sábado, junio 10, 2006

TERAPIA FILOSÓFICA
(Primera parte)



El tratamiento que da el filósofo a una cuestión
es como el tratamiento de una enfermedad.

La filosofía no está encarnada en las proposiciones,
sino en el lenguaje.
En nuestro lenguaje hay incorporada toda una mitología.
Ludwig Wittgenstein


En el libro “Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa” se exponen los puntos de vista que Ludwig Wittgenstein tenía sobre la obra de Freud. Hace algunas semanas me encontraba revisando libros sobre el filósofo-místico, encontré uno titulado “Wittgenstein y el psicoanálisis”. La verdad es que me resultó extraño. En esa obra no se expone, como yo creía, lo que Wittgenstein pensaba sobre el psicoanálisis, más bien se hace una comparación entre el psicoanálisis y la terapia filosófica de Wittgenstein. ¡¡¿Terapia wittgensteiniana?!!

Si bien es cierto que había leído comentarios de Wittgenstein como “En filosofía no se puede cortar ningún tipo de enfermedad propia del pensamiento. Debe seguir su curso natural, pues lo que importa es la curación paulatina. (De ahí que los matemáticos sean tan malos filósofos).” o “El filósofo es aquel que debe curar en sí mismo muchas enfermedades del entendimiento, antes de poder llegar a las nociones del sano entendimiento humano”, no estaba preparado para entender un trabajo en el que se comparara a la filosofía de Wittgenstein con una terapia.

Posteriormente encontré el libro “El legado de Wittgenstein”. Anthony Kenny desarrolla, en el cuarto capítulo, un tema que me permitió comprender lo que se desarrolla en “Wittgenstein y el psicoanálisis”: la naturaleza de la filosofía según el autor del Tractatus Logico-Philosophicus.

Kenny escribe que Wittgenstein “compara la filosofía con una técnica médica, con una terapia, con un método para curar. Por otra parte, parece que ve a la filosofía como la que da una interpretación completa, una visión clara del mundo (...) Wittgenstein también pensó en la filosofía como similar a la medicina física, como similar a una cura de enfermedades físicas (...) Pero la filosofía es una medicina que, en ocasiones, es curativa y, en ocasiones, es preventiva...”

Si se compara la filosofía con una terapia, ¿qué tipo de terapia es?, ¿en qué consiste?, ¿quiénes son los posibles pacientes?, ¿quiénes deben someterse a esa terapia?, ¿qué tipo de problemas se tratan en ella?, ¿qué resultados se obtienen?, ¿cuándo se considera que una persona ha sido curada?

Las respuestas dependen de la terapia a la que nos sometamos. Explica Kenny que “La filosofía no es una terapia única, sino un conjunto de terapias: ‘No hay un método filosófico, aun cuando ciertamente hay métodos, como terapias diferentes’”.

Wittgenstein escribió sobre la existencia de varios métodos filosóficos, sin embargo, solamente estoy relacionado con la filosofía del primer Wittgenstein, por ello es que sólo puedo escribir sobre la terapia que, desde el nivel de comprensión en el que me encuentro, creo ofrece el Tractatus y el positivismo lógico. Así que no escribiré sobre la terapia que pudieran ofrecer “Las investigaciones filosóficas”.


El embrujo del lenguaje

Comencemos exponiendo cuáles son los problemas que podemos resolver mediante terapia filosófica y, al mismo tiempo, en qué consiste la terapia.

En La superación de la metafísica cité las siguientes palabras de Rudolf Carnap: “Si la sintaxis gramatical tuviera una exacta correspondencia con la sintaxis lógica no podrían formarse pseudoproposiciones... en un lenguaje construido de un modo lógicamente correcto la metafísica no podría expresarse”. Recordemos que los positivistas lógicos y Wittgenstein compartían la convicción de que la filosofía realmente se ha ocupado de seudoproblemas, cuando uno se percata de ello entonces los problemas filosóficos se disuelven, ¿y qué pasa con la filosofía? se ocupa de analizar si las proposiciones tienen o no sentido (recordemos lo que quiere decir que una proposición tenga sentido: “Tener sentido significa ser verdadera o falsa: el ser efectivamente verdadera o falsa constituye la relación de la proposición con la realidad, que nosotros significamos diciendo que tiene sentido”).

Escribe Wittgenstein: “la tarea de la filosofía no es la de crear un lenguaje nuevo, ideal, sino aclarar el uso del lenguaje (...) su mira es la de eliminar malentendidos particulares; no es la de producir, por primera vez, un entendimiento real”.

En el Tractaus leemos: “La mayor parte de los interrogantes y proposiciones de los filósofos estriban en nuestra falta de comprensión de nuestra lógica lingüística”.

Recordemos que Wittgenstein le escribió a Bertrand Russell –en agosto de 1918- que había resuelto todos los problemas filosóficos.

En el mismo Tractatus encontramos estas palabras: “El resultado de la filosofía no son ‘proposiciones filosóficas’, sino el que las proposiciones lleguen a clarificarse. La filosofía debe clarificar y delimitar nítidamente los pensamientos, que de otro modo son, turbios y borrosos”.

Delimitar nítidamente los pensamientos significa distinguir entre proposiciones con sentido y proposiciones sin sentido.

