechazada tanto por Astouding Science Fiction como por Amazing Stories) en 1940 en Super Science Stories, el editor Fred Phol le cambió el título por Strange Playfellow, pero posteriormente Asimov le puso el título original.

Las tres leyes de la robótica aparecieron de forma explícita hasta 1942 en el relato El círculo vicioso, sobre éstas expresó en 1957:

He conseguido convencerme a mí mismo de que las Tres Leyes son tanto necesarias como suficientes para la seguridad humana en lo que se refiere a robots. Constituye mi sincera creencia el que, algún día, cuando en efecto se construyan unos robots avanzados y parecidos al hombre, se incluirá en ellos algo muy parecido a las Tres Leyes. Me gustaría mucho ser un profeta a este respecto. Y sólo lamento el hecho de que este asunto, probablemente, no quede zanjado durante mi existencia en este mundo.

Muchas de las historias de robots escritas por Asimov giran en torno a las consecuencias de las tres leyes.

Tanto Robbie como Círculo vicioso se publicaron en 1950 en una antología junto con otros siete relatos de robots: Yo, Robot.


De las actitudes de los robots hacia sus creadores

La vida humana es muy frágil. Lo sabemos y no podemos dejar de sentir temor al respecto. Un accidente puede cambiar dramáticamente nuestra vida o incluso terminar con ella. Mario Méndez aseguró (en el programa de radio ya comentado) que los robots no son tan frágiles como nosotros, entonces ¿hay algo que pudieran envidiarnos?


1. Razón

Veamos la respuesta de Cutie, el robot de Razón, la segunda historia de robots escrita por Asimov. Ésta apareció originalmente en Astouding Science Fiction en abril de 1941. Esta historia fue incluida en Yo, robot.

“Donovan y yo te montamos con las piezas que nos mandaron.”, le explicó Gregory Powell al robot que se encontraba sentado frente a él.

“Tengo la impresión de que todo esto podría explicarse de una manera más satisfactoria. Porque, que me haya hecho a , me parece improbable.”, replicó el robot.

Y es que Cutie había comenzado a preguntarse sobre su propia existencia. Resultaron en vano los esfuerzos de Gregory Powell y Michael Donovan por explicarle a Cutie sobre la Tierra, las estaciones y la existencia de los robots. Al robot aquellas palabras le resultaban absurdas.

Cutie decide no escuchar más a aquellos sujetos, y se retira a meditar sobre su existencia y la existencia de todo lo que le rodea. Después de dos días de reflexión, se presenta con sus conclusiones ante Powell y Donovan: “Yo, por mi parte existo, porque pienso...”, comienza el robot.

Todas sus explicaciones resultan ridículas para Powell y Donovan.

“Es contrario a los dictados de la lógica suponer que vosotros me habéis hecho.”, continuó Cutie. Y ante el “¿por qué?” de aquellos hombres “Cutie se echó a reír. Era una risa inhumana, la risa más mecanizada que había surgido jamás. Era aguda y explosiva, regular como un metrónomo y sin matiz alguno.”

Después de la risa vino la explicación:

“Fíjate en ti. No lo digo con espíritu de desprecio, pero fíjate bien. Estás hecho de un material blando y flojo, sin resistencia, dependiendo para la energía de la oxidación insuficiente del material orgánico... como eso –añadió señalando con un gesto de reprobación los restos del bocadillo de Donovan-. Pasáis periódicamente a un estado de coma, y la menor variación de temperatura, presión atmosférica, la humedad o la intensidad de la radiación afecta vuestra eficiencia. Sois alterables.

“Yo, por el contrario, soy un producto acabado. Absorbo energía eléctrica directamente y la utilizó con casi un ciento por ciento de eficiencia. Estoy compuesto de fuerte metal, estoy consciente constantemente y puedo soportar fácilmente los más extremados cambios ambientales. Estos son hechos que, partiendo de la irrefutable proposición de que ningún ser puede crear un ser más perfecto que él, reduce vuestra tonta teoría a la nada.”

Cutie crea toda una teoría religiosa acerca de su existencia, su misión en ese lugar y la misión de Donovan y Powell.

Llega un momento en que Donovan y Powell argumentan en contra de esa teoría acudiendo a los datos obtenidos por los instrumentos de la estación (Cutie no acepta la existencia de la Tierra, por ejemplo), a esto responde:

“¿Crees que voy a perder el tiempo tratando de buscar interpretaciones físicas de todas las ilusiones ópticas de nuestros instrumentos? ¿Desde cuándo puede compararse la prueba ofrecida por nuestros sentidos con la clara luz de la inflexible razón?”

