jueves, abril 13, 2006

De los conocimientos que permitieron que Onésimo Dutalon llegara a la Luna
o
Newton, Descartes y el primer cuento mexicano de ciencia ficción
(Primera parte)


“Hice mis primeros estudios en mi patria, mas viendo que la filosofía de la escuela era inútil, y que no podía hacer docto chico ni grande, pasé a París, en donde me entregué, con aplicación infatigable, al estudio de la física experimental, que es la verdadera; y, con esta ocasión, después de una meditación pausada en las obras de aquel espíritu de primer orden del suelo británico, el incomparable Isaac Newton, me hice dueño de los más profundos arcanos de la geometría.”

Todo esto explicaba Onésimo Dutalon a los “anctítonas” o habitantes de la Luna, quienes estaban sorprendidos, “pues no hay memoria ni tradición de haber visto jamás en nuestro orbe hombre alguno en cuerpo y alma”. Dutalon también les comentó que al regresar a Francia (su patria) se hizo amigo del eclesiástico “llamado monsieur Desforges, hombre que sabe apreciar el mérito de los sabios sin respecto a facultades, autoridad ni poder. Como nuestra amistad se iba estrechando cada día, quise darle una prueba de confianza comunicándole el empeño en que estaba de fabricar una máquina volante, la cual es la que veis.”

La máquina era –en palabras de un anctítona- un carro o bajel volante, instruido de dos alas y un timón.

Los habitantes de la Luna escuchan de los experimentos que Dutalon pudo realizar gracias a su máquina:

Visitó los dos montes más altos de la Tierra: el de Tenerife, en una de las Canarias, y el de Pichincha, en el Perú. “En la cumbre de este último cerro tuve el gusto de experimentar que el agua regia o fuerte, libre de la gravitación y presión del aire, no disolvía el oro, poco ni mucho; como también, por esta misma causa, no tenían gusto alguno sensible a los cuerpos picantes, y mordaces, como la pimienta, la sal, el azíbar, etcétera. Sobre la elasticidad, o resorte del aire, también hice algunos experimentos, que ahora no importa referir”.

Una vez que se dirige a la Luna, reflexiona sobre la causa del frío en sitios elevadísimos sobre el nivel del mar. A continuación realiza un experimento –que veremos en otra entrada- para refutar una propuesta de René Descartes.

Se puede ver que el autor de esta historia, Fray Manuel Antonio de Rivas, era un admirador de la obra de Isaac Newton. No sólo porque su personaje estudia la física newtoniana sino porque además le hace burlarse de las propuestas que Newton rechazaba (algo que veremos detalladamente en una futura entrada).

Pero ¿quién era Manuel Antonio de Rivas? El escritor Miguel Ángel Fernández escribe: “Fray Manuel Antonio de Rivas, un franciscano de la provincia de Yucatán, representaba cabalmente el perfil de los tiempos: librepensador, racionalista, lector de libros de ciencia y literatura prohibidos, crítico de supersticiones, de procesiones religiosas y del culto a las imágenes, y con poco temor divino (...) Sin duda alguna, como lo revelan sus escritos, Fray Manuel Antonio de Rivas era una persona con una cultura humanística y científica sólida, quien se sentía como un forastero en tierra extraña entre un grupo de frailes cuya ‘ignorancia y estupidez’ era, según su testimonio, ‘profundísima’” En otra parte abunda: “...sus acusadores decían que gustaba de sentarse en misa con las piernas cruzadas y no le agradaba asistir al coro para alabar a Dios; criticaba por igual a quienes rendían culto a las imágenes de los santos y se burlaba de las peregrinaciones de los indios...”

Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, aunque se piensa que nació entre 1707 y 1716; también se desconoce el lugar en el que nació. Se sabe que llegó a la provincia de Yucatán en 1742, que anduvo de un convento a otro, y que tratando de ocupar el cargo de ministro provincial de su orden en Yucatán comenzó a denunciar –en palabras de Miguel Ángel Fernández- el grado de descomposición moral a que habían llegado sus hermanos de religión, ejemplos vivientes y consuetudinarios de la práctica de los siete pecados capitales, desde el provincial hasta el último fraile del convento.

Por esta razón en 1773 el Tribunal del Santo Oficio comienza a investigarlo, Rivas permanece arraigado por varios años. Es durante su arraigo que escribe la primera historia de ciencia ficción mexicana: Sizigias y cuadraturas lunares ajustadas al meridiano de Mérida de Yucatán por un anctítona o habitador de la Luna, y dirigidas al Bachiller Don Ambrosio de Echeverría, entonador que ha sido de kyries funerales en la parroquia del Jesús de dicha Ciudad, y al presente profesor de logarítmica en el pueblo de Mama de la Península de Yucatán, para el año del Señor de 1775.

