viernes, marzo 31, 2006

Lo Sagrado en la Ciencia Ficción
(Primera parte)


“Ciencia Ficción: Única genuina droga
que proporciona expansión a la conciencia”.
Arthur C. Clarke.

“La ciencia toca dogmas religiosos sólo
en la medida en que la religión es materialista”.
H. G. Wells.


¿Pueden llegar a algún punto de acuerdo creyentes, ateos y agnósticos? Los argumentos a favor de la existencia de Dios no han logrado su objetivo; todos ellos, desde el “argumento de la primera causa” hasta el “principio antrópico”, han sido contestados por agnósticos y ateos. Hoy todavía podemos citar a Bertrand Russell: “La objeción intelectual a la religión consiste en que no hay razón para suponer que hay alguna religión verdadera”.

Emile Durkheim escribió: “Se dice que la ciencia niega por principio la religión. Pero la religión existe; es un sistema de datos; en una palabra, es una realidad. ¿Cómo podría la ciencia negar una realidad?”. Siguiendo esta línea de pensamiento podemos decir que no es posible negar la existencia de un dios: el dios conceptual. Las pruebas de su realidad son múltiples: libros, esculturas, pinturas, edificios, etc. Ése es, tal vez, el punto de acuerdo entre creyentes, ateos y agnósticos.

Y es que decir que Dios existe es hacer una afirmación irrefutable. ¿Qué es Dios? ¿Quién es el Todopoderoso? ¿A qué se refieren los creyentes cuando hablan del Altísimo? Varias cosas son necesarias para verificar o refutar una idea o afirmación de conocimiento. En primer lugar, la idea a contrastar debe ser clara. Y aquí tenemos el primer problema. No hay un solo concepto de dios. Por otro lado, una hipótesis debe hacer predicciones sobre fenómenos aún no observados. Pero ¿cómo hacer predicciones cuando no hemos dejado claro nuestro concepto?

Todo esto lo saben los creyentes. Decía Tomás de Aquino: “Dios está muy por encima de todo lo que el hombre pueda pensar de Dios”. Para los creyentes, la deidad está más allá de todo entendimiento, el Omnipotente es tan complejo que jamás será comprendido por nuestras limitadas mentes. Si yo tuviera a un Dios al cual pudiera comprender, no lo consideraría un Dios. Sólo cuando la religión “dogmatiza sobre la naturaleza de las cosas” pueden refutarse o confirmarse las proposiciones. Pero ni siquiera refutar alguna característica de la deidad puede demostrar su inexistencia. En tal caso se modifica o refina el concepto de Dios. Y, en efecto, el dios-conceptual ha ido cambiando a través de la historia, cada creyente, cada filósofo o científico ha tenido su Dios. En vista de lo anterior, los creyentes pueden estar tranquilos, ni el más fino de los cabellos de Dios puede ser tocado por la ciencia. El Excelso está fuera del alcance de nuestro conocimiento.

De cualquier manera, no dejaremos escapar las oportunidades de atrapar a Dios, capturar al Ser Supremo es algo más que un buen deporte, es una necesidad. ¡Mentira! Ni con el barro ni con la tierra es que los creamos. Jamás usamos la madera o el maíz para traerlos a la vida. Con la misma sustancia que compone nuestras pesadillas es que creamos a los dioses. La duda atenaza nuestra mente. Saber –o intentar saber– por qué, cuándo y de qué materia le dimos vida al Creador. El dios-conceptual no puede evitar ser puesto en la mesa de disección.

Del dios que supuestamente existe (o que podría existir) se ocupan las religiones, mientras que del dios conceptual se ocupan los antropólogos, arqueólogos, psicólogos... y escritores de ciencia ficción. Dios ha muerto. Encontraron su cadáver en 2019, flotando en el espacio cerca de Alfa. El escritor de ciencia ficción como filósofo. El autor de cientificción como teólogo.

