miércoles, julio 06, 2005

Viajes en el tiempo, presos políticos, homosexualidad y trastornos mentales


Estación Hawksbill es una novela de ficción científica escrita por Robert Silverberg. Esta obra ha sido publicada por Plaza & Janés dentro de su colección Mundos Imaginarios. Frederik Pohl escribe el prólogo.

Silververg escribe acerca de una cárcel para presos políticos, precisamente la Estación Hawksbill. Pero no es una cárcel cualquiera, los presos políticos son enviados ¡al pasado!

Sí, el viaje en el tiempo se vuelve una realidad –gracias a los trabajos del físico Edmond Hawksbill- y el gobierno decide mandar a la Tierra primitiva a los delincuentes, a los subversivos. Silververg narra cómo algunos van perdiendo la razón, debido sobre todo al aburrimiento. Nada hay qué hacer en el pasado de la Tierra (finales del período cámbrico).

Uno de los personajes se queja: “Buscaban una era en la que no pudiéramos dañar su medio ambiente. Eso significaba que tenían que mandarnos a un tiempo anterior a la evolución de los mamíferos, no fuera que por accidente agarráramos al antepasado de toda la humanidad y le retorciéramos el pescuezo. Y ya que estaban, decidieron escondernos en un pasado tan remoto que estaríamos a una enorme distancia de toda vida terrestre, siguiendo la teoría de que si matábamos a una cría de dinosaurio, podíamos afectar todo el curso del futuro. Su mundo... Es evidente que creen que no hay riesgos. Los hechos parecen darles la razón. La Estación Hawksbill lleva aquí veinticinco años y no da la sensación de que hayamos alterado la historia futura de manera perceptible. Todo sigue igual, a pesar de nuestra presencia en este sitio. Por supuesto, tienen la precaución de no mandar mujeres.”

¿Y por qué existen dos estaciones, una para hombres y otra para mujeres? De ser una cárcel mixta, se estarían creando tribus de seres humanos en esa época y cambiaría la historia de la vida en la Tierra. “Se habrían creado más paradojas de las que uno puede imaginar”.

Barret era el rey sin corona de la Estación Hawksbill, es decir, el líder. En dicha estación aparece un personaje llamado Altman.

-Cambiemos de tema –dijo Barret-. ¿Qué tal está Altman? ¿Sigue con los temblores?
-Está construyendo una mujer –dijo Quesada.
-Es lo que me dijo Charley Norton. ¿Qué usa? Un trapo, un hueso...
-Le di algunos productos químicos sobrantes para que se entretuviera. Elegidos, sobre todo, por el color. Tiene algunos feos compuestos verdes de cobre y un poco de alcohol etílico y algo de sulfato de zinc y seis o siete cosas más, y juntó un poco de tierra y lo mezcló con muchos mariscos muertos y está esculpiendo todo eso, dándole una forma según él femenina y esperando que le caiga un relámpago y le infunda vida.
-En otras palabras –dijo Barret-, se ha vuelto loco.
-Creo que no te equivocas. Pero por lo menos ya no molesta a sus amigos. Por lo que recuerdo, no creías que la fase homosexual de Altman fuera a durar mucho.
-No, pero tampoco creía que fuera a pasarse para el otro lado, Doc. Si un hombre necesita sexo y encuentra aquí a alguien dispuesto a complacerlo, no me parece mal, siempre que no ofendan a nadie abiertamente. Pero cuando Altman se pone a fabricar una mujer con tierra y carne podrida de braquiópodos, no hay duda de que lo hemos perdido para siempre. Qué pena.

Los ojos oscuros de Quesada miraron hacia el suelo.

-Jim, a todos nos espera ese destino, tarde o temprano.
-Yo todavía no me he quebrado. Tú tampoco.
-Danos tiempo. Tú llevas aquí sólo once años.
-Altman lleva sólo ocho –dijo Barret. Valdosto aún menos.
-Algunos caparazones se rompen con más rapidez que otros –dijo Quesada-.