Powell y Donovan llegan a la conclusión de que sólo podrán sacar a Cutie de su error construyendo un robot frente a él. Una vez que lo hacen y lo echan a andar, le preguntan a Cutie si al fin se ha convencido de que ellos lo construyeron. La respuesta es: “¡No! No habéis hecho más que juntar piezas ya creadas. Lo habéis hecho extraordinariamente bien, por instinto supongo, pero en realidad no habéis creado el robot. Las piezas habían sido creadas por el Señor.”

Cutie es un robot exclusivamente racionalista, por ello es que no podrán mostrar evidencia empírica para demostrar que se equivoca. Eso lo entiende Powell y lo explica a su compañero: “Por la fría razón y la lógica puedes probar cualquier cosa... si encuentras el postulado apropiado. Nosotros tenemos los nuestros y Cutie tiene los suyos.”

Al final deciden ya no discutir con el robot, después de todo puede llevar a cabo sus tareas a pesar de sus creencias.


2. El hombre bicentenario

Andrew Martin es el robot protagonista de El hombre bicentenario. Al igual que Cutie se trata de un robot peculiar. Este robot un día descubre su creatividad, su capacidad de gozar y sentir cariño. Por su parte, el señor Gerald Martin, dueño de Andrew, afirma que su robot es capaz de hacer arte, no sólo talla figuras en madera: hace arte.

Más adelante Andrew tiene una idea: desea comprar su libertad. Le argumentan que sólo un ser humano puede ser libre, a esto responde: “En mi opinión sólo alguien que desea la libertad puede ser libre. Y yo deseo la libertad.” Andrew es un robot con una mente lo suficientemente avanzada como para asimilar el concepto de libertad, y desear ese estado.

Andrew comienza a hacer algo que a los otros robots ni siquiera se les pasa por la cabeza: usar ropa. Y es que se siente desnudo.

Este robot manifiesta que desea ser reconocido como un ser humano, por ello es que toma la decisión de recurrir a la protesología (a la que él mismo se dedica y a la que hace grandes aportaciones), es decir, decide ir sustituyendo partes de su cuerpo metálico por partes orgánicas.

Así, diseña un sistema para que los androides puedan obtener energía de la combustión de hidrocarburos, en lugar de hacerlo de las células atómicas, de tal forma que puedan respirar y comer.

Posteriormente diseña un mecanismo para alimentos sólidos que puedan contener pequeñas porciones incombustibles, “por decirlo de alguna manera, materia imposible de digerir que deba ser desechada.”

Finalmente logra su objetivo: tener un cuerpo humanoide orgánico.

A pesar de su aspecto, de que los robots le obedecen como si fuera humano, y a pesar de sus contribuciones artísticas, científicas y literarias, Andrew no es reconocido como un ser humano. ¿Por qué? ¿Se trata de un asunto de neuronas contra positrónes? ¿Acaso no es un cerebro cualquier cosa –independientemente de la materia que lo conforma- capaz de cierto razonamiento?

Andrew es un ser humano, no un robot, está convencido de ello y aspira a que sus congéneres así lo reconozcan también. Para Cutie todo esto resultaría absurdo, ¿por qué un robot querría aspirar a convertirse en un ser humano? “Son tan blandos, tan frágiles... Son inferiores.”, podría haberle argumentado a Andrew.

Andrew comprendió que no se trataba del material del que estaba hecho su cerebro. Y cuando entendió la razón por la que no se le reconocía su humanidad, decidió actuar al respecto. Fue así que, sin dudarlo, recurrió a la más importante de las intervenciones quirúrgicas a las que se había sometido: su cerebro positrónico fue conectado a nervios orgánicos.

Andrew explica su decisión:

“¿A quién le importa realmente el aspecto de un cerebro, cómo está hecho o cómo se formó? Lo que importa es que las células del cerebro se mueren; tienen que morir. Incluso si se mantiene o reemplaza cualquier otro órgano del cuerpo, las células del cerebro, que no se pueden sustituir sin cambiar y por consiguiente destruir la personalidad, tienen finalmente que morir. Mis circuitos positrónicos han durado casi dos siglos sin un cambio perceptible y pueden durar algunos siglos más. ¿No es ésta la barrera fundamental? Los seres humanos pueden tolerar un robot inmortal, pues no importa lo que dure una máquina. No pueden tolerar un humano inmortal porque su propia mortalidad sólo es soportable en la medida en que es universal. Y por esta razón no quieren convertirme en un ser humano.”

Pero el asunto estaba resuelto gracias a esa última operación. Después de ésta Andrew viviría sólo un año más.

El robot del hombre bicentenario decidió hacerse frágil y vulnerable, más aún, decidió hacerse mortal para convertirse en un ser humano.