En La invasión divina, Philip K. Dick relata lo que ocurre cuando la astronauta Rybys Rommey, quién está muriéndose de esclerosis múltiple, se percata de que está embarazada sin haber conocido varón (la religión tiene un lugar importante en la obra de Dick, algunos aficionados al género señalan que su obra pasó por tres etapas: la política, la metafísica y la mesiánica). Isaac Asimov se ocupó del tema en su relato La última pregunta. Robert Silverberg en Tomás, el predicador. Olaf Stapledon en Hacedor de estrellas. Theodore Sturgeon se ocupa de los asuntos espirituales en Cuerpo Divino.

Cada uno de estos autores ha enfocado el asunto desde distintas ópticas.


Ray Bradbury lo sabe y nos lo dice en El Mesías: en el corazón de muchos jóvenes existe un sueño especial. “No hay niño cristiano que no se pregunte alguna noche: ¿seré Él? ¿No será ésta al fin la Segunda Venida, y yo no seré Él? Dios mío, ¿y si yo fuera Jesús? ¡Qué maravilloso!”.

Éste es el tema del que conversan en Marte algunos sacerdotes, pastores y un rabino. Sin embargo el padre Niven jamás deseó ser Jesucristo, él tenía otro deseo: “Sólo quería, con todo mi corazón, conocerlo. Desde los ocho años siempre pensé en eso. Quizá sea el principal motivo por el que me hice sacerdote”.

Ninguno de los presentes lo sabía, ni en sus más locos sueños lo hubiesen podido imaginar. Esa noche no sería una más... al menos no para el padre Niven.

“Llegó la medianoche y luego la una y las dos, y a las tres de la fría y profunda mañana de Marte el padre Niven se movió en sueños”. Algunos ruidos roban la tranquilidad del padre, quien se levanta y baja a la iglesia a revisar que todo esté en orden... Gotas de agua cayendo lo asustan... algún líquido caía en la pila bautismal.
Niven comienza a sudar. Una forma. Una figura hace que el padre se sienta fascinado y aterrorizado al mismo tiempo. Encuentra una explicación al sonido que instantes atrás lo había inquietado: una de las manos de aquella inesperada visita muestra una herida y la sangre cae a la pila bautismal.

“Como si hubiera recibido un golpe terrible, sofocando un grito, el sacerdote cayó de rodillas, en parte por la desesperación y en parte por la revelación, tapándose los ojos con una mano y rechazando la visión con la otra... Era como si un espantoso dentista le hubiera puesto un narcótico y de un solo tirón le hubiese arrancado, sangrando, el alma del cuerpo. Sentía que le tiraban de la vida y las raíces. Ay Dios, eran... ¡profundas!”.

Aquel visitante no es un desconocido para el padre: “Esos ojos extraños y hermosos y profundos y penetrantes, y la dulzura de la boca y la palidez enmarcada por los rizos sueltos de pelo y de barba eran como tenían que ser. El Hombre iba vestido con la sencillez de ropas que era natural en las costas y en el desierto de Galilea”.

La Segunda Venida sucede al fin. Jesucristo no se ha olvidado del ser humano... y se presenta en el planeta rojo.

-“Ahora que estás aquí, Dios mío querido, después de tantos años, de tantos sueños, no puedo perderte. Es pedirme demasiado, ¿no te das cuenta? ¡Dos mil años, toda una raza esperando tu regreso! Y soy yo el que te encuentra, el que te ve...
-“Sólo encuentras tu propio sueño. Sólo ves tu propia necesidad. Detrás de todo esto –la figura se tocó las ropas y el pecho– soy otra cosa”.

Y el padre Niven va dándose cuenta de la verdad.

El día anterior, los noticiarios lo habían informado: “Según el rumor cerca del pueblo. Éste es el primer marciano del que se informa en nuestra comunidad en lo que va del año. Se recomienda a los ciudadanos respetar a este visitante”.

Cuando la humanidad comienza a colonizar el planeta rojo, los habitantes de Marte simplemente se retiran. Los marcianos poseen poderes telepáticos y habilidades hipnóticas que les permiten andar por los pueblos engañando con máscaras y visiones a los habitantes.

Después de este episodio, la vida del padre Niven se transforma por completo. Y de alguna forma, también la del marciano.

