jueves, mayo 11, 2006

EL MISTICISMO Y LA SANTIDAD EN LUDWIG WITTGENSTEIN
(Segunda parte)


SANTIDAD



“Pues hay eunucos que lo son de nacimiento,
otros que lo son por obra de los hombres
y otros que se han hecho eunucos a sí mismos
por el reino de los cielos; quien pueda llegar
tan lejos que lo haga”.
Mateo 19:12

“Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja,
que el rico entrar en el reino de Dios”.
Marcos 10:25


Es difícil definir lo que es la santidad. Un santo cristiano es imaginado como alguien que hace votos de pobreza, de castidad y que se retira del mundo terrenal a reflexionar acerca del mundo de Dios. Ciertos grupos dentro de la Iglesia opinan que el celibato debería ser opcional, señalan que Jesucristo no lo implantó y que los versículos que comúnmente se citan para defender ese estilo de vida están mal traducidos y sacados de contexto.

La definición de santidad no es importante. Lo importante es saber cómo la entendía Wittgenstein. Él trató de ser un santo al estilo cristiano e incluso llegó a pensar en hacerse monje, además solía retirarse a una cabaña de su propiedad. Por sus experiencias místicas y su acercamiento a los evangelios en un momento crucial en su vida (su participación como soldado en la Primera Guerra Mundial), Wittgenstein entendió que la santidad consistía en renunciar a los lujos y a la carne, pues “Dios es lo único que necesita el hombre”; y vivir en concordancia con la voluntad ajena de la que creía depender, es decir, vivir una vida “grata a Dios”.

Así pues, Wittgenstein decidió hacer votos de castidad y de pobreza.


VOTOS DE POBREZA

En “Mi confesión”, León Tolstoi menciona el ataque de melancolía que le condujo a sus conclusiones religiosas. Sobre esto, William James dice: “Se trata de un caso claro de anhedonía, de pérdida pasiva de la apetencia por cualquiera de los valores de la vida... En el caso de Tolstoi, la sensación de que la vida poseía algún significado desapareció por completo durante largo tiempo. Tolstoi explica que cuando contaba unos 50 años comenzó a padecer momentos de perplejidad, a los que llamó de suspensión, en los que se sentía como si no supiese ‘cómo vivir’ o ‘qué hacer’... La vida, antes fascinante, era ahora sobria, y más que sobria muerta; aquello que siempre había mostrado un significado evidente, no tenía ahora ninguno y comenzaron a asediarle las preguntas: ¿por qué?, ¿y ahora qué?”.

Tolstoi escribió: “Sentía que algo dentro de mí, donde había reposado siempre mi vida, se había roto; que no me quedaba nada a donde agarrarme, y que moralmente mi vida se había detenido. Una fuerza invisible me impelía a desligarme de mi existencia de alguna manera; no puede decirse exactamente que deseara suicidarme porque la fuerza que me alejaba de la vida era más grande, más poderosa y general que cualquier simple deseo. Era una fuerza parecida a la vieja aspiración de vivir, pero que me impelía en dirección contraria (…) Imaginad un hombre feliz y lleno de salud escondiendo la cuerda para no colgarse en la viga de la habitación donde cada noche duerme solo. Imaginadme no yendo a cazar más por miedo de rendirme a la fácil tentación de matarme con la pistola”.

Tolstoi sentía todo esto en un período de su vida en el que debería haber sido completamente feliz: amaba a su esposa, ella le correspondía, sus demás relaciones familiares eran armoniosas, económicamente estaba bien, era famoso, no estaba enfermo. Pero aún así, su vida carecía de sentido: “no podía dar ningún significado razonable a acción alguna de mi vida (…) El hombre sólo puede vivir mientras está intoxicado, embriagado de vida; sin embargo, cuando vuelve a estar sobrio no puede dejar de ver cómo todo consiste en una estúpida estafa (…)¿Cuál será el resultado de lo que haga hoy?, ¿y de lo que haré mañana? ¿Cuál será el resultado de toda mi vida? ¿Por qué debo hacer nada? ¿Hay algún otro objetivo en la vida que la muerte inevitable que me espera no anule o desmienta?... Sin una respuesta es imposible, como bien he experimentado, que la vida pueda continuar”.