No hay duda, hay una gran distancia entre Cutie y Andrew. ¿Cuál de los dos robots estaba en lo correcto?


Referencias

Asimov Isaac, Visiones de robot, Plaza & Janés, España, 1995.

lunes, agosto 10, 2009

Grafitis en la ciudad de México

Las siguientes imágenes son de grafitis que se encuentran afuera de la estación Escuadrón 201 (línea 8, Garibaldi-Constitución de 1917). El primero que descubrí fue el de Mazinger Z, cada vez que pasaba por ahí (los domingos) pensaba que tenía que fotografiarlo, cuando al fin lo hice descubrí muchos otros en ese mismo lugar. Ya subí varios (Una tarde, Vocación equivocada, Consejera, Indagación), y en otras entradas subiré más.









sábado, agosto 01, 2009

Levítico 18:22
o
Marvin Harris y los estilos de vida

¿Qué dice la Biblia sobre la homosexualidad?, ¿cuál fue el pecado de Sodoma?, ¿cómo interpretar las palabras del Levítico?, ¿qué significa, en este libro, el término abominación? Pero sobre todo, si realmente el Antiguo Testamento condena los actos homosexuales ¿por qué lo hace? ¿Qué tenían en mente los hombres que escribieron aquello de “no te echarás con varón como con mujer: es abominación”?

Los trabajos del antropólogo Marvin Harris pueden ayudar a encontrar respuestas.

¿Tienen los estilos de vida una explicación racional? Sí para Marvin Harris.

Harris defendía que los estilos de vida son irracionales sólo en apariencia. Veamos un estilo de vida: los hindúes se niegan a comer carne de vaca aun cuando mueren de hambre. ¿Es esto racional?, ¿cómo explicar este comportamiento?

En Vacas, cerdos, guerras y brujas Harris examina estilos de vida que, como el ejemplo que mencioné, parecen enigmas insolubles.


En el prólogo explica que ciertos estudiosos de las ciencias sociales consideran que los estilos de vida no pueden ser explicados, esos expertos afirman que “sólo Dios sabe por qué los kwakiutl queman sus casas, por qué los hindúes se abstienen de comer carne de vaca, o los judíos y musulmanes aborrecen la carne de cerdo, o por qué algunas gentes creen en mesías mientras otras creen en brujas.” Pero no pueden encontrarse explicaciones cuando se considera que no hay respuestas satisfactorias a los enigmas.

Harris parte de un supuesto: “la vida humana no es simplemente azarosa o caprichosa.” Así, al investigar teniendo su supuesto en mente, encuentra la recompensa: la anhelada explicación: “Con los años he descubierto que los estilos de vida que otros consideraban como totalmente inescrutables tenían en realidad causas definidas y fácilmente inteligibles.”

Harris era un antropólogo materialista. Afirmaba que los fenómenos culturales pueden explicarse estudiando las circunstancias prácticas. Para este autor, los estilos de vida parecen misteriosos porque se valoran las explicaciones espiritualizadas; en cambio, Harris decía que lo que se debe hacer es buscar las actividades ordinarias (triviales o vulgares) en que se fundan: “Entiendo por explicación trivial o vulgar la que se apoya en la tierra y está integrada por tripas, sexo, energía, viento, lluvia y otros fenómenos palpables y ordinarios.” Así, la razón por la que los judíos no comen carne de cerdo no estaría en los cielos, sino en la tierra. Entonces, siguiendo los argumentos de Harris, la explicación al Levítico 18:22 también estaría fundamentada en cuestiones terrenales.

Pero Harris también explicaba que buscar razones materiales no es fácil, ya que puede ser complicado encontrar los factores materiales que están involucrados en el estilo de vida que se busca comprender: “Cada estilo de vida se halla arropado en mitos y leyendas que prestan atención a condiciones sobrenaturales o poco prácticas.”

Otra dificultad que se presenta es que los que participan en un cierto estilo de vida son incapaces de explicarlo (la conciencia cotidiana no puede explicarse a sí misma), Harris consideraba que nuestro estado mental ordinario es ya una conciencia profundamente mistificada.

Al final del prólogo escribió sobre un tema polémico dentro de las ciencias sociales y la filosofía: ¿pueden estudiarse los fenómenos sociales de la misma manera como se estudian los fenómenos naturales?, ¿puede tratarse la conciencia humana como un objeto? Harris estaba convencido de que es posible dar una respuesta científica a fenómenos sociales como los estilos de vida. Y en su libro hay algunas respuestas, mismas que no consideraba certeras, sino sólo probables y razonables. Y es mejor –argumentaba- una respuesta probable a la falta de respuesta. ¿Pueden existir otras explicaciones alternativas? Claro, y Harris se mostraba dispuesto a preferirlas siempre y cuando “cumplan mejor los requisitos de demostración científica y en la medida que expliquen tanto.” Dos de los estilos de vida que analizó son el amor hindú a las vacas y la razón por la que los judíos no comen carne de cerdo.

