miércoles, septiembre 16, 2009

Neotenia y homosexualidad en el mono desnudo



Evolución y sexo

El zoólogo Desmond Morris es el autor de El mono desnudo, El zoo humano y El hombre desnudo.

En la introducción de El mono desnudo explica: “Hay ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo sapiens.”

¿Por qué Morris, siendo zoólogo, escribe sobre el ser humano? Responde: “Yo soy zoólogo, y el mono desnudo es un animal. Por consiguiente, éste es tema adecuado para mi pluma.”

Sin duda, esta visión incomoda a muchas personas, por ello aclara: “Me doy cuenta de que al tratar estos problemas corro el riesgo de ofender a mucha gente. Hay personas que prefieren no ver su propio ser animal. Considerarán, quizá, que degrado a nuestra especie al hablar de ella en crudos términos animales. Sólo puedo asegurarles que no es esa mi intención.”

Morris comete el mismo “pecado” en El zoo humano. Pero como el mismo científico afirma: aunque la mona se vista de seda, mona se queda; incluso el mono espacial tiene que orinar.

¿Qué temas aborda Morris en El mono desnudo? La alimentación, la crianza, el sueño, la lucha, el apareamiento y el cuidado de los pequeñuelos. “¿Cómo reacciona el mono desnudo al enfrentarse con estos problemas? ¿En qué se asemejan estas reacciones a las de otros monos y simios? ¿En qué aspecto particular es único, y qué relación existe entre sus peculiaridades y su especial historia evolutiva?”

Al inicio del primer capítulo hace un recuento de nuestra historia evolutiva (de lo cual no escribiré, pues el interesado puede fácilmente conseguir el libro; el punto al que realmente me interesa llegar en esta entrada es el de la homosexualidad). Un primer “pero” que podría ponérsele a Morris es que además de monos desnudos somos monos culturales, y como monos culturales ¿hasta qué punto podemos inventarnos a nosotros mismos?, ¿hasta qué punto podemos hablar de una “naturaleza humana”?, ¿es que la pregunta acerca de lo que somos sólo puede responderse recurriendo a los aspectos biológicos?, ¿será que biología es destino? Morris afirma lo siguiente: “Sólo observando detenidamente nuestro origen y estudiando a continuación los aspectos biológicos de la manera en que actualmente nos comportamos como especie, podremos realmente llegar a una comprensión equilibrada y objetiva de nuestra extraordinaria existencia.”

Bueno, podemos resumir el camino esbozado por el zoólogo de la siguiente manera: el mono de los bosques se convirtió en mono a ras de tierra, en mono cazador y sedentario, y a continuación en mono cultural. Al pasar de mono de los bosques a mono cazador, se modificó la dieta de nuestros antepasados. “Ahora debemos examinar con atención la manera en que esto afecto, no sólo a su cuerpo, sino, en especial, a su comportamiento, y en qué forma experimentamos la influencia de esta herencia en los días actuales.”

Morris expone las siguientes ideas: el mono cazador comenzó a vivir en un lugar fijo, desarrolló su impulso de comunicación y cooperación con sus compañeros, los machos tuvieron que llevar provisiones a casa, en la que permanecían las hembras y los hijos. El papel de los sexos tuvo que diferenciarse más. Y como los machos salían a cazar y las hembras permanecían en el hogar, Morris afirma que se tuvo que crear un lazo que apareaba a los individuos: el enamoramiento y la fidelidad. Esto reducía las graves rivalidades sexuales entre los machos; al haber desarrollado y perfeccionado armas que resultaban mortíferas, debían eliminarse las discordias. Por otro lado, ese lazo de enamoramiento y fidelidad resultaba beneficioso para las crías.

El capítulo termina con la exposición de algunas hipótesis que tratan de explicar el por qué de la desnudez de nuestra especie (interesantes, sobre todo la de la neotenia, como veremos más adelante). Pasemos al segundo capítulo: Sexo.

Confusión es lo que caracteriza nuestra vida sexual. Como primates tenemos ciertos impulsos, otros como carnívoros, y otros como miembros de una complicada comunidad civilizada. Morris escribe: “Para empezar, (el mono desnudo) debe todas sus cualidades sexuales básicas a su antepasado el mono de los bosques, comedor de frutos. Estas características fueron después drásticamente modificadas para adaptarlas a su vida de cazador en campo abierto. Esto era bastante difícil, pero, a continuación, tuvo que adaptarse al rápido desarrollo de una estructura social crecientemente compleja y determinada por la cultura.”