Tolstoi cuenta que buscaba la manera de salir de tal estado, pero no lograba su objetivo y escribió “que aquello que nos conduce a la desesperación y al absurdo sinsentido de la vida es el único conocimiento incuestionable accesible al hombre”. Para apoyar esta conclusión cita a Buda, a Salomón y Schopenhauer. Durante todo este tiempo, Tolstoi reconoce que una parte de su corazón tenía “sed de Dios”. Habla de su corazón debido a que era algo que no provenía de sus razonamientos.

Tolstoi encuentra el sentido de su vida en la fe: “Desde que la humanidad existe, allá donde ha habido vida, también hubo fe que hizo posible vivirla. La fe constituye el sentido de la vida, el sentido por virtud del cual el hombre no se autodestruye, sino que continúa viviendo. Si el hombre no creyese que hemos de vivir por algo, no viviría. La idea de un Dios infinito, la de la divinidad del alma, la de la unión de las acciones del hombre con Dios, son ideas elaboradas en las ilimitadas profundidades secretas del pensamiento humano. Hay ideas sin las que no habría vida, sin ellas yo mismo no viviría. Comencé a ver que no tenía derecho a confiar en mi razonamiento individual omitiendo las respuestas que proporcionaba la fe, ya que son las únicas respuestas para la cuestión”.

Tolstoi decide cambiar su hasta entonces equivocada manera de vivir. Ahora viviría de manera distinta: trabajar para satisfacer las necesidades materiales, solucionar necesidades comunes, abjurar de mentiras y vanidades, ser simple, creer en Dios. En esto consiste la felicidad: “Conocer a Dios y vivir es la misma cosa. Dios es lo que es la vida. Bien, así pues, ¡vive, busca a un Dios, no habrá vida sin Él!”. Estos pensamientos entraron de súbito, como una revelación: “(así) como la fuerza de la vida había sido anulada en mí... así también la energía de la vida volvió”.

Durante la Primera Guerra Mundial, Wittgenstein decide participar como soldado. De este período escribió: “Salvó mi vida; no sé qué hubiera hecho sin ella”. ¿A qué se refería? ¿Qué le había sucedido durante este tiempo? ¿Qué experiencia le salvó o transformó la vida?

Bertrand Russell –como ya habíamos visto– supo lo que había pasado: “Durante la Primera Guerra, o quizá inmediatamente antes, cambió su perspectiva y se convirtió más o menos en un místico...”. El 1 de septiembre de 1914 comenzó a leer el “Pequeño Evangelio” de Tolstoi. En sus diarios escribió: “Ayer comencé a leer los comentarios de Tolstoi a los Evangelios. Una obra magnífica. Pero todavía no es para mí lo que yo esperaba de ella”.

Wittgenstein adquirió por casualidad este libro en una librería donde sólo contaban con tarjetas postales. El único libro a la venta era el de Tolstoi.

¿Qué tanto influyó en Wittgenstein el pensamiento de Tolstoi? Durante la guerra Wittgenstein escribió: “Las palabras de Tolstoi acuden a mi mente una y otra vez: el hombre es impotente en la carne pero es libre por el espíritu. ¡Ojalá esté en mí el espíritu!... ¡Que Dios me dé fuerza! Amén. Amén. Amén”.

Sus compañeros lo conocían como “el del Evangelio”, y de hecho podía recitar de memoria la obra de Tolstoi. En 1915 sobre la obra de Tolstoi escribió: “En su momento fue la que realmente me mantuvo en vida”.

Terrible era el estado de ánimo de Wittgenstein durante la guerra. “¡Pero en los últimos días he sido presa de la depresión! ¡No siento verdadero placer por nada y mi vida está llena de ansiedad por el futuro! Porque ya no estoy en paz conmigo mismo. Cada falta de decencia a mi alrededor –y siempre hay algo de este tipo– me hiere profundamente y siempre se abre una herida antes de que la anterior haya cicatrizado... Las cosas nos van muy mal. ¡¡¡Dios mío, ayúdame!!!”. Se sentía solo, escribió que sólo encontraba mezquindad para donde mirara. “¡Ni un solo corazón con sentimientos a la vista!”.