Vamos a su obra. No comentaré detalladamente las ideas que desarrolla al respecto, sólo mencionaré que se trata –como ya lo decía el autor en el prólogo- de cuestiones prácticas.

Los hindúes, al no comer carne de vaca, obtienen más beneficios energéticos (la India, afirma Harris, utiliza su ganado vacuno con mayor eficiencia que Estados Unidos). El pueblo elegido, de no haber existido la prohibición de comer carne de cerdo, hubiera afectado dramáticamente el ecosistema.

Sobre este último punto escribe Harris. “Creo que la Biblia y el Corán condenaron al cerdo porque la cría de cerdos constituía una amenaza a la integridad de los ecosistemas naturales y culturales de Oriente Medio (...) los cerdos constituían más una amenaza que una ventaja para las poblaciones agrícolas aldeanas y semisedentarias.” Harris analiza las condiciones existentes en la región y algunos aspectos fisiológicos de los cerdos.

Llegamos a un punto importante: la forma en la que el cerdo se convirtió en un tabú religioso. Harris escribe: “Como sucede con el tabú que prohíbe comer carne de vaca, cuanto mayor es la tentación, mayor es la necesidad de una prohibición divina. Generalmente se acepta esta relación como adecuada para explicar por qué los dioses están siempre tan interesados en combatir tentaciones sexuales tales como el incesto y el adulterio. Aquí lo aplico simplemente a un artículo alimenticio tentador. El Oriente Medio es un lugar inadecuado para criar cerdos, pero su carne constituye un placer suculento. La gente siempre encuentra difícil resistir por sí sola estas tentaciones. Por eso se oyó decir a Yavhé que tanto comer el cerdo como tocarlo era fuente de impureza. Se oyó repetir a Alá el mismo mensaje y por la misma razón: tratar de criar cerdos en cantidades importantes era una mala adaptación ecológica. Una producción a escala pequeña sólo aumentaría la tentación. Por consiguiente, era mejor prohibir totalmente el consumo de carne de cerdo, y centrarse en la cría de cabras, ovejas y ganado vacuno. Los cerdos eran sabrosos, pero resultaba demasiado costoso alimentarlos y refrigerarlos.”

Pero hay también otros alimentos que se prohíben en la Biblia, ¿cuál es la explicación en cada caso? Harris esboza la respuesta, y a continuación anota lo que puede llevarnos a responder las preguntas planteadas al inicio de esta entrada: “Ahora es el momento adecuado para rechazar la afirmación que sostiene que todas las prácticas alimenticias sancionadas por la religión tienen explicaciones ecológicas. Los tabúes cumplen también funciones sociales, como ayudar a la gente a considerarse una comunidad distintiva. La actual observancia de reglas dietéticas entre los musulmanes y judíos que viven fuera de sus tierras de origen del Oriente Medio cumple perfectamente esta función.”

Ahora pregunto ¿cómo explicar la orden “no te echarás con varón como con mujer: es abominación”? ¿Se ocupó Harris de este asunto? Si lo hizo, agradeceré que el lector me lo haga saber. Nuevamente transcribo una frase del anterior párrafo: “Los tabúes cumplen también funciones sociales, como ayudar a la gente a considerarse una comunidad distintiva.”

De hecho, Daniel Helminiak, en su texto Lo que la Biblia realmente dice sobre la homosexualidad, es lo que propone.


Helminiak afirma: “De acuerdo con la creencia judía, Israel era el ‘pueblo elegido de Dios’ y estaba unido a Dios por medio de un convenio, un pacto. Ese convenio requería que los israelitas no tomaran parte en las prácticas religiosas de los cananitas, el pueblo que los israelitas habían conquistado ‘con la ayuda de Dios’ y cuyo territorio habían tomado como su ‘tierra prometida’. Para permanecer separados de los gentiles, para ser como Dios el Señor y no como otra gente, era para ser ‘santos’, apartados, ser diferentes, escogidos, parecidos a Dios, bendecidos. Entonces, el cometido principal del código de santidad era mantener a Israel diferente de los gentiles (...) La homogenitalidad hacía que un hombre fuera como un Cananita.Y para los israelitas, el pueblo elegido de Dios, esto era inaceptable.”

¿Será esa la razón de ser de la orden que aparece en el Levítico?