martes, octubre 04, 2005

La filosofía de Ruy Pérez Tamayo


Una encuesta nacional aplicada a 700 personas en plazas públicas de las seis ciudades más importantes, demostró que hay poca cultura científica en México. He aquí algunos de los porcentajes obtenidos:

Opina que la parapsicología y la astrología son ciencias: 65% y 80%, respectivamente. Se dejarían hipnotizar para conocer sus vidas anteriores: 55%; rechazó la hipnosis por miedo a conocer sus otras vidas: 45%. Estos datos los proporciona José Antonio de la Peña, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y director del Instituto de Matemáticas de la UNAM.

Ante resultados como los anteriores, y ante las políticas que el gobierno mexicano ha seguido en materia de ciencia y tecnología, se hace visible la necesidad no sólo de divulgar el conocimiento científico sino también de explicar qué es la ciencia, en qué consiste, cómo se define y se juzga su calidad.

Ruy Pérez Tamayo considera urgente realizar esta labor, ¿y a qué se debe esta urgencia? “No es que sin ciencia el futuro de los países del Tercer Mundo sea incierto: es que sin ciencia no tenemos futuro.” Así, mediante sus obras de divulgación científica, Pérez Tamayo desea contribuir a disminuir la distancia entre la ciencia y el hombre latinoamericano contemporáneo.

Ruy Pérez Tamayo es médico cirujano egresado de la UNAM, fundó y dirigió durante 15 años la Unidad de Patología de la Facultad de Medicina de la UNAM, ha sido investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM y del Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán”. Desde 1987 es Director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua. Entre los libros que ha publicado se encuentran En defensa de la Ciencia, Tríptico y El viejo alquimista.

Pérez Tamayo es una de las figuras más importantes dentro de la comunidad científica mexicana, por ello y para celebrar sus 80 años de vida, la Facultad de Medicina de la UNAM y la Coordinación de Humanidades de la misma universidad le rindieron, en octubre del año pasado, un justo homenaje.

Durante el homenaje realizado en la Coordinación de Humanidades, la doctora Mari Carmen Serra Puche expresó que Ruy Pérez Tamayo es ejemplo de un científico humanista. Multifacético en realidad: médico, maestro, investigador, escritor, divulgador de la ciencia; nos ha enseñado que es posible combinar la docencia con la investigación, el trabajo profesional con las letras, que es factible trascender las barreras que impone el ámbito académico y llevar el conocimiento científico a la calle para convivir con los demás elementos que conforman nuestra cultura... Quisiera dirigir la atención hacia el hombre que día a día ha demostrado que la ciencia es una forma de vivir la vida. Hace poco tiempo Ruy Pérez Tamayo hablaba de las dificultades de incorporar el espíritu de la ciencia en la cultura nacional, señalaba que los obstáculos son milenarios y están profundamente arraigados en nuestra cultura. Se trata nada menos que del esquema mágico-religioso de la vida y de la naturaleza, que se conserva en infinidad de detalles de nuestro comportamiento cotidiano. No se trata de que el espíritu científico sustituya el mágico-religioso, un fanatismo por otro, sino de sustituir una forma de relación del hombre con la realidad -que es poco eficiente y que puede ser causa de muchos sufrimientos innecesarios- por otra manera de enfrentarse al mundo y a la vida que desde hace mucho tiempo ha demostrado ser un camino más seguro y más rico para alcanzar el conocimiento.

El doctor Marcelino Cereijido apuntó que desde su punto de vista el analfabetismo científico es uno de los grandes problemas de nuestro país, y que para combatirlo hacen falta líderes del calibre de Pérez Tamayo. Explicó que la divulgación científica sólo puede considerarse completa cuando cubre tres puntos: 1. Divulgar el conocimiento. En este aspecto el doctor Pérez Tamayo es un maestro porque se la pasa dando conferencias por todo el mapa, ha fundado revistas, escribe artículos, y lo hace con un nivel, con un discurso que le hace merecer estar sentado en una institución tan grande como la Academia de la lengua. 2. Explicar qué es la ciencia, es decir, qué es el aparato científico, de dónde salió, quiénes lo armaron, qué características tiene. y 3. Cultivar la filosofía de la ciencia. La obra de Ruy Pérez Tamayo, como veremos más adelante, abarca los tres puntos.