La vida en la Estación está a punto de cambiar por completo. Y los cambios comienzan con la llegada de un nuevo prisionero: Lew Hahn. Hahn no es un reo más. Hay un misterio a su alrededor y de eso se percatan rápidamente los demás. Al ser prisioneros políticos, aquellas personas tienen un perfecto conocimiento de economía, política, sociología, etcétera; pero Lew Hahn parece desconocer cualquiera de esas materias (y trata de ocultar su falta de conocimientos al respecto). ¿Por qué está ahí?, ¿por qué fue enviado a la Estación? Las especulaciones comienzan:

“Supongamos que ese chico no es un político. Supongamos que ahora mandan aquí un tipo diferente de prisioneros. Por ejemplo, a los que matan con hachas. Un chico callado que con toda tranquilidad sacó un láser y descuartizó a dieciséis personas un domingo por la mañana. Por supuesto, no le interesa la política...”

“Doc Quesada y yo vamos ahora a visitar a los enfermos. ¿Te interesaría acompañarnos?” Le comenta Barrett a Lew Hahn, éste último acepta. ¿En que consisten esas visitas? “En ver a los casos peores. En ayudar y consolar sobre todo las causas perdidas...” En realidad Quesada no era médico, pero “en una época había sido técnico de primeros auxilios, y con eso bastaba”.

Una vez que comienzan a hacer el recorrido...

Encontraron a Ned Altman junto a su choza, en cuclillas y dando forma con las manos a una figura tosca y torcida que, por los bultos exagerados donde tendrían que estar los pechos y las caderas, parecía la imagen de una mujer. Al verlos se levantó de un salto. Altman era un hombre pequeño y pulcro, de pelo muy rubio y ojos celestes. A diferencia de todos los demás habitantes de la Estación, él había sido funcionario del régimen en una época, hacía quince años, hasta que entendió la falsedad del capitalismo sindicalista e ingresó en una de las facciones clandestinas. Con su privilegiada perspectiva de las operaciones gubernamentales, la intervención de Altman había tenido un valor incalculable para la clandestinidad, y el gobierno había trabajado mucho para encontrarlo y enviarlo a ese sitio. Ocho años en la Estación Hawksbill lo habían afectado.

Altman señaló su golem de barro y dijo:

-Hoy esperaba que con la lluvia cayesen rayos. Eso sería la solución. El soplo de vida. Pero me parece que en esta época del año, aunque llueva, hay pocos relámpagos.
-Pronto tendremos tormentas eléctricas –dijo Barret.
Altman asintió con entusiasmo.
-Y entonces caerá un rayo y cobrará vida y echará a andar. En ese momento necesitaré tu ayuda, doctor. Necesitaré que le des algunas inyecciones y la estilices un poco.
Quesada esbozó una sonrisa forzada.
-Con mucho gusto, Ned. Pero ya sabes las condiciones.
-Claro. Cuando yo termine, es tuya. ¿Acaso crees que me gusta el maldito monopolio? Hay que ser justos. La compartiré. Habrá una lista de espera. Pero no quiero que nadie se olvide de que la hice yo. Cada vez que la necesite, será mía. –Por primera vez, Altman advirtió la presencia de Hahn-. Tú ¿quién eres?
-Un nuevo prisionero –explicó Barreto-. Lew Hahn. Llegó esta tarde.
-Me llamo Ned Altman –dijo Altman con una elegante reverencia-. Ex funcionario del gobierno. Qué joven eres, ¿verdad? Ese color en las mejillas. ¿Qué orientación sexual tienes, Lew? ¿Hetero?
Hahn hizo una mueca.
-Sí, lo siento.
-Está bien. Pedes relajarte. No te tocaré. Ya superé esa etapa y tengo un proyecto en marcha. Sólo quiero que sepas, si eres hetero, que te pondré en la lista. Eres joven y probablemente tengas más necesidades que algunos de nosotros. Aunque seas nuevo no me olvidaré de ti, Lew.
-Eres muy amable –dijo Hahn.
Altman se arrodilló. Pasó las manos con delicadeza por las curvas de aquella tosca figura, deteniéndose en los afilados pechos cónicos, dándoles forma, tratando de alisarlos. Era como si estuviera acariciando la vibrante carne de una mujer verdadera.
Quesada tosió.
-Ned, me parece que tendrías que descansar un poco. Quizá mañana caigan rayos.
-Ojalá.
-Vamos, entonces. Levántate.