“Divisó la silueta en la playa, a la distancia... Se puso de pie y se llevó la mano a los ojos para protegerse del resplandor del Sol... Por un momento tuvo la sensación... No, eso era imposible. No creía que fuesen a aprovecharse de ella con tanto descaro. Sin embargo, no pudo contenerse y echó a correr hacia él por la parte firme de la arena, junto a la orilla. El hombre estaba igual que en la última foto suya, feliz, lleno de energía, con la barba crecida luego de un día sin afeitarse. Ahogada en sollozos, se echó en sus brazos”.

Cuando niña, Ellie Arroway perdió a su padre. Ahora, adulta, aún lo extraña.

“No pasa un día sin que piense que sería capaz de renunciar a lo que fuere con tal de poder estar de nuevo unos minutos con mi padre. En la conversación cotidiana, puedo hablar de mi padre sin sentir más que... una leve punzada de dolor. Pero si realmente me pongo a evocarlo –digamos a rememorar su sentido del humor, esa pasión suya por la honradez–, se me viene abajo la fachada y me dan ganas de llorar su muerte”.

En lo más profundo de su ser soñaba con verlo y continuar disfrutando de su compañía, de su cariño.

“De niña aún, y hasta de joven, solía soñar que llegaba a él y le anunciaba que su muerte había sido un error, que en realidad estaba vivo. Pero esas fantasías le costaban caro, al despertarse luego en un mundo donde él ya no estaba”.

Nunca hubiera imaginado que gracias a aquel mensaje enviado por unas inteligencias desconocidas, sus sueños podrían cumplirse.

Los astrónomos, empeñados en la búsqueda de inteligencia extraterrestre, reciben la imagen de Hitler inaugurando los Juegos Olímpicos de 1936 junto a un mensaje.

“En opinión de Ellie, el mensaje era una suerte de espejo en el cual cada persona veía confirmadas o desafiadas sus creencias... El fanatismo, el temor, la esperanza, el ardiente debate, la oración callada, la generosidad ejemplar, la intolerancia estrechas de miras y la necesidad profunda de nuevas ideas, todo era como una epidemia que recorría febrilmente la superficie del minúsculo planeta Tierra...”.

En realidad se trataba de las instrucciones para construir una máquina. ¿Para qué serviría aquel artefacto? Las esperanzas y temores de la humanidad no tardaron en aparecer. “Hemos recibido una invitación muy singular. Quizá sea para asistir a un banquete. Nunca se ha invitado a la Tierra a concurrir a un banquete. Rechazar la invitación sería una descortesía”.

A pesar de los temores en el sentido de que aquel aparato pudiese ser peligroso para la humanidad, el proyecto obtuvo luz verde. “Se demoraron años; fue un sueño de la tecnología y una pesadilla para la diplomacia, pero finalmente se logró construir la Máquina”.

Y ahora ahí estaba Ellie, en una playa de un mundo lejano, caminando con su padre.

“La voz era exacta, tal como la recordaba. También el porte, el aroma, la risa, el roce de su barba contra su mejilla. Todo junto contribuyó a hacerle perder el aplomo. Ellie tuvo la sensación de que se descorría una imponente roca y entraban los primeros rayos de luz en una tumba antigua, casi olvidada. Tragó saliva y procuró dominarse, pero la enorme angustia que la conmovía le provocó otro acceso de llanto. Él le dio tiempo para reponerse, dirigiéndole la misma mirada tranquilizadora que recordaba haber visto en su rostro al pie de la escalera aquel día en que por primera vez ella se atrevió a emprender el temible descenso sin ayuda de nadie. Lo que más había añorado era poder volver a verlo, pero siempre reprimió su anhelo dado lo imposible de llevarlo a cabo. En ese momento, en cambio, lloraba por todos los años que los habían separado... lo tenía consigo, y no era un sueño ni una aparición, sino un ser de carne y hueso... o algo semejante. La había llamado desde el cosmos, y ella había acudido a la cita”.

Pero, ¿se trataba de Ted Arroway?

“Lo abrazó con todas sus fuerzas. Sabía que era un truco, una construcción, pero excelente. Por un momento lo tomó de los hombros y lo apartó de sí para mirarlo mejor. Estaba perfecto. Era como si su padre, muerto muchos años atrás, hubiera ido al cielo, y por último –por una vía tan poco ortodoxa– ella lograse volver a reunirse con él. Llorando, lo estrechó de nuevo entre sus brazos. Más de un minuto demoró en calmarse... Enjugó sus lágrimas, riendo y llorando al mismo tiempo”.