El historiador Elías Trabulse no pudo asistir por razones de salud, pero sí participó con un texto titulado “La historia de la ciencia en la obra de Ruy Pérez Tamayo”. Entre otras cosas escribió: Para nuestro sabio autor, la historia de la ciencia más que ninguna otra disciplina, más aún que la filosofía, es la que nos ha enseñado que el método científico, concebido como una doctrina absoluta y canónica, es un artificio... La historia de la ciencia en los últimos 300 años –escribía ya en 1987- es la historia de un gran éxito, ninguna otra aventura del intelecto humano ha logrado transformar las raíces y la estructura de la sociedad de manera tan radical y en un plazo tan breve. Sin embargo, como buen historiador Pérez Tamayo sabe que escribir historia es interpretar, según él, en el oficio de historiar no es posible describir sin interpretar... Su interés por la ciencia lo lleva a estudiar su desarrollo en México a lo largo del tiempo y su situación actual, muchas páginas de diversas obras suyas -sean libros o artículos- están dedicadas a valorar la historia de la ciencia en México desde sus orígenes hasta el presente.

Un ejemplo del interés que por la historia tiene Pérez Tamayo es el libro De la magia primitiva a la medicina moderna, este libro es el número 154 de la colección La ciencia para todos, del Fondo de Cultura Económica. Un libro que todo escéptico disfrutará.



A continuación me referiré a algunas ideas que Pérez Tamayo expone en dos obras: Acerca de Minerva (el número 40 de la colección La ciencia para Todos) y Cómo acercarse a la ciencia (del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes).

En ambas obras nos da su definición de ciencia: actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza, y cuyo producto es el conocimiento.

Pero no se queda ahí, nos menciona algunas de sus características: La ciencia es una empresa esencialmente social. Sus observaciones y teorías deben ser conocidas, discutidas y aceptadas por sus colegas más cercanos, luego por el sector interesado de la sociedad científica de su país, y finalmente por la comunidad científica internacional. Mientras más amplio sea el consenso alcanzado por las ideas de nuestro investigador solitario, mayor será su contribución al conocimiento científico y su influencia en el desarrollo de la ciencia en general (...) El consenso generalizado es un carácter necesario e indispensable de la ciencia, pero no es suficiente.

Las proposiciones científicas son tentativas y aproximadas, aceptadas condicionalmente a pruebas cuyos resultados deciden si se conservan o modifican, y que además no afirman nada categórico sino siempre como un nivel de probabilidad.

¿En dónde radica la fuerza de la ciencia? En que funciona, trabaja, y nos permite hacer predicciones sistemáticas sobre la manera como se comportará X en las condiciones Y y comprobar tales predicciones cada vez que se hace la prueba.

La ciencia está basada en tres elementos que surgieron en tiempos diferentes, y que se refieren a dar la espalda o renunciar a ciertas posturas filosóficas:
1) Renuncia a las explicaciones sobrenaturales de los fenómenos propios de la naturaleza.
2) Renuncia a la búsqueda de respuestas a las grandes preguntas, como por ejemplo, ¿cuál es el destino del hombre?
3) Renuncia al intento de contestar cualquier pregunta (grande o pequeña) sobre la naturaleza por medio exclusivo de la razón.

Aquí Pérez Tamayo se refiere al papel importante que tienen en la adquisición del conocimiento científico la experiencia, las observaciones, los experimentos y la verificación objetiva.



El autor de Acerca de Minerva asegura que desde los inicios de su carrera se interesó en la filosofía de la ciencia. Comenzaba su carrera cuando asistió a un curso que sobre el método científico dictó el doctor Arturo Rosenbleuth.

Esto nos lleva a preguntarnos ¿qué piensa Ruy Pérez Tamayo acerca del método científico?, ¿existe tal método?, ¿en qué consiste? Esta es una cuestión importante dentro de la filosofía de la ciencia, Ruy se opone a la visión que considera la metodología científica como esa receta que nos obligaron a memorizar en secundaria (observación, hipótesis, experimentación, bla, bla, bla) y que aplicada a cualquier problema supuestamente nos garantiza su solución. ¿Entonces cuál es el método científico? El que acepta la existencia de una realidad externa sujeta a la causalidad determinista, de investigadores plenamente conscientes de la contribución de las personas, y de la serendipia, en la determinación de lo que creemos conocer de ella. ¿Qué es serendipia? Resultados completamente sorpresivos (Ruy tiene un libro titulado precisamente así, esta obra reúne algunas conferencias que ha impartido y en una de ellas explