lunes, julio 03, 2006

TERAPIA FILOSÓFICA
(Segunda y última parte)


De los peligros de no someterse a terapia

Podemos pasar a las dos primeras preguntas planteadas al inicio: ¿quiénes son los posibles pacientes?, ¿quiénes deben someterse a esa terapia? Kenny escribe: “el paciente para análisis en filosofía es la persona que sufre un error filosófico”. ¿Y quiénes sufren de errores filosóficos?

En realidad todos somos candidatos a someternos a la terapia filosófica, ¿por qué? Porque nuestro lenguaje nos permite violar la lógica, pensar absurdos o sinsentidos.

Ahora nos preguntamos: ¿y si no nos sometemos a terapia? Tratemos de encontrar una respuesta. Kenny escribe: “...la respuesta a la pregunta ‘¿Para qué entrar en la filosofía?’ es que todos somos filósofos, buenos o malos, lo queramos o no; nuestro lenguaje nos hace filósofos” En otra parte de su escrito abunda: “cada uno de nosotros, cada ser humano, está atrapado en errores filosóficos”. Sobre esto Wittgenstein anotó: “La filosofía es una herramienta útil en contra de los filósofos y en contra del filósofo dentro de nosotros”.

Sin embargo la confusión filosófica –afirma el mismo Kenny- no hace ningún daño práctico, citamos nuevamente a Wittgenstein: “No es en la vida práctica donde encontramos problemas filosóficos (como encontramos problemas científicos) –es cuando comenzamos a construir oraciones, no para la vida práctica, sino bajo la influencia de ciertas analogías del lenguaje”.

Si no es peligrosa la confusión filosófica que nos provoca el lenguaje, ¿es importante superarla? Kenny, basándose en su estudio de la obra del filósofo-místico, trata de exponer la respuesta que daría Wittgenstein: “Una persona ordinaria, un ser humano simple al que no le interesa la filosofía tiene, como usuario del lenguaje, una tentación hacia todo tipo de malentendidos filosóficos. Si tiene suerte éstos no le dañarán en manera alguna; ciertamente no lo dañarán cuando lleva a cabo su tarea cotidiana. Sin embargo está propenso a sufrir de dos maneras. Primeramente, el hombre común es vulnerable a las persuasiones de los malos filósofos y de los malos científicos (...) Sin la filosofía uno está indefenso ante ese tipo de persuasión seudocientífica. En segundo lugar, no sólo es vulnerable el hombre común de esa manera, sino que es débil de otra forma. No está calificado para hacer ninguna investigación científica, pues una vez que investigue algo científicamente, los errores filosóficos comenzarán a importar (...) además de ser vulnerable para el seudocientífico, el hombre común es vulnerable a la mala mitología”. Kenny pone como ejemplo de mala mitología a la doctrina del chivo expiatorio, señala también que las cosas pueden empeorar si, además, la mala mitología es transformada en teología, y posteriormente en “ciencia”. En resumen, para Kenny hay tres áreas de peligro para quienes no se someten a terapia filosófica: “el nivel mítico, el nivel hipermítico o teológico y el nivel científico”.

¿A qué se refiere cuando escribe sobre “ese tipo de persuasión seudocientífica”? Explica que un psicólogo, a partir de “mitos sobre el proceso mental”, podría construir una doctrina sobre la forma de educar a los niños. Son vulnerables a ese tipo de seudociencias las personas que no reciben terapia filosófica.

Esto me recuerda algo sucedido en México. Hagamos un paréntesis para comentarlo y que pueda verse claramente el peligro de dicha persuasión. Transcribo la nota tal y como apareció en el número cinco (segundo trimestre de 1996) de la revista Razonamientos.


Fracasa una estafa

Con uno de los lemas de L. Ronald Hubbard: “Salva un niño y salvarás la nación”, integrantes del Centro de Técnicas de Estudios que lleva el nombre del fundador de la iglesia de la Cienciología o Dianética (que ellos califican como “ciencia moderna de la salud mental”) lanzaron algo denominado como “Campaña Mexicana para Mejorar el Estudio”. Ello sucedió a finales de enero del año en curso. Para ello se realizó un festival en la Plaza Benito Juárez de la isla de Cozumel y estuvieron presentes Sofía Leticia Morales, representante del titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el senador Heberto Castillo, Miguel Ángel Islas Chio, presidente de la comisión de educación de la cámara de diputados y la propia presidenta del Centro de Técnica de Estudios L. Ronald Hubbard, entre otros. Esta última, Eugenia Garrido de Nieto, dijo que la campaña comprendía la intención de difundir a través de la SEP el libro Manual básico de estudio, de Hubbard, texto basado en las ideas seudocientíficas de ese gurú. La presencia de las autoridades mencionadas, así como el acercamiento que tuvieron los promotores de esta secta con directivos de gobiernos estatales como el del Estado de México y el secretario de Educación de Jalisco, Efraín González Luna, a quien el proyecto le pareció extraordinario, de la Universidad Iberoamericana y del Sindicato de Trabajadores de la Educación, hacía muy probable la consecución de tal objetivo. Tan probable era que incluso ya se habían capacitado a 1 200 maestros del Estado de México, teniendo previsto capacitar en dos años a los 850 000 del país.