Describe tres etapas por las que pasa el comportamiento sexual: formación de la pareja, actividad precopulativa y cópula. El zoólogo reconoce que existen diversos comportamientos sexuales en las diferentes sociedades y culturas, pero describe el que cree puede ser tomado como el representante del moderno mono desnudo.

Describe los fenómenos fisiológicos que se presentan durante la excitación y el acto sexual. Expone que el sexo refuerza el lazo entre la pareja. Así, ciertas características de nuestra especie (la forma de los lóbulos de las orejas, de la nariz, de los labios y de los senos) evolucionaron para mantener el interés sexual de la pareja. Otros temas son: el orgasmo femenino (que según Morris es un “fenómeno tomado de prestado del macho”), la relación con los hijos, la utilidad del himen, la monogamia y la poligamia (“hagan lo que hagan las oscuras y atrasadas tribus actuales, la corriente principal de nuestra especie manifiesta su tendencia a construir parejas exclusivas en su forma extrema, es decir, en las relaciones monógamas a largo plazo”). Morris concluye que nuestro comportamiento sexual ha dado forma a la civilización (y no a la inversa): “fue la naturaleza biológica de la bestia la que moldeó la estructura social de la civilización, y no ésta la que moldeó a aquella.”

A continuación describe dos fuerzas en conflicto: la agudización de la sexualidad para mantener unida a la pareja y su apaciguamiento cuando los miembros de la pareja se encuentran separados (“a fin de evitar el estímulo excesivo de terceros”).


¿Moralidad zoológica?

Desde el inicio nos percatamos del enfoque que el zoólogo le dará al tema de la homosexualidad: “La función primordial del comportamiento sexual es la reproducción de la especie, y es evidente que esto no puede lograrse con la formación de parejas homosexuales.”

Morris distingue entre los actos homosexuales esporádicos y la fijación homosexual.

En el primer caso no se crean lazos homosexuales duraderos. Habla de dos tipos de actos homosexuales esporádicos: aquellos que sirven para evitar las agresiones y para resolver problemas de dominio, y aquellos que se presentan cuando el estímulo biológicamente correcto no está al alcance de un individuo, así “un miembro del mismo sexo es empleado como sucedáneo, como ‘mal menor’, en la actividad sexual.”

¿Por qué Morris habla del “estímulo biológicamente correcto”? Porque piensa sólo en la reproducción: “desde el punto de vista de la reproducción, la formación de un lazo homosexual es inconveniente, ya que no puede conducir a la producción de retoños y estropea la posible función reproductora de los adultos.”

Escribe que los actos homosexuales que no crean lazos duraderos se presentan tanto en otras especies como en la nuestra. En nuestra especie dice que “Cuando los machos o las hembras, por el motivo que sea, no encuentran acceso sexual a los individuos del sexo contrario, buscan otro deshago a sus impulsos. A veces, acuden a miembros de su propio sexo; otras veces, llegan a valerse de miembros de otra especie; otras se masturban. Minuciosos estudios americanos de comportamiento sexual revelan que, en una sociedad, un 13 por ciento de las hembras y un 37 por ciento de los varones, han realizado, antes de los cuarenta y cinco años, contactos homosexuales productores de orgasmo. Los contactos sexuales con otras especies animales son mucho más raros (porque, naturalmente, éstas no ofrecen el adecuado estímulo sexual), y sólo se han registrado en el 3,6 por ciento de la hembra y en el 8 por ciento de los varones. La masturbación, aunque carece del ‘estímulo del compañero’, es, empero, tan fácil de iniciar que se produce con mayor frecuencia. Se calcula que un 58 por ciento de las hembras y un 92 por ciento de los varones se masturban en alguna época de su vida.”

Morris valora los diferentes comportamientos sexuales desde la que llama moralidad zoológica (no olvidemos la profesión del autor). Ésta se refiere al éxito o fracaso en la reproducción: “Si ciertos hábitos sexuales impiden el éxito reproductor, podemos calificarlos sinceramente de biológicamente inadecuados.”

