martes, diciembre 06, 2005

Durante algunos números de la revista Contacto Ovni el investigador Luis Ruiz Noguez publicó una sección titulada El rincón del escéptico.
En el número 15 (correspondiente a Julio de 1996) Luis publicó un artículo titulado La ufología al fin del milenio y las escobas voladoras (a pesar del tiempo transcurrido, el artículo no ha perdido vigencia).
Refiriéndose al libro Veredicto OVNI de Robert Scheaffer, la revista Sky and Telescope mencionaba “Si quieres tener un solo libro sobre ovnis, éste es tu libro”. Pues yo digo que si quieren leer un solo artículo sobre ovnis, éste es su artículo.
¿Quieren saber qué es la ufología? Sigan leyendo, Luis R Noguez nos explica cómo funciona la ufología y cómo piensan los ufólogos creyentes.


La ufología al fin del milenio y las escobas voladoras

Luis Ruiz Noguez

Cíclicamente los valores morales, religiosos y culturales sufren tambaleos peligrosos, principalmente al acercarse un fin de siglo o de milenio. En esos momentos resurge el fundamentalismo religioso y hay reacomodo en las creencias. El ambiente se vuelve propicio al surgimiento de diversas sectas que adoptan ropajes adecuados al momento. Tal es el caso actual del movimiento New Age escudándose tras su careta ecológica; las autonombradas paraciencias (como la astroarqueología, o el estudio de vestigios dejados en la Tierra por supuestos astronautas antiguos; la parapsicología que estudia los míticos poderes de la mente; la criptozoología que se ocupa de la posible existencia de animales ocultos como el Yeti o el Monstruo de Loch Ness, etc.) y la que ha tomado más impulso, por lo menos en nuestro país, la ufología u ovnilogía, que poco a poco se va transformando en la religión tecnológica posmoderna.

Estas paraciencias, que estudian los mundos “paralelos” y nada tienen de científicas, no han aportado nada al desarrollo del conocimiento humano y sólo han creado ilusiones y mundos para-lelos y para-anormales. Sin embargo, han tenido más incidencia en la mente del ciudadano común que los reclamos y advertencias de los verdaderos científicos. Tan es así que la palabra escéptico se ha convertido en un adjetivo peyorativo. A los escépticos se nos considera como necios, faltos de imaginación, agentes de la CIA y hasta inquisidores. Pero como veremos a lo largo de estas líneas, son los “otros” los verdaderos necios, inquisidores y faltos de cultura.

En los programas de confrontación televisados o radiados, los crédulos y analfabetas en ciencias se han atrevido a identificarse con Galileo, con Harvey y con los hermanos Wright, dejando a los escépticos el papel de reaccionarios. No obstante la historia muestra lo contrario, los científicos fueron siempre las víctimas.

Los inquisidores eran los que creían en los pactos satánicos y los vuelos de las brujas, y para demostrarlo no presentaron nunca la prueba más obvia (una auténtica Escoba Voladora No Identificada), sino que se dedicaron a quemar en la hoguera a miles de personas. Era el gran público quien no creía en las ideas de Harvey y eran ellos mismos quienes negaban el vuelo a los aparatos más pesados que el aire. En fin, las víctimas (Galileo, Harvey y los Wright) fueron los científicos y no lo contrario.

INVERSIÓN DE VALORES

Pero, ¿por qué se ha dado esta inversión de valores? La respuesta es simple: los cultores de estas disciplinas llegan al gran público a través de la TV, la radio y los medios gráficos. De esa manera los falsos científicos tienen allanado el camino. Aunado a la irresponsabilidad de los medios electrónicos que explotan el raiting del dislate, está la ineficacia de una educación que no logra estimular el desarrollo del pensamiento crítico. El interés popular por lo oculto se ha intensificado notablemente en los últimos años. Son muchos los que hoy, en todos los estratos sociales, están deseosos de aceptar, sin crítica, explicaciones que atribuyen causas paranormales a fenómenos poco comprendidos o imperfectamente percibidos. Lo anterior se debe, además de las razones ya expuestas, a que la Ciencia no tiene todas las respuestas. La Ciencia no es magia. El mismo Asimov escribió: “Examinad fragmentos de pseudociencia y encontraréis un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarse; ¿y qué ofrecemos nosotros a cambio? ¡Incertidumbre! ¡Inseguridad!”

