viernes, diciembre 02, 2005

¿Y qué tal que Dios no fuera malo sino torpe?


En la cuarta parte del Discurso del método René Descartes se ocupa de probar la existencia de Dios y del alma humana.

Explica la forma en que llega al primer principio de su filosofía:

(Pensé que debía) rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían entrado a mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: ‘yo pienso, luego soy’, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.

A continuación reflexiona sobre lo que es. Afirma que puede fingir que carece de cuerpo, pero que no es posible, al mismo tiempo, pensar y fingir que no se existe; concluye entonces que es una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, de suerte que este yo, es decir, el alma, por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es.

La duda sobre la certeza de las proposiciones le hace concluir que es imperfecto: puesto que yo dudaba, no era mi ser enteramente perfecto, pues veía claramente que hay más perfección en conocer que en dudar.

El reconocimiento de su imperfección le lleva directamente al Ser Supremo:

...y se me ocurrió entonces indagar por dónde había yo aprendido a pensar en algo más perfecto que yo; y conocí evidentemente que debía ser por alguna naturaleza que fuese efectivamente más perfecta (...) era cosa manifiestamente imposible que la tal idea procediese de la nada; y como no hay menor repugnancia en pensar que lo más perfecto sea consecuencia y dependencia de lo menos perfecto, que en pensar que de nada provenga algo, no podía tampoco proceder de mí mismo; de suerte que sólo quedaba que hubiese sido puesta en mí por una naturaleza verdaderamente más perfecta que yo soy, y poseedora inclusive de todas las perfecciones de que yo pudiera tener idea; esto es, para explicarlo en una palabra, Dios.

El siguiente paso de Descartes consiste en pensar en los atributos de Dios: para conocer la naturaleza de Dios hasta donde la mía es capaz de conocerla, bastábame considerar todas las cosas de que hallara en mí mismo alguna idea y ver si era o no perfección el poseerlas; y estaba seguro de que ninguna de las que indicaban alguna imperfección está en Dios, pero todas las demás sí están en él...

Para el autor del Discurso son menos seguras las cosas que conocemos mediante nuestros sentidos (como las estrellas) que Dios, ¿por qué? Porque nuestros sentidos pueden engañarnos, en cambio, las ideas metafísicas provienen de la razón.

Tenemos entonces que René Descartes considera que tan cierto es por lo menos, que Dios, que es ese ser perfecto, es o existe, como lo pueda ser una demostración de geometría.

Pero ¿qué tipo de Dios nos muestran los “textos sagrados”? Dios nos habla de sí mismo en sus revelaciones, es así como podemos comparar las ideas que tenemos acerca del Altísimo con lo que él mismo nos expresa. ¿Realmente es tan perfecto como pensaba Descartes?

Veamos el Génesis. En el capítulo seis leemos:

Versículo 5: Y vió Jehová que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Versículo 6: Y arrepintióse Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y pesóle en su corazón.
Versículo 7: Y dijo Jehová: Rearé los hombres que he criado de sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo: porque me arrepiento de haberlos hecho.

¿Arrepentimiento? Los seres humanos somos imperfectos y por ello nos arrepentimos. ¿Pueden coexistir en un mismo ser la perfección y el arrepentimiento? ¿Un Dios perfecto podría crear seres imperfectos? Podemos dar respuesta afirmativa a la última cuestión, si fuésemos perfectos seríamos similares a la deidad, un dios que no deseara crearse competencia produciría seres imperfectos, pero lo haría con pleno conocimiento de causa; el arrepentimiento muestra que las cosas no le salieron como deseaba.

Al menos puede ser tranquilizador pensar que es posible que los males que Dios causa a la humanidad no se deben a que haya maldad en su corazón sino a su torpeza.

Entonces las preguntas acuden a nosotros. Si partimos del hecho de que Dios no es malo sino torpe ¿a qué conclusiones podemos llegar?, ¿qué tipo de teología se podría construir? Pues no lo sé pero hay escritores que se han ocupado de la imperfección del dueño del universo, he aquí un ejemplo.

En Muertos Incómodos (Editorial Joaquín Mortiz) Paco Ignacio Taibo II y el Subcomandante Marcos escriben sobre una de las torpezas de Dios.

A veces como que también el Dios se equivoca. Es lo que reflexiona un zapatista cuando llega al monstruo, es decir, a la Ciudad de México. Ya es de noche y él continúa su recorrido por las calles (anda en comisión de investigación), es cuando lo detienen los judiciales.

Y entonces que me dicen que quién soy, que qué ando haciendo, que me caiga con lo que traigo y otras cosas que no muy entendí porque hablan muy otro esos judiciales. Y entonces ya me querían subir a la patrulla, pero que se acerca una muchacha con una falda bien rabona y una blusita, que sea que estaba bien encuerada y hacía mucho frío. Y entonces la muchacha los habló a los judiciales y ya me dejaron ir ya. Y entonces la muchacha se me acercó y se puso a platicar conmigo y me dijo que se llama Magdalena. Y entonces me preguntó que de onde era yo porque hablaba muy otro. Y entonces yo, como vi que es buena gente porque me espantó a los judiciales, le dije que de Chiapas. Y entonces ella me preguntó si era yo zapatista. Y entonces yo le dije que no conozco qué cosa es zapatista. Y entonces ella dijo que claro se veía que yo sí era zapatista, porque los zapatistas no andan diciendo que son zapatistas. Y entonces ella me dijo que ella había estado en el Frente Zapatista de Liberación Nacional, que sea el FZLN, pero que no muy le daba tiempo de ir a las reuniones. Y entonces ella me dijo que no es una ella sino un él. Y entonces, como muy no le entendí, ella se levantó la falda y ahí se miró su ése-cómo-se-llama haciendo bulto en su calzón. Y entonces yo le pregunté que cómo era que es un él y se viste como una ella. Y entonces ella o él me contó que es mujer pero tiene cuerpo de hombre. Y entonces me invitó a su cuartito, que porque no había clientes, dijo. Y entonces en su cuartito me contó todo y que ella o sea él quiere ahorrar su dinerito para operarse el cuerpo de hombre y hacerlo cuerpo de mujer y que por eso estaba taloneando. Y entonces yo no muy entendí qué cosa es “taloneando” y ya me explicó. Y entonces se quedó dormida. Y entonces yo me acomodé en un rincón con mi chamarra y una cobija de la Magdalena que me emprestó. Y no dormí porque estuve pensando que a veces el Dios también se equivoca, porque a la Magdalena, que es mujer, la puso en cuerpo de hombre.

A la mañana siguiente toman café y platican de la lucha zapatista, Magdalena le dice que puede quedarse en el cuarto el tiempo que desee.

Y entonces yo le di las gracias y aluego salí y le compré un su ramo de rosas rojas y se lo di y le dije que cuando gánemos la guerra íbamos a poner un hospital para enderezar todo lo que le había salido chueco al Dios. Y entonces ella se puso a chillar, que sea porque nunca le habían dado flores, creo. Y entonces un buen rato estuvo chillando. Y entonces aluego se fue a talonear. Y entonces yo me fui a buscar su trabajadero del Belascoarán.

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