Al igual que en la historia de Bradbury, los extraterrestres que imagina Carl Sagan en su novela Contacto, toman la forma que creen más conveniente para comunicarse (a fin de cuentas Ellie “sentía en lo profundo de su ser un rechazo instintivo por los insectos, los topos y las serpientes. Era de esas personas que se estremecen –peor aún, que sienten asco– cuando se ven frente a seres humanos hasta con la más leve malformación”), y logran hacerlo después de indagar en la mente de sus interlocutores. “Lo logran a través de los sueños. Anoche, cuando dormíamos, ustedes se hallaban dentro de nuestra mente, ¿verdad? Y así pudieron extraernos todo lo que conocemos”.


¿Son los dioses de las antiguas mitologías visitantes del espacio? Erich von Däniken y compañía toman esas ideas de los relatos de ficción científica. Se cumple aquello que asegura nuestro amigo Héctor Chavarría: “Nada hay en la ufología que no haya sido presentado antes por la ciencia ficción”. Entrar en contacto con los dioses es una experiencia mística. Y el contacto que narra Sagan es, precisamente, místico.

Ellie Arroway es una agnóstica: “No hay pruebas contundentes de que Dios existe, o no”. De joven, para evitar conflictos con su madre y su padrastro, acepta ingresar a un grupo de estudios bíblicos; al poco tiempo, debido a su mente indagadora y a su poco interés en aceptar respuestas fáciles, lo abandona. Posteriormente, cuando ya es astrónoma, debate con Palmer Joss, un fundamentalista con cierta popularidad. Joss tiene una visión del mundo que Ellie considera equivocada. Quién podría imaginar que su “enemigo” llegaría a ser su aliado.

Pero el interés de Ellie Arroway en la astronomía tiene mucho de sobrenatural. Entendiendo por sobrenatural “el asombro absoluto”. Compara sus sentimientos con los de los creyentes: “Si lo más significativo de la religión es el poder percibir lo sobrenatural, ¿quién te parece más religioso? ¿El partidario de las religiones burocráticas o el que se aboca al estudio de las ciencias?”, le pregunta Ellie a su novio, a lo que éste responde: “Es sábado a la tarde, y hay una pareja desnuda, tendida en la cama, leyendo la Enciclopedia Británica, discutiendo sobre si la galaxia Andrómeda es más ‘sobrenatural’ que la resurrección. ¿Saben ellos cómo pasar un buen momento, o no?”.

Y es que Ellie se da cuenta de que la naturaleza es tan extraordinaria que no es necesario inventar historias fantásticas para lograr el asombro:

“La ciencia y la religión se basan en el asombro, pero pienso que no es necesario inventar historias; no hay por qué exagerar. El mundo real nos proporciona suficientes motivos de admiración y sobrecogimiento. La naturaleza tiene mucha más capacidad para inventar prodigios que nosotros”.

De esta manera le da la razón a Albert Einstein: “Sostengo que el sentimiento religioso cósmico es la motivación más fuerte y noble para la investigación científica”.

La manera en que los extraterrestres se comportan y se expresan de los seres humanos les hace aparecer como dioses. Ellie se entera de los proyectos intergalácticos. Los seres humanos, algún día, podrían llegar a participar en ellos.

“El universo se expande, y no hay en él suficiente materia como para frenar la expansión. Después de un tiempo ya no hay otras galaxias, estrellas, planetas, ni nuevas formas de vida... sólo lo mismo de siempre. Todo va a agotarse y resultará aburrido. Por eso, en Cygnus A estamos poniendo a prueba la tecnología para producir algo novedoso, que podríamos denominar un experimento en remodelación urbana”. Estamos ante los dioses.