De ahí que la homosexualidad, la masturbación, la zoofilia o cualquier actividad sexual inútil desde el punto de vista de la reproducción resulten inofensivas siempre y cuando no se produzca una fijación, esto es, mientras no disminuyan la potencia procreadora a largo plazo de los individuos “afectados”. Así, esta moralidad zoológica le lleva a considerar como anómalos (desde el punto de vista de la reproducción, vale repetirlo) a grupos como los de monjes, monjas, solterones y solteronas y homosexuales permanentes. En cambio “ninguna práctica sexual por muy asquerosa u obscena que parezca a los miembros de una civilización particular, puede ser biológicamente criticada, mientras no impida el éxito reproductivo en general. Si los más chocantes refinamientos del acto sexual contribuyen a asegurar que se producirá la fertilización entre los miembros de una pareja, o que se fortalecerán los lazos de la misma, entonces ha cumplido su misión reproductora y es, biológicamente, tan aceptable como la costumbre sexual más ‘limpia’ y aprobada por todos.”

Morris también escribe acerca de la forma en que podría producirse una fijación homosexual importante. Así, llega a considerar que el ambiente familiar influye en las tendencias homosexuales: “Si en el ambiente familiar los retoños se ven sometidos a una madre varonil y dominadora, o a un padre débil y afeminado, esto puede acarrearles una considerable confusión. Las características de comportamiento actuarán en un sentido, y las anatómicas en otro. Si al llegar a la madurez sexual los hijos buscan compañeros que tengan las cualidades de comportamiento (más que las anatómicas) de la madre, están expuestos a elegirlos más entre los varones que entre las hembras. Las hijas corren un riesgo similar, pero a la inversa.”

Pero Morris propone un escenario en el que la “moralidad biológica (o zoológica)” puede ya no aplicarse: cuando existe una superpoblación. “Teniendo en cuenta este problema de superpoblación, podría argüirse que la necesidad de reducir drásticamente el índice de reproducción destruye todas las críticas biológicas que pueden hacerse a las categorías no reproductoras, tales como frailes y monjas, solteronas y solterones empedernidos, y homosexuales permanentes. Esto es cierto desde el exclusivo punto de vista de la reproducción, pero no resuelve otros problemas sociales con los que, en ciertos casos, tendrán que enfrentarse, aislados en su especial papel minoritario. Sin embargo, mientras sean miembros bien adaptados y valiosos de la sociedad, al margen de la esfera procreadora, su no contribución al aumento explosivo de la población puede considerarse altamente beneficiosa.”

Tenemos entonces que para Morris el comportamiento sexual que tenemos como especie no es el resultado de la cultura, según sus tesis la monogamia y la fidelidad tienen bases biológicas. Recordemos que Morris ya había escrito que: “fue la naturaleza biológica de la bestia la que moldeó la estructura social de la civilización, y no ésta la que moldeó a aquella.”

¿Cuál es el futuro de nuestro comportamiento sexual? Desmond Morris afirma que si llegamos a modificarlo será no por su fracaso sino por su éxito excesivo.


Una infancia prolongada

Los seres humanos podemos ser llamados monos desnudos, pues como afirma Morris: “Salvo ostensibles matas de pelo en la cabeza, en los sobacos y alrededor del aparato genital, la superficie de piel está completamente al descubierto. En comparación con otras especies de primates, el contraste es dramático.”

Algunos biólogos afirman que es erróneo llamar mono desnudo al ser humano, ¿por qué? Porque –dicen- la pérdida de vello es imaginaria; en opinión de Morris esas afirmaciones no tienen sentido: “Desde un punto de vista funcional, estamos completamente desnudos, y nuestra piel está plenamente expuesta al mundo exterior. Este estado de cosas tiene que ser aún explicado, independientemente de los pelitos que podemos contar con ayuda de una lupa.”

¿En qué momento quedamos desnudos? Es un enigma que los científicos tratan de resolver, ¿qué dificultades tienen que enfrentar para encontrar la solución?, Morris escribe:
“Desgraciadamente, los fósiles no nos sirven de mucho cuando se trata de diferencias de piel o de cabello; por esto no tenemos idea del momento exacto en que se produjo la gran denudación. Podemos estar bastante seguros de que no sucedió antes de que nuestros antepasados abandonaran sus hogares de los bosques.”

El cuándo es un enigma, otro es el por qué. Hay varias ideas que tratan de explicar las razones por las que perdimos pelo, sólo me referiré a la explicación neoténica.

