martes, julio 05, 2005

El día que Dios fue tentado por el Diablo


En diversos medios José Saramago ha hablado de las dudas e inquietudes que le genera la religión. ¿Cuántas muertes pesan sobre los hombros del padre de Jesús? Saramago ha señalado que José, al saber que tendrá lugar la matanza de inocentes, decide huir con María y el pequeño Jesús, al hacerlo parece no importarle lo que suceda con los demás niños.

En El Evangelio según Jesucristo, entre otras cuestiones, aborda el problema de la naturaleza del mal, ¿por qué hay tanto sufrimiento en el mundo?, ¿podría Dios terminar con tanto dolor?, ¿o es que la aflicción, la sangre y la agonía son parte de sus planes?

Dios padre le rebela a su hijo parte del futuro...

La lista parecía interminable. ¿Cuántos morirán, cuántos sufrirán? El dolor y la angustia engullirán la tierra. Dios hijo se aterra ante tanto sufrimiento:

Jesús: Morirán miles, Cientos de miles, Morirán cientos de miles de hombres y mujeres, la tierra se llenará de gritos de dolor, de aullidos y de estertores de agonía, el humo de los quemados cubrirá el sol, su grasa rechinará sobre las brasas, el hedor repugnará y todo esto será por mi culpa.

Dios padre: No por tu culpa, por tu causa.

Jesús: Padre, aparta de mí ese cáliz.

Dios padre: El que tú lo bebas es condición de mi poder y de tu gloria.

Jesús: No quiero esa gloria.

Dios padre: Pero yo quiero ese poder.

Diablo: Es necesario ser Dios para que le guste tanto la sangre.

Es posible evitar tanta aflicción. Dios padre escucha atentamente la propuesta:

Diablo: Quiero hacer hoy buen uso del corazón que tengo, acepto y quiero que tu poder se amplíe a todos los extremos de la tierra, sin que tenga que morir tanta gente, y puesto que todo aquello que te desobedece y niega dices tú que es fruto del Mal que yo soy y gobierno en el mundo, mi propuesta es que vuelvas a recibirme en tu cielo, perdonado de los males pasados por los que en el futuro no tendré que cometer, que aceptes y guardes mi obediencia, como en los tiempos felices en que fui uno de tus ángeles predilectos, Lucifer me llamabas, el que lleva la luz, antes de que una ambición de ser igual a ti me devorase el alma y me hiciera rebelarme contra tu autoridad.

Dios padre: Y por qué voy a recibirte y perdonarte, dime.

Diablo: Porque si lo haces, si usas conmigo, ahora, de aquel mismo perdón que en el futuro prometerás tan fácilmente a derecha e izquierda, entonces se acaba aquí hoy el Mal, tu hijo no tendrá que morir, y tu reino será, no sólo esta tierra de hebreos, sino el mundo entero, conocido y por conocer, y, más que el mundo, el universo, por todas partes el Bien gobernará y yo cantaré, en la última y humilde fila de los ángeles que permanecieron fieles, más fiel que todos porque estoy arrepentido, yo cantaré tus loores, todo terminará como si no hubiese sido, todo empezará a ser como si de esa manera debiera ser siempre.

Dios padre reconoce el talento oratorio del Diablo, incluso confiesa que estuvo a punto de convencerlo...

Dios padre: No te acepto, no te perdono, te quiero como eres y, de ser posible, todavía peor de lo que eres ahora, Porque este Bien que yo soy no existiría sin ese Mal que tú eres, un Bien que tuviese que existir sin ti sería inconcebible, hasta el punto que ni yo puedo imaginarlo, en fin, que si tú acabas, yo acabo, para que yo sea el Bien, es necesario que tú sigas siendo el Mal, si el Diablo no vive como Diablo, Dios no vive como Dios, la muerte de uno sería la muerte del otro.

Diablo: Que no se diga que el Diablo no tentó un día a Dios.

No hay comentarios.: