jueves, julio 21, 2005

ÉXODO


Para Marcio


...Déjame tomar tu mano
y juntos podremos volar
a un solitario lugar
donde como amantes
podamos morir...

Sopor Aeternus and the Ensamble of Shadows.


Civilización rota. Poco lugar para la esperanza.

El invierno nuclear había dejado de ser una simple amenaza para –finalmente- materializarse.

Los físicos y químicos que habían levantado la voz para advertir del peligro, fueron acallados. Algunos de ellos, para vergüenza de la humanidad, habían sido trasladados a prisión. Se decía -los rumores eran algo común hacia el final de los tiempos- que algunos de ellos habían sido asesinados. Los medios de comunicación no aportaban datos contrastables. Ningún informe objetivo pudo desmentir o confirmar aquellas historias. Cada bando, cada nación, tenía su versión de los hechos.

Los peligros que La Guerra acarreaba fueron minimizados.

Mil millones de demonios, salidos todos ellos del cerebro de quienes estaban en el poder, habían oscurecido el cielo. Aquella destrucción había sido obra del corazón del hombre.

El poder que confiere el conocimiento no siempre está en manos de los más lúcidos de los hombres.

Sólo unas cuantas naves habían podido dejar atrás la pesadilla. Sólo unos pocos hombres habían podido dejar atrás aquel planeta moribundo.

***

Sollozos. Lágrimas. La mayor parte de la humanidad –prácticamente toda ella- sufriría. Los desgraciados, los que se quedaban, podrían sobrevivir por un tiempo, unos cuantos años en el mejor –o peor- de los casos. Para ellos –los que agonizaban junto con el cuerpo celeste que alguna vez, mucho tiempo atrás, había sido azul- cada segundo de vida se convertiría en un cruel castigo.

Pero estar entre los elegidos, entre los afortunados que lograron partir, no era suficiente para tener fe en el futuro. Nadie podía garantizar que alguna de esas naves encontraría un planeta habitable. Las catorce naves viajarían cada una por su lado... Muchas de esas máquinas se convertirían en ataúdes espaciales...

Pacem, una nave para dos pasajeros, diseñada originalmente para transportar a los dos técnicos que repararían el nuevo telescopio espacial, ahora serviría para salvar a dos hombres que tenían el coraje de apostarle al futuro.

Ninguno de ellos estaba incluido en la lista, ninguno de ellos reunía los requisitos necesarios para tener el derecho de viajar en aquel vehículo... Simplemente habían robado la nave.

***

Eran jóvenes y se amaban. Pero eso no era suficiente.

La humanidad dejaba la cuna a pesar de no estar preparada para ello. La ciencia y la tecnología sólo podían proporcionar un pequeño grano de esperanza. La humanidad aún era primitiva para salir del vecindario, del sistema solar...

Científicos, atletas, intelectuales y artistas se lanzaban a las estrellas tratando de perpetuar la especie.

Ambos parecían destinados a permanecer en la Tierra.

Uno era estudiante de física, el otro se dedicaba a la enfermería; presentaron una solicitud a sabiendas de que era absurdo... jamás los escucharían.

Quienes se encargaron de la selección no fueron capaces de ver más allá de las apariencias, no se percataron de la fuerza que recorría los esbeltos cuerpos. Tan sólo eran jóvenes... y jóvenes había demasiados.

Hacerse cargo de su destino no había resultado tan complicado. Nada tenían que perder. El orden mundial se estaba despedazando. El caos tomaba el control. La Tierra agonizaba... y ellos deseaban vivir.

***

La Pacem llegó a su destino cuando era de noche en aquella región de aquel planeta.

Los análisis mostraban que aquel mundo poseía una atmósfera respirable. La gravedad era parecida a la de la vieja tierra...

¿Al fin estaban en su nuevo hogar? ¿Qué tan hostil podría llegar a ser aquel lugar? ¿A qué dificultades tendrían que dar la cara? ¿Con qué clase de criaturas tendrían que lidiar?

Las jóvenes mentes estaban tan embriagadas de felicidad que por ahora no se preocuparían por los peligros que podrían llegar a enfrentar.

Cuando bajaron de la nave, los dos jóvenes rompieron en llanto, gritaron, saltaron llenos de felicidad, se abrazaron, se besaron... hicieron el amor....

Y las siete lunas que giraban en torno de aquel paraíso fueron testigos del amor que se tenían aquellos amantes.

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