La reacción de la sociedad civil, sin embargo, fue inmediata y apabullante. Se difundió en programas de radio y en periódicos, información sobre la peligrosidad de la Dianética como secta destructiva, lo erróneo de las ideas de Hubbard sobre el funcionamiento de la mente y por ende la inconveniencia de promover el manual de estudio mencionado. Algunos dianéticos llegaron a amenazar por supuesto. Entre los comunicólogos que participaron en esta denuncia, estuvieron: Humberto Musacchio, Alfredo Jalife, Julieta Paz Mojica, Raúl Macín, Juan A. Vizzuet y, por parte de la Asociación Mexicana Ética Racionalista (AMER), Mario Méndez Acosta. Asimismo, en la conferencia del mes de febrero organizada por la AMER en el Club de Periodistas, cuyo tema fue el fundamentalismo, el propio público propuso redactar una carta de protesta enviándola a las principales autoridades en materia de Educación y fue publicada en el periódico El Financiero.

La Secretaría de Educación Pública en un gesto de gran seriedad, que habla muy bien de su secretario Miguel Limón Rojas, emitió finalmente un dictamen que pone las cosas en su lugar, señala lo erróneo y falso de la premisa hubbardiana y desarticula el intento de los discípulos de Hubbard –discípulo a su vez del conocido satanista Aleister Crowley, y maestro nada menos que del multiasesino Charles Manson- de infiltrar las torvas ideas del sectario estadunidense en la mente de la juventud mexicana.


Progreso

En la parte final de su escrito Kenny reflexiona sobre el progreso en filosofía. ¿Por qué la filosofía no progresa en la misma forma en que lo hace la física? ¿Progresa la filosofía como lo hace la ciencia o el arte? ¿Qué diferencias y qué semejanzas hay en el progreso de estas disciplinas?

¿En qué se parece la filosofía a la ciencia y al arte? Kenny explica:

“La filosofía, por una parte, parece ser como una ciencia en tanto que uno está en búsqueda de la verdad; parece que hay verdades que se descubren en filosofía (...) uno tiene la emoción de pertenecer a un proceso en marcha, cooperativo, acumulativo, a la manera en que le pasa al científico y, por tanto, uno tiene la esperanza de poder aportar una mínima contribución propia para la construcción del gran edificio. Por otra parte, la filosofía parece tener el atractivo de las artes, de las disciplinas humanísticas, en tanto que las obras clásicas de la filosofía no envejecen. (...) Así, la filosofía parece atractiva en tanto que combina el ser una disciplina en busca de la verdad, en la que se descubren cosas como en una ciencia, con el ser una disciplina humanística en la que, como en la literatura, una gran obra no envejece.”

En tres entradas anteriores resumí “La estructura de las revoluciones científicas”. Thomas Kuhn analiza el término “progreso” en disciplinas como la filosofía y el arte. Entonces se pregunta ¿Por qué se considera que no progresa la filosofía? “...ello no se deberá a que las escuelas individuales no progresen. Más bien, debe ser porque hay siempre escuelas en competencia, cada una de las cuales pone constantemente en tela de juicio los fundamentos mismos de las otras.”

¿Y qué hay con respecto al progreso en la ciencia? Lo que Kuhn hace en su obra es proponer un modelo de progreso diferente al que normalmente se presenta: el de acumulación constante. Y este modelo equivocado tendría su origen en la forma en que se transmite el conocimiento científico a los estudiantes.

En las disciplinas artísticas los jóvenes tienen contacto con las obras de los artistas de cualquier época y los manuales son secundarios en su educación, en la filosofía pasa lo mismo: los estudiantes leen directamente la obra de los filósofos de épocas anteriores; en la ciencia los jóvenes aspirantes no tienen contacto con la obra de los antiguos científicos y los libros de texto son fundamentales para su educación. Escribe Kuhn: “Después de todo, ¿por qué debe el estudiante de física leer, por ejemplo, las obras de Newton, Faraday, Einstein o Schrödinger, cuando todo lo que necesita saber sobre esos trabajos se encuentra recapitulado en forma mucho más breve, más precisa y más sistemática en una serie de libros de texto que se encuentran al día?”