Los seguidores de las pseudociencias son como niños que desconocen y por eso le temen al mundo.

No obstante, la Ciencia no tiene miedo de estar equivocada, pues el sólo hecho de saber que esto pueda ocurrir implica más conocimiento. Esto no ocurre con los ufólogos creyentes, pues de aceptar que están equivocados, y que no estamos siendo visitados por seres de otros planetas, se les derrumbaría su mundo.

Los ufólogos crédulos no han podido, después de casi 50 años, dar una demostración convincente de la existencia de esas naves. Todo lo que han hecho es reunir “pruebas” (reportes, fotografías, videos) para reafirmar una “hipótesis” previa (que ni siquiera es una hipótesis desde el punto de vista científico) que se tiene y en la que se cree. No hay nada de ciencia en esto. Para que exista una literatura ufológica no es necesario la existencia de nada objetivo. La literatura ha crecido al margen de los hechos reales.

LOS DISCÍPULOS DE GOEBBELS

La Ciencia no se apoya en el poder; sí pueden hacerlo algunos científicos. Pero esto no se puede comparar, ya que sería como afirmar que la conducta humana de los científicos es la misma que la de la Ciencia, es decir, estaríamos igualando la esencia de una ley con su aplicación. La Ciencia no necesita apoyarse en el poder, pues el conocimiento comprobado es aplicación efectiva y eso en sí es el poder. En cambio, quien no pueda mostrar la efectividad de lo que afirma, necesita apoyarse en cualquier poder. En ésta época tales personas se apoyan en la comunicación.

Ya hace algunos años Goebbles, ministro de propaganda nazi, había comprendido lo anterior y en su momento declaro: “Transmite tres veces por un medio masivo de comunicación el disparate más grande y la mayoría de la gente te lo creerá; hazlo cinco veces y tú mismo lo creerás”.

El pueblo mexicano había sido impermeable al fenómeno OVNI (encuestas en las décadas de los 50, 60, 70 y 80 mostraban porcentajes del 5 hasta un máximo del 23% de creencia en la existencia de los OVNIs). No fue sino hasta que el tema se trató masivamente en la televisión, que se invirtieron los valores.

En general los ufólogos mezclan ideología, falsedad, desinformación, hormonas y deseos en un coctel indigesto y nocivo, que llevado a su límite implica el colapso del juicio crítico y del pensamiento racional, y deja a sus adeptos inermes ante las afirmaciones más peregrinas de estos charlatanes. La mentalidad del ufólogo crédulo pareciera incapaz de trascender una racionalización antinómica. No hay razonamientos sino pasiones, que se traducen en parcialidad ideológica expresa en la negativa de aceptar las leyes de la naturaleza.

La ideología de los ufólogos creyentes se traduce en enunciados existenciales del tipo “existen los OVNIs”, “hay vida en otros planetas”, etc. No podemos negar este tipo de afirmaciones; pero no poder negarlo no es igual a haber demostrado la existencia de lo que se afirma. No podemos negar la afirmación “existe vida extraterrestre” simplemente porque no poseemos medio alguno para explorar la totalidad del universo, pero eso no avala la destinación de fondos a un “Comité de Prorecepción de Bichos Macrocéfalos Intergalácticos” sin tener la mínima prueba de su existencia.

En tanto y en cuanto no se halle un nuevo sistema para resolver problemas y, de este modo, tomar decisiones adecuadas, el sistema actual (El Método Científico) es válido.

LA CARGA DE LA PRUEBA

Es responsabilidad de quien lanza una afirmación el demostrarla. Mientras más fantástica sea ésta, las pruebas deberán ser más impresionantes. Los ufólogos afirman que estamos siendo visitados por seres extraterrestres sin aportar ninguna prueba. Las fotografías y videos son anecdóticos, pues nadie nos puede asegurar que no se captó un globo, un avión, algún objeto astronómico, un fenómeno geofísico, o más aún, que no fueron trucadas.

Estos charlatanes lanzan al aire sus afirmaciones y tan campantes piden que se les demuestre que no son ciertas. Invierten la carga de la prueba: no es necesario mostrar ningún resultado y son las disciplinas científicas las que deben demostrar que esas afirmaciones no tienen validez.