¿De qué se trata este asunto de la neotenia? Morris explica que se trata de un proceso por el que ciertos rasgos infantiles y/o juveniles se conservan y prolongan en la vida adulta. Así, el mono cazador se convirtió en un mono infantil.

El zoólogo afirma que cuando nace un mono típico su cerebro tiene ya el 70% de su tamaño de adulto, y que el otro 30% lo obtendrá durante los primeros meses de vida. Pero resulta que en nuestra especie, el cerebro de un bebé tiene el 23 % de su tamaño adulto; y el pleno desarrollo se alcanzará hasta los veintitrés años. “Así, pues, en nuestro caso, el crecimiento del cerebro prosigue durante los diez años después de que alcancemos la madurez sexual, mientras que, en el chimpancé, termina seis o siente años antes de que el animal sea capaz de reproducirse. Esto explica claramente lo que quisimos decir al declarar que nos habíamos convertido en monos infantiles.”

¿Y qué pasa con la desnudez de nuestra especie? Es otra característica de este proceso de conservación de características infantiles. El científico explica que cuando un chimpancé nace, éste tiene mucho pelo en la cabeza y casi nada en el cuerpo; si por neotenia, estas características se prolongaran a la edad adulta, su condición pilosa sería parecida a la del mono desnudo.

Morris matiza sus afirmaciones: nuestros antepasados se infantilizaron sólo en ciertas cosas. Continuemos con su explicación:

“De un solo golpe neoténico, fue capaz de adquirir el cerebro que le hacía falta y el cuerpo que había de acompañarle. Pudo correr verticalmente con las manos libres para empuñar armas, y al propio tiempo desarrolló el cerebro que le permitía perfeccionar estas armas. Más aún: no sólo aumentó su inteligencia para manipular los objetos, sino que prolongó su infancia, para aprender durante la misma de sus padres y de los otros adultos. Los monos y los chimpancés pequeños son juguetones, curiosos e inventivos; pero esta fase se extingue rápidamente. La infancia del mono desnudo se extendió a este respecto, a su vida sexualmente adulta. Sobraba tiempo para imitar y aprender las técnicas especiales inventadas para anteriores generaciones. Sus debilidades, como cazador físico e instintivo, podían ser más que compensadas por su inteligencia y su habilidad para la imitación. Podía ser enseñado por sus padres como nunca lo había sido un animal.”

El científico dice que la pérdida de pelo es un proceso que puede resultar peligroso, por ello es que cree que debía tener un valor por sí misma, y no que sólo es el derivado de otros cambios neoténicos más vitales como el crecimiento del cerebro. ¿En qué podría haber resultado beneficiosa la pérdida de pelo? Explica algunas propuestas (la lucha contra parásitos como los ácaros, las pulgas y las chinches; la lucha contra el calor diurno; la diferenciación sexual; etc).

Bueno, vemos que –según esta idea de la neotenia- nuestros logros como especie (y desgraciadamente también nuestros errores) se deben a que nuestra infancia se prolonga aún después de llegar a la madurez sexual.

En su libro El hombre desnudo, Morris escribe sobre la homosexualidad y la neotenia.

¿Quiénes muestran mayor creatividad, los bugas (heterosexuales) o los homosexuales? Los homosexuales, según Morris. ¿Por qué? Porque la creatividad y la curiosidad son rasgos infantiles (el zoólogo afirma que en otros monos estas características desaparecen rápidamente), y -según el propio Morris- la homosexualidad se debe a que no se ha superado una etapa infantil.

El zoólogo cree que en la infancia, los monos desnudos juegan con los de su mismo sexo y que al llegar a la pubertad esa etapa se supera... bueno, no todos la dejan atrás: “por razones fundamentalmente de tipo social, una proporción pequeña de hombres y de mujeres siguen prefiriendo a los de su propio sexo.” En otra parte añade: “los homosexuales manifiestan ese síndrome de Peter Pan en grado extremo, lo que les otorga una inteligencia, una inventiva y una creatividad por encima de la media.”

Pero, ¿hasta qué punto es un mito el asunto del “club te Tobi”? ¿Cuántos homosexuales jugaron durante su infancia tanto con niñas como con niños? En realidad las ideas de Morris se muestran inexactas. De hecho hay quienes afirman que hay sexismo, homofobia y pseudociencia en sus puntos de vista.


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Los gays son "niños creativos", según Desmond Morris.

Noticias nuevas (con ideas viejas) de Desmond Morris.

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