Sobre el concepto de progreso en filosofía, Wittgenstein escribió:

“Siempre se oye decir a la gente que la filosofía no progresa y que los mismos problemas filosóficos que ya preocupaban a los griegos aún nos preocupan hoy. Pero la gente que dice eso no entiende la razón por la que tiene que ser así. La razón es que nuestro lenguaje ha permanecido el mismo y siempre nos introduce a las mismas cuestiones. Mientras haya un verbo ‘ser’ que parece funcionar como ‘comer’ y ‘beber’; mientras haya adjetivos como ‘idéntico’, ‘verdadero’, ‘falso’, ‘posible’; mientras la gente hable del paso del tiempo, de la extensión del espacio y demás; mientras todo esto suceda, la gente siempre se topará con las mismas dificultades molestas y siempre fijará la mirada en algo que ninguna explicación parece ser capaz de eliminar”.

Kenny compara el progreso en la filosofía con el progreso en la expansión de pi: “los matemáticos han hecho grandes progresos desde los días de Pitágoras (...) Sin embargo, en otro sentido, no hay progreso, no están más cerca del fin de la expansión de pi de lo que lo estuvo Pitágoras...” Más adelante agrega que cada época tiene sus enfermedades filosóficas que enfrentar.

Wittgenstein consideraba que si una investigación científica se realizaba de forma correcta, entonces no tenía por qué repetirse; esto no pasa en filosofía. ¿Por qué?

Habría dos maneras de ver la investigación filosófica: la filosofía como actividad colectiva e histórica y la filosofía como algo personal, es decir, como algo que necesita hacer cada individuo.

Sobre la filosofía como algo que debe realizar cada individuo, Kenny escribe: “La filosofía es algo que cada uno debe hacer por sí mismo; una actividad que es, esencialmente, no tan sólo de manera accidental, un luchar en contra de las propias tentaciones intelectuales. Es claro que esto no puede ser algo que lo haya hecho, de una vez y para todas, la raza humana en el siglo XVII y luego no necesite volver a hacerse. (...) En el caso de curar una enfermedad individual o en el caso de una disciplina mental, no se puede decir que una vez que se ha hecho no necesita hacerse de nuevo. Debe hacerse para cada persona de nuevo; de esa manera, todo el mundo tiene que comenzar nuevamente y no hay progreso”.


Rompiendo los votos de silencio

Wittgenstein con su Tractatus ya había resuelto todos los problemas de la filosofía, nada más tenía que agregar, estaba curado; cuando termina la Primera Guerra Mundial, en lugar de regresar a la universidad, decide hacerse maestro de escuela elemental...

L. E. J. Brouwer viaja a Viena y da una conferencia titulada “Matemáticas, ciencia y lenguaje”. Después de la conferencia Wittgenstein, Friedrich Waismann y Herbert Feigl deciden tomar un café. Feigl comenta: “fue fascinante contemplar el cambio experimentado por Wittgenstein esa noche... esa velada marcó el retorno de Wittgenstein hacia el enorme interés que había sentido anteriormente por la actividad filosófica” Ray Monk escribe: “Puede que la conferencia de Brouwer no convenciera a Wittgenstein de que el Tractatus era un error, pero pudo haberle llevado a pensar que, después de todo, su libro no era la última palabra sobre el tema. De hecho, quizá había algo más que decir.” ¿Necesitaba Wittgenstein más terapia filosófica?, ¿a qué tipo de terapia recurriría?

En 1929, Wittgenstein rompe el silencio: regresa a Cambridge (había salido en 1913). Hubo algunos problemas. Jullian Bell (estudiante) escribió lo siguiente en la revista estudiantil The Venture:

Wittgenstein rompe sus reglas:

Pues él dice absurdos, numerosas afirmaciones hace
Siempre su voto de silencio rompe
De ética y estética habla noche y día,
Y de las cosas dice si son buenas o malas, erróneas o acertadas

Domina todas las conversaciones

...¿quién, en cualquier materia, ha visto alguna vez
a Ludwig abstenerse de dar cátedra?
En todas las reuniones nos calla a gritos.
Y detiene nuestra frase tartamudeando la suya;
discute sin cesar, áspero, airado y con voz sonora,
seguro de que tiene razón, y de su rectitud orgulloso,
tales defectos son comunes, compartidos por todos en parte,
pero Wittgenstein pontifica sobre el Arte.



Referencias

Kenny, Anthony. “El legado de Wittgenstein”. Siglo Veintiuno editores. México. 1990.
Monk, Ray. “Ludwig Wittgenstein. El deber de un genio”. Editorial Anagrama. Barcelona. 2002.
Kuhn Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica. México. 1975.

1 comentario:

Li Po dijo...

He disfrutado mucho de estos posts. Me fascina Wittgenstein! Autor de algunos de los más hermosos y productivos errores de la filosofía.
así que gracias!