Altman no se resistió. El médico lo llevó dentro de la choza y lo acostó. Barreto y Hahn se quedaron afuera y examinaron la obra de aquel hombre. Hahn señaló el centro de la figura.

-Parece que no le puso algo esencial, ¿verdad? –comentó-. Si piensa hacer el amor con esta chica cuando termine de crearla, tendría que...
-Ayer estaba ahí –dijo Barrett-. Debe haber empezado otra vez a cambiar de orientación sexual.
Quesada salió de la choza de Altman con una expresión sombría. Los tres echaron a andar por el sendero rocoso.

Las cosas se complican cuando descubren lo que Lew ha estado escribiendo acerca de la Estación. ¿Cuál es el contenido de esos papeles? “Una descripción de la Estación, y un perfil de la mayoría de los hombres que ha conocido... Los perfiles son muy detallados y no muy halagadores...” Pero ¿qué tan preocupante era aquello?, ¿podía tratarse sólo de un pasatiempo en un lugar y una época en la que sobra el tiempo libre? Pues Lew “Había escrito un análisis detallado de las condiciones en la Estación Hawksbill, y era un trabajo impresionante. En unas cinco mil palabras bien organizadas, Hahn había expuesto todo lo que Barrett sabía que andaba mal. La objetividad de aquel hombre era despiadada. Describía a los hombres como revolucionarios avejentados en quienes el viejo fervor se había vuelto rancio; enumeraba a los evidentemente psicóticos y a los que estaban al borde de serlo, y en otra categoría ponía a los que aún resistían...”

¿Qué era todo aquello? ¿Podían resolver el misterio las últimas palabras del escrito? “Por lo tanto, recomiendo el rápido cese de la colonia penal de la Estación Hawksbill y, hasta donde sea posible, la rehabilitación terapéutica de sus presos”

“Era evidente que Hahn fingía preparar un informe para el gobierno de Arriba... Pero un muro de mil millones de años de espesor le impedía presentar ese informe...” Pensaba Barrett (sólo era posible viajar al pasado), tal vez Hahn había perdido la razón, pero apenas había llegado... o tal vez estén empezando a mandar enfermos mentales a la Estación...

La tensión aumenta cuando descubren a Lew merodeando el Martillo, es decir, la puerta por la que se llegaba a la Estación (el efecto de ser enviado por el tiempo se parecía mucho al golpe de un gigantesco Martillo clavándote en las paredes del continuo: de ahí las metáforas para las partes funcionales de la máquina). ¿Trataría de destruirlo?, ¿realmente estaba loco?

Estación Hawksbill no sólo es una novela interesante, realmente el suspenso y la tensión aumentan cada capítulo (aunque el final no me parece el mejor).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

la ciencia ficcion siempre nos relata fantasticas novedades con mundos imaginarios de todo tipo.esta novela va mas alla de un simple hecho situado en tiempos desconocidos,algo ambiguo que tiende a contraer monotonia.aqui los hechos tienen fecha.
para algunos muchos este error revela cosa que no sucedieon,le quita presencis.yo aprecio estos errores,de hecho el ser humano no es perfecto,y mientras podamos gozemos de estas imperfecciones.las cosas suceden por algo,nada sale de la nada.imagino una dimencion aparte,en donde la hora y la fecha no dicen nada,las computadoras y los celulares fluyen en una catarata sin final.esa es la verdadera escencia de la ficcion ,mundos imaginarios fuera del tiempo.

Anónimo dijo...

con tiempo o sin el ,la ciencia ficcion no deja de ser atrapante,mas cuando percibimos una dimension aparte sin coherencia en tiempo, en espacio,esa es la verdadera esencia de los mundos imaginarios que estan en cada hoja de nuestros libros fantasticos

mijail dijo...

la ficcion es un mundo atrapante,mas aun cuando la monotonia del mundo x se convierte en dias,paises:tiempo y espacio para adentrarnos en un atrapante universo imaginario,increible,porque no falso.las feches no coinciden,pero que mas da,la esencia esta en lo fantastico,y entonces podemos plantear la existencia de otra dimension,dejar fluir nuestros pensamientos.algunos critican esa forma de narrar,pero el ser humano no es perfecto,y tenemos que aprovechar ese punto debil,porque asi somos todos,y al que no le duste,que viva de la tecnologia.