“Existía una jerarquía de seres en una escala que ella jamás imaginó. Sin embargo la Tierra tenía su lugar, un puesto clave en dicha jerarquía”. Pero los dioses no son los responsables de todo... “las estaciones de tránsito” son un misterio. Ellie desea preguntar sobre lo que siempre la ha inquietado... ¿tienen mitos?, ¿creen en Dios? ¿Hay algo que cause sobrecogimiento en los creadores de lo sobrenatural? Y el mensaje le es dado: los números irracionales encierran un mensaje.

Ellie escucha lo que se encuentra al avanzar en el cálculo de pi... algo extraño sucede conforme los dígitos son calculados. Cuando se llega a diez a la vigésima potencia, el misterio hace acto de aparición. Los números fortuitos se esfuman, y durante un período increíblemente prolongado se obtiene sólo una larga serie de unos y ceros, después esta secuencia se interrumpe y se vuelve a la secuencia de números al azar... ¿Qué es lo que dice el mensaje de pi?, pregunta Elli, y le responden con un “no lo sabemos”.

El regreso comienza. “Qué teológicas se habían vuelto las circunstancias. Había habitantes del espacio, seres tremendamente poderosos e inteligentes, preocupados por nuestra supervivencia, que observaban nuestro comportamiento. Pese a que reniegan de desempeñar ese papel rector, es obvio que tienen la facultad de decidir sobre la vida y la muerte, la recompensa o el castigo de los insignificantes pobladores de la Tierra. ‘Y esto’, se preguntó, ‘¿en qué se diferencia de la antigua religión?’. En el acto comprendió la respuesta: era cuestión de pruebas. En los videotapes, en los datos recogidos por sus compañeros, habría testimonios fehacientes de que existía la Estación, del sistema de tránsito del agujero negro. Habría cinco relatos independientes, que se corroborarían unos a otros, respaldados por pruebas físicas contundentes. Sería algo concreto, no rumores ni fórmulas mágicas”.

Pero Ellie se adelanta, no sabe lo que ocurrirá. El contacto de aquellos aventureros y el contacto que logran los místicos con lo sagrado será más parecido de lo que imagina. Cuando salen de la Máquina, Ellie pregunta a uno de los involucrados en el proyecto “desde tu perspectiva, ¿qué fue lo que ocurrió?”. “Nada” es la respuesta que por el momento no le parece importante.

La experiencia de los viajeros es puesta en duda y son obligados a callar. Simplemente la Máquina no había funcionado. De igual forma, las experiencias de los místicos son puestas en duda.

¿Cómo saber si los místicos realmente se comunican con la deidad? ¿Cómo saber si Ellie y los otros que subieron a la Máquina realmente contactaron con los extraterrestres?

Philip K. Dick muestra cómo podemos distinguir un contacto real de una simple alucinación. Después de encontrarse con Dios, Amacaballo Fat –su alter ego– “desarrolló un amor por él que no era normal. No consistía en lo que habitualmente se entiende cuando se dice que alguien ama a Dios. En el caso de Fat se trataba sencillamente de hambre. Y lo que es todavía más extraño, nos explicaba que Dios lo había herido y, sin embargo, seguía anhelándolo como un borracho anhela la bebida. Dios, nos dijo, le había disparado un rayo de luz rosa directamente a la cabeza, a los ojos...”.

¿Aquello era real? No podía ser de otra manera. Después de ser tocado por el rayo de luz rosa supo cosas que nunca había sabido antes. “Específicamente supo que su hijo de cinco años padecía de un defecto de nacimiento que no había sido diagnosticado y supo en qué consistía dicho defecto hasta en sus menores detalles anatómicos. De hecho, supo hasta los detalles específicos para informar al doctor”. Así es como Fat logró salvar la vida de su hijo. “Fue una suerte que lo hubieran descubierto a tiempo”, dijo el médico.

Entonces lo importante está en el mensaje. ¿Qué te dijeron los dioses?, ¿qué te revelaron los extraterrestres?, ¿hay información que pueda corroborar tu historia? Ése era el reto que tenía frente a sí Ellie Arroway.

“No somos injustos. Si usted consigue una prueba concreta, convincente, la respaldaremos cuando le dé publicidad. Vamos a decir que le hemos pedido no dar a luz su historia hasta no estar absolutamente seguros... lo mejor es obtener la prueba, si puede”. Palmer Joss se convierte en el aliado de la astrónoma.