Después de una falsa alarma en la que pensó que moriría, escribió: “Estaba seguro de que iba a morir en el acto... Estaba terriblemente agitado y gemía audiblemente. Sentí los terrores de la guerra. Ahora (por la tarde) me he sobrepuesto del terror. A menos que cambie mi actual disposición mental, pondré todo mi empeño en seguir vivo... Ahora podría tener una oportunidad de convertirme en un ser humano decente, puesto que estoy cara a cara con la muerte. Que el espíritu me ilumine”. Antes de entrar en acción acostumbraba decir “¡Qué Dios me acompañe! ¡Que el espíritu me acompañe!”.

Ser cristiano, para Tolstoi, implicaba cierto estilo de vida. ¿Compartía Wittgenstein esa visión? Para Wittgenstein “sólo es feliz la vida que puede renunciar a las amenidades de este mundo. Una vida para la que esas amenidades no son sino otros tantos regalos del destino... Ser feliz es estar en concordancia con el mundo, estar en concordancia con aquella voluntad ajena de la que parezco dependiente”.

Cuando termina la Primera Guerra, Wittgenstein decide renunciar a las “amenidades de este mundo” y se plantea dos posibilidades: hacerse sacerdote o maestro de escuela. Los monjes que conoció le parecieron “rudos”, así que se conformó con trabajar como jardinero del monasterio. Posteriormente decide dedicarse a la docencia: “Me hubiera gustado más ser sacerdote, pero cuando sea maestro podré leer el Evangelio a los niños”. De igual forma decide renunciar a su fortuna.

Wittgenstein fue maestro de escuela elemental en Trattenbach (1920-1922), Puchberg (1922-1924) y en Otterthal (1924-1926). Siguiendo las ideas de Tolstoi renuncia a su fortuna y se dirige a la Austria rural a vivir con los “honestos y simples” campesinos. Tolstoi hablaba de la noble vida campesina. ¿Cómo le resulto?

Al llegar escribió: “Estoy trabajando en un bello y pequeño nido llamado Trattenbach... Soy feliz con mi trabajo en la escuela y lo necesito localmente; en caso contrario, todos los demonios del infierno andarán sueltos dentro”. A Russell le escribió: “Todavía hace un momento me encontraba terriblemente deprimido y cansado de vivir, pero ahora estoy un poco más esperanzado”. Compárese con lo que le escribió un año después: “(Estoy) todavía en Trattenbach rodeado, como siempre de odio y bajeza... aquí hay muchos más mediocres e irresponsables que en cualquier otro sitio”. También informaba en esa carta que no pensaba estar ahí por mucho tiempo.

Una vez que Wittgenstein se percata de que las ideas de Tolstoi no son del todo exactas, el filósofo se propone ayudar a que “el campesinado saliera del estiércol”. La gente del pueblo estaba mal alimentada, los habitantes estaban en un constante estado de ansiedad e incomodidad debido a su posición y había luchas de clases dentro del mismo poblado.

Como profesor buscaba que la enseñanza no fuera mera memorización y que los alumnos usaran su imaginación. Organizaba excursiones y cuando creía que alguno de sus alumnos tenía miedo le decía: “¿Tienes miedo? Bien, entonces sólo debes pensar en Dios”. Comenzaba y terminaba sus clases con el Padre Nuestro.

Wittgenstein enseñaba a sus alumnos “matemáticas avanzadas” aún cuando se trataba de enseñanza elemental, decía que “nunca es demasiado pronto para empezar con el álgebra”, lo mismo pasaba con la literatura y la historia. Animaba a los niños a seguir estudiando más allá de lo elemental, pero no les recomendaba dejar el campo.

Wittgenstein llevaba una mala relación con los adultos, un maestro celoso le inventaba chismes y también fue acusado de golpear sádicamente a sus alumnos (algunos antiguos alumnos dicen que sí los llegó a golpear pero Wittgenstein dejaba claro lo que era merecedor de castigo, por ejemplo, la deshonestidad). En abril de 1922, Wittgenstein abofeteó a un alumno que fue llevado desmayado a la secretaría de la escuela. Debido a lo anterior, fue sometido a un examen psiquiátrico para determinar si podía seguir enseñando, y a pesar de haber sido absuelto, renunció a la enseñanza.

En una próxima entrada comentaré acerca del diccionario para niños que Wittgenstein elaboró.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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