Los problemas filosóficos son confusiones gramaticales, ¿y en qué momento los adquirimos? Según Kenny: “Conforme a la doctrina cristiana, todos nacemos en un estado de pecado; conforme a Wittgenstein, no nacemos en un estado de pecado filosófico, pero lo adquirimos con el lenguaje. Junto con el lenguaje, junto con todos los beneficios que aporta el lenguaje, junto con todas las posibilidades que aporta para nuestra forma de vida, adoptamos, sea que lo queramos o no, ciertas tentaciones; debemos de resistirlas para no engañarnos”.

Tenemos entonces que el resultado de someternos a la terapia filosófica es percatarnos del sinsentido de los “problemas” a los que se ha enfrentado la filosofía.

En palabras de Wittgenstein: “Los resultados de la filosofía son la revelación de uno u otro sinsentido claro y de chichones que ha adquirido el entendimiento al chocar su cabeza en contra de los límites del lenguaje. Estos chichones nos hacen ver el valor del descubrimiento”.

Kenny lo expresa de la siguiente manera: “una de las cosas que deseaba hacer (Wittgenstein) en filosofía era convertir el sinsentido latente en sinsentido patente. Cuando sufrimos de problemas filosóficos tenemos un poco de sinsentido oculto en nuestras mentes y la única forma de curarlo es ponerlo al descubierto” La terapia filosófica puede comparase con la terapia psicoanalítica “en tanto que algo que es un trozo reprimido de sinsentido en mi mente se hace luego un sinsentido explícito. Yo le doy expresión, así como en un tratamiento freudiano hago explícitas mis emociones reprimidas; ésta es parte de la forma de ser curado de los malos resultados de la represión.”

Los matemáticos, para Wittgenstein, tenían dudas reprimidas, sobre eso escribió: “yo saco a relucir todos los problemas que un niño aprendiendo aritmética, etc., encuentra difíciles, los problemas que la educación reprime sin resolver. Les digo a esas dudas reprimidas: ¡estáis en lo correcto, seguid preguntando, exigid aclaración!”

Entonces la filosofía (entendida como el análisis lógico del lenguaje) nos permite percatarnos de que sólo en las ciencias naturales es posible crear un discurso con sentido. Al llegar a este punto la metafísica ha sido superada.

El silencio es la prueba de que estamos curados, o siendo más precisos, estamos curados cuando somos capaces de guardar silencio cuando lo deseamos.

En palabras de Wittgenstein: “El descubrimiento real es uno que me hace capaz de dejar de hacer filosofía cuando yo quiero.”

¿A qué se refería? A que no es necesario hacer filosofía como tarea previa para realizar otra cosa; para Wittgenstein la filosofía no es un fundamento de otras actividades. Veamos un ejemplo: los filósofos de la ciencia discuten acerca de cuál es el método científico (más aún, discuten sobre su existencia), pero no por ello se ha detenido el quehacer científico. Se podrá discutir (eternamente, si se quiere) si es posible o válido el conocimiento científico y no por ello dejará la ciencia de funcionar; no es necesario resolver los problemas a los que se enfrenta la filosofía de la ciencia para que pueda existir la ciencia. Si se cree lo contrario, esto es que la filosofía proporciona los fundamentos, entonces el filósofo no puede ni debe parar.

Escribe Wittgenstein: “La filosofía soluciona o, más bien, elimina sólo problemas filosóficos; no pone nuestro pensamiento sobre una base más sólida. Lo que ataco es, sobre todo, la idea de que es crucial –p. ej.- la cuestión “qué es el conocimiento”. Eso es lo que parece ser; parece como si aún no supiésemos nada en absoluto hasta que podamos contestar esa pregunta. En nuestras investigaciones filosóficas parece como si tuviésemos una prisa terrible por completar una lista de rezagos de tareas inconclusas que han de completarse o bien todo lo demás parece que cuelga del aire.”

Kenny escribe: “De hecho es absurdo decir ‘No podemos saber nada hasta que sepamos lo que es saber’ (...) la filosofía no es una ciencia que estudie una disciplina como una totalidad y le dé un fundamento.”

Al percatarse de lo anterior el filósofo puede dejar a un lado su preocupación, su desesperación, puede tomarse un respiro. Esa tranquilidad era buscada por Wittgenstein: “Paz en los pensamientos. Esta es la anhelada meta de aquel que filosofa.”

Si nada sucede cuando el filósofo guarda silencio, ¿para qué comenzar nuevamente a hablar?, ¿para qué seguir creando discursos filosóficos?, si el silencio nos proporciona paz, ¿para qué atormentarnos volviendo al parloteo?

Es que nuestro espíritu no parece tan tranquilo con el silencio. El silencio puede proporcionar paz a quien ha estado produciendo “sonidos guturales” (usando el término con el que los positivistas lógicos se referían a la metafísica), pero una vez que el cansancio ha pasado, aparece la tentación de continuar con esos sonidos. ¿Por qué deseamos continuar parloteando? La respuesta de Wittgenstein es la siguiente: “Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo.”

Pero si dejar de filosofar no afecta a disciplinas como la ciencia, ese silencio sí puede meternos en problemas...

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