“No sé qué te sucedió en esa Máquina, pero a lo mejor te sirvió para cambiar”, le dice su “padrastro”. Y ésta es otra similitud con las experiencias místicas: todos aquellos que las tienen ven transformada su vida.

Al analizar pi, Arroway encuentra lo que siempre había buscado y logra descifrar el mensaje, percatándose de que “el universo había sido creado ex profeso. En la textura del espacio y en la naturaleza de la materia, al igual que en una gran obra de arte, siempre figura, en letras pequeñas, la firma del artista. Por encima del hombre, de los demonios, de los Guardianes y constructores de Túneles, hay una inteligencia que precede al universo”.

Dios está presente a lo largo de la novela de Sagan. Pero es un dios de leyes universales exclusivamente, un dios dedicado a un negocio mayorista, no al por menor; un dios que no adapta sus procesos a la conveniencia de cada individuo.

En Contacto la comunicación con los extraterrestres es una experiencia mística.

4 comentarios:

Cristian Orozco V. dijo...

Hola Martin

Me presento, soy uno de los millones de internautas que navega por internet, pero a diferecia de ellos, y junto aun pocos cientos, busco algo interesante de lo que se llama "la red". Soy de Chile y tengo 21. Sin querer di con tu página y me soreprendi bastante, pues tus comentarios son afilados y bastante interesantes. A pesar que la ciencia ficción no es mi fuerte siempre he admirado a figuras como Bradbury, Asimov y Young, pues soy un escritor dedicado y se apreciar lo bueno sea como se vista.

Lo más llamativo de tu página, y fue como la encontré, es la mención de Wittgenstein. Je, al hombre yo lo ando estudiando. Me he puesto a leer el Tractatus y las Investigaciones, pero no he tenido con quien comentarlas pues en mi carrera si bien es de lenguaje pocos, mejor dicho ninguno, se interesan por la filosofia.

Bueno, un saludo.

Beckman..-

http://www.jonathanbeckman.blogspot.com

Martín Fragoso dijo...

Hola Jonathan, gracias por escrbir.

Puedes encontrar algo más sobre Wittgenstein en las entradas del 1 y 9 de septiembre, y en la del 10 de noviembre.

Pronto seguré subiendo más acerca del Círculo de Viena y de Wittgenstein.

Apenas estoy conociendo al Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hola. He leido mucho (todo? No) de lo que escribió Asimov motivo por el cual leí tu página, a la que llegué por azar y a la que seguramente es difícil que el azar me traiga de nuevo. Si te sirve de consuelo la he metido en Favoritos para hacer en el futuro un click adicional.

Me parece curioso que tratando el tema de religión y ciencia ficción no menciones a Orson Scott Card. OSC es un escritor muy interesante por varias series de libros que ha publicado. Pero además es pastor (se dirá así?) de la iglesia mormona, y eso hace que generalmente escriba ciencia ficcion de un modo diferente en lo tocante a religión. Podría recomendarte la saga de Ender (Ender y sobre todo el segundo libro "El portavoz de los muertos") donde "inventa" una especie de religion humanista. Otro título de OSC con contenido religioso es "Las gentes del margen" donde un grupo de mormones vive el post-holocausto.

OJO! No soy mormon ni defensor aferrimo de religion alguna ni de OSC. De hecho siempre me hizo gracia la grandisima enemistad entre OSC y William Gimbson (el autor de Neuromante... y de todo un grupo de libros de digamos ciberpunk). Y me hace gracia esa enemistad pues he leido de ambos mucho y los admiro a ambos.... soy un heterodoxo, jejejeje

Saludos, y te dejo mi email por si quieres comentar algo distinto de mi ortografía ;-)

email: tejedor@arrakis.es

Martín Fragoso dijo...

Hola Javier. Lo que escribí sobre la religión en la ciencia ficción lo dividí en dos partes (en unos días más subiré la segunda).

Aunque te adelantas un poco, tienes razón, tampoco en la segunda parte menciono a Orson Scott Card; gracias por tus recomendaciones y apuntes, los tomaré en cuenta.

Saludos.