La Ciencia hace también algunas afirmaciones impresionantes, como que toda la información hereditaria está codificada en una sola molécula, el ADN, pero a diferencia de los ufólogos charlatanes, los científicos sí presentan pruebas y demuestran sus argumentos.

Las pseudociencias se han convertido en un gran negocio que explota la credulidad pública, al mismo tiempo que pone en peligro la salud y el bienestar de la gente y aún de naciones enteras y predispone a la población contra la Ciencia. Hay gente que ha muerto innecesariamente como resultado de la lectura de libros que recomiendan dietas naturistas y falsos tratamientos médicos. Las necedades de Hitler arraigaron en la mente del pueblo alemán gracias a fantásticas teorías antropológicas. Durante los últimos años muchos niños se han visto gravemente perturbados por la lectura de libros y la visión de películas sobre posesión de demonios y abducciones. Madres sicóticos han asesinado a sus hijos en el intento de exorcizar al diablo. Las pseudociencias no son inofensivas. El costo de su proliferación es realmente incalculable. Una concepción irracional del universo puede tener consecuencias trágicas.

En vista de lo anterior ¿deberíamos prohibir la publicación de esa basura? La respuesta es no. Todo mundo tiene derecho a soñar, no importa cómo, quitar ese derecho equivaldría a cortar de un tajo las libertades individuales. Nadie debe suprimir esos libros y documentales baladíes; pero aquellos que conocen y respetan la Ciencia tienen derecho a sentirse moralmente ofendidos.

LA ALTERNATIVA RACIONAL

Ante el cúmulo de disciplinas irracionales contrarias al conocimiento científico, quienes se dedican a la Ciencia tienen dos caminos: ignorar lo que ocurre (que ha sido la vía adoptada hasta hoy) o trabajar para desenmascarar a los farsantes y charlatanes. Hay quienes consideran que las pseudociencias se refutan solas. Desgraciadamente no es así; los consultorios de astrólogos y lectores de café desbordan de clientes; las azoteas se ven repletas de muchachos sin quehacer, con cámara de video en mano; y los medios de comunicación dan cabida a los anuncios y artículos más descabellados. Este nuevo florecimiento de las pseudociencias parece obedecer a cierta hambre de noticias científicas sensacionalistas por parte de un público crédulo. A la gente le gusta los buenos cuentos de misterios sin resolver.

A este respecto Philip Klass ha dicho:

“Los malos ufólogos son los más populares, puesto que todos los casos que ‘investigan’ son –para ellos- inexplicables y, por lo tanto, pueden comercializarse fácilmente en los medios de comunicación. Los buenos ufólogos encuentran una explicación que convierte el caso en algo sin atractivo comercial, dado lo cual, es muy difícil que se publique, quedando ellos y su trabajo en el anonimato”.

Pero no olvidemos que a la gente también le gustan los misterios elegantemente resueltos, y como ejemplo están las obras de Conan Doyle y Agata Christi.

Existen muchas personas que no son escépticas porque sólo conocen la versión fácil y amañada de los ufólogos charlatanes. Si se les dan argumentos y alternativas racionales pueden reafirmar su convicción crítica.

A pesar de todo, el fenómeno OVNI es un buen desafío intelectual en la medida en que el investigador debe tener la capacidad y los conocimientos necesarios para descubrir con qué se está confundiendo el observador o de qué manera falsificó la información. El investigador debe tener, además, el don de poder redactar un informe atractivo para el lector. El principal desafío de los ufólogos del futuro será invertir los valores actuales y hacer que la Ciencia, en el campo de la ufología, retome el lugar que nunca debió haber perdido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tube números de la revista contacto ovni, que también llegaba a Chile, y recuerdo la sección del rincón del escéptico.
Yo creo que esa posición entre ufología y ciencia debería acabarse. La gran culpa de tanta propagasión de la ignorancia es el sensasionalismo, es increíble que la mayoría de las fotos de onvis sean trucadas. Pero el punto es que NO todas las fotos o "contactos" son falsificaciones: por lo tanto creo que estos acontecimientos sí deben ser estudiados, PERO NO POR UFOLOGOS SINO POR CIENTÍFICOS.
Al diablo con Benitez!