Esta historia era un prefacio a su almanaque astronómico del año que indica.


El Tribunal decidió analizar ciertos pasajes de la obra de Rivas, se llevaron a cabo dos calificaciones, en la primera se concluyó que había pasajes heréticos y opuestos a la fe. Es probable que las “Sizigias y cuadraturas lunares” se sometieran a nuevo examen debido a que Fray Diego Marín de Moya (de la orden del Sagrado Corazón de Jesús), el nuevo calificador, compartía ideas con Antonio de Rivas. El 14 de julio de 1777 se llegó a la conclusión de que el texto en cuestión “no contenía cosa alguna contra la doctrina, ni merecía censura teológica, por lo que la causa abierta contra el acusado se dio por terminada.” (Así, Fray Diego Marín de Moya se convirtió en el santo patrono de los escritores de ciencia ficción).

No mencionaremos qué pasajes fueron revisados, pero sí diremos que los calificadores dominicos pasaron por alto la crítica que de la Inquisición hace Fray Manuel en su obra; Dutalon sabía que su invento le podría traer problemas con el Tribunal del Santo Oficio: “Por lo que a mí toca, previniendo que al vérseme discurrir por el aire se encendería una hoguera para ser quemado públicamente en la plaza como mágico, tuve por conveniente, para hacer algunos ensayos antes de remontarme a las esferas, salvarme en una de las Islas Calaminas en la Libia, flotantes o nadantes en la superficie del agua, de que hacen mención Plinio lib. 2, cap. 95, y Séneca lib. 3, cap. 25.”

La obra de Rivas pudo llegar hasta nuestros días gracias a estos escudriñamientos llevados a cabo por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la Nueva España.

Fue el historiador Pablo González Casanova quien dio a conocer esta historia. En su libro La literatura perseguida en la Crisis de la Colonia le llama “cuento fantástico”.



Se conocen poco más de doscientos viajes literarios a la luna del siglo XVIII, ¿qué hace especial a la obra de Rivas? ¡¡El protagonista es un científico newtoniano!! Onésimo Dutalon es un estudioso de la física newtoniana, es decir, practica la filosofía natural tal y como la practicaba, concebía y proponía Newton (de eso –repito- comenzaremos a ocuparnos en la siguiente parte). Le interesan los experimentos físicos, realiza algunos para comprobar o refutar ideas. Logra llegar a la Luna gracias a la ciencia (le arranca el secreto del vuelo a la naturaleza), no a la magia (Johannes Kepler, por ejemplo, escribe un cuento en el que su personaje logra viajar a nuestro satélite natural mediante la brujería) o a recursos inverosímiles o completamente fantásticos. Por todo esto Sizigias y cuadraturas lunares no es sólo un cuento fantástico, es una obra de ciencia ficción.



REFERENCIAS

Trujillo Muñoz Gabriel (Comp). El futuro en llamas (cuentos clásicos de la ciencia ficción mexicana). Editorial Vid. México. 1997.
Fernández Miguel Ángel. La Odisea mexicana. Reforma. México. Domingo 22 de octubre de 2000.
Fernández Miguel Ángel. El primer cuento de ciencia ficción mexicano. Asimov, ciencia ficción en español (versión mexicana) No. 9. Editorial El fisgón del universo. México. Junio de 1997.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Disculpa Martin, en una de las imagenes de una portada de libro, viene el nombre de Maurici-José Schwarz.
Puedes comentar sobre esto ?

Saludos.

Martín Fragoso dijo...

Hola, se trata de la portada del número nueve de la versión mexicana de la revista Asimov. En dicho número aparece un cuento de Mauricio-José Schwarz, el cuento se llama Arabesco Inmóvil (lo puedes encontrar fácilmente en internet, lo publicaron en Axxón, por ejemplo). En la entrada del 13 de julio escribo algo más sobre Mauricio. Otras de sus obras son: Más Allá no hay nada (cuentos), La música de los perros (novela) y No consta en archivos (novela).

Saludos.

jose dijo...

Gracias.
Soy asiduo lector de los blogs de Schwarz y del tuyo.
Es interesante el genesis de la CF en México y no sabía que MJS también tuviera trabajos en esa área.

Saludos

Martín Fragoso dijo...

Hola, otro dato: en la entrada del 8 de agosto subí una entrevista a Héctor Chavarría. Tanto Schwarz como Chavarría colaboraban en la revista Contactos Extraterrestres (se publicó de 1975 a 1982), ahí publicaron sus primeros relatos de ciencia ficción.

Saludos.

Anónimo dijo...
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