lunes, septiembre 05, 2005

El científico hedonista



El químico farmacobiólogo Martín Bonfil comenzó su labor como divulgador de la ciencia en 1993. Ha colaborado en los periódicos Milenio y La Crónica de Hoy, el diario universitario Humanidades, el boletín El Muégano Divulgador y la revista ¿Cómo ves?

Son contadas las ocasiones en las que los comunicadores de la ciencia se ocupan de la seudociencia, y Martín lo hace en su más reciente libro: La ciencia por gusto.

Ovnis, pasajes esotéricos, creacionismo, astrología y medicinas alternativas son algunas de las cuestiones tratadas en esta obra. El objetivo del autor es que el ciudadano común pueda “distinguir la auténtica ciencia de las imitaciones baratas que sólo buscan enriquecer a unos cuantos o que pretenden sustituir el pensamiento científico, crítico y racional, con creencias deshilvanadas que sólo sirven para tranquilizar almas afligidas (lo cual, desde luego, es un fin válido, pero no científico). Esas imitaciones no hacen nada por proporcionarnos herramientas para mejorar nuestra existencia y volvernos dueños de nuestras propias decisiones.”

Y para lograr su objetivo Martín nos explica lo que es la ciencia: cómo funciona, qué hace, para qué sirve y, sobre todo, qué visión nos ofrece del mundo. Además nos habla acerca del placer intelectual que puede proporcionarnos: “Una persona que no conozca y comprenda, al menos hasta cierto punto, algunos de los conceptos científicos básicos, se estará perdiendo de una de las facetas más interesantes y potencialmente más placenteras de la cultura actual. Exactamente igual que alguien que no lea literatura, no vaya al cine o no escuche música; no se trata de poner a ninguno de los productos del intelecto y la sensibilidad humana por encima de otros... en mi opinión, el verdadero valor de la ciencia, lo que la hace maravillosa, digna de nuestro interés y nuestros empeños, lo que la hace valiosa y humana, es su belleza. O tal vez debería decir, el placer que nos causa. En otras palabras, su valor fundamental es estético, no pragmático”.

Sin duda Martín es un científico hedonista y como tal se muestra desde el título de su obra.



Pero ¿vale la pena combatir las supersticiones? ¿Tiene algún sentido refutar la seudociencia? ¿Qué caso tiene contradecir a quienes creen en cartas astrales, péndulos, cristales, enseñanzas del chamán don Juan, buenas y malas “vibras”, hadas, ángeles y demás frutos de la imaginación humana? ¿Por qué no dejar que cada quien crea en lo que quiera y todos felices? Martín responde: “hay quienes pensamos que guardar silencio frente a semejantes manifestaciones de la ignorancia y la credulidad, cuando no del pensamiento confuso o de plano la mala fe, conlleva una aceptación tácita de que se vale engañar y poner en ridículo a nuestros semejantes, y –si se dejan- aprovechar para despojarlos de su dinero usando estas creencias como pretexto.”

Bonfil examina afirmaciones seudocientíficas que hemos importado, como la cara de Marte; pero también analiza seudociencia hecha en México, como la “virgen del metro” o la afirmación de que “Carl Sagan sabía que los extraterrestres visitan la Tierra pero no lo reveló por presiones de su gobierno”. Curioso resulta enterarnos –al menos yo no lo sabía- que el satélite mexicano Satmex 5, lanzado al espacio en 1998, llevaba una imagen de la Virgen de Guadalupe, ¿para qué? Para que, desde el espacio, vigilara nuestro país. “Como se ve, el colmo de la tecnología moderna junto al colmo del pensamiento místico: creer que incluir una figurita pintada podrá tener algún efecto en el destino de un país (o de un satélite)”.

Pero desenmascarar farsantes no es tarea sencilla: “El problema cuando se intenta demostrar lo absurdo y falso de afirmaciones como las de quienes creen en los ovnis –o en la telepatía, los fantasmas, la reencarnación, la astrología, los poderes de los cristales, las curaciones “cuánticas” o las que se realizan mediante péndulos- es que con ellos no es posible discutir. Sus argumentos no sólo utilizan un lenguaje y unas premisas diferentes de los de la ciencia –muchas veces tergiversando el significado de términos científicos-, sino que incluso su manejo de la lógica elemental tiende a ser muy deficiente”.

Mediante filosofía de la ciencia intenta Bonfil ayudarnos a distinguir entre ciencia y seudociencia. ¿Tiene o busca la ciencia “la verdad”?, ¿qué tan objetiva es?, ¿puede equivocarse?, ¿existe el método científico?, ¿qué tan científicas son las ciencias sociales?, ¿por qué ciertos sectores de la sociedad ven con tanta desconfianza o temor a la ciencia?, ¿es la ciencia la causa de nuestros males? ¿demasiada ciencia deshumaniza?, ¿quiénes son los enemigos de la ciencia?

Las respuestas que ofrece enriquecen el libro ya que además de explicar el escepticismo o pensamiento crítico, Bonfil reflexiona sobre algunas ideas de Karl Popper, Thomas Kuhn y Ruy Pérez Tamayo. De igual forma, propone ver desde otra perspectiva la “trampa” de Sokal.

El falso artículo de Sokal –dice Bonfil- fue aceptado con ciertas reservas, los editores de Social Text relajaron sus normas de aceptación en su caso particular, por tratarse de un artículo proveniente de otro campo que mencionaba una gran cantidad de conceptos científicos complejos. El texto y las posteriores declaraciones de Sokal causaron que se formaran dos bandos: los que apoyan a Sokal y quienes no están de acuerdo con sus tesis, estos bandos parecen poco dispuestos al diálogo. “Lo más lamentable es el daño, real y muy grave, que dicha polarización está causando a la ciencia, a los estudios sobre la ciencia (se ha incluso cuestionado la conveniencia de seguir apoyándolos) y, especialmente, a la imagen pública de la ciencia... Lo cierto es que los enemigos de la ciencia; los verdaderos enemigos de la ciencia, es decir, seudocientíficos, charlatanes y falsos místicos, más interesados en el dinero que en la salvación de almas, han aprovechado los ataques extremos a la ciencia para reforzar sus afirmaciones de que todo –de la cacería de ovnis al uso de imanes para curar el cáncer- es tan válido como la ciencia.” De ahí que no debamos equivocarnos de enemigos “y atacar a los estudiosos sociales de la ciencia, quienes sólo quieren entenderla y, si es posible, mejorarla, aun al precio de cuestionar sus aspectos dudosos (que los tiene)”.

A lo largo de su libro Martín Bonfil nos empuja a reflexionar acerca de todos estos temas, aunque el mismo autor reconoce que en su trabajo existen “torpezas, contradicciones, carencias... hay contradicciones porque todavía no encuentro respuestas a muchas de las cuestiones que se plantean”.

“La ciencia por gusto, una invitación a la cultura científica” es el número 22 de la colección Croma de Editorial Paidós.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Regalé este libro en mayo, por un cumpleaños, y me han dicho que gustó mucho.

Martín Fragoso dijo...

Sí, la lectura es bastante amena. Martín Bonfil es uno de los pocos divulgadores de la ciencia que constantemente dirige su atención a la charlatanería. Su sección dentro del diario Milenio (La ciencia por gusto) aparece los miércoles y casi siempre trata sobre seudociencia.

Encontré una entrevista que le hicieron: http://www.iade.org.ar/iade/Recomendados/NP/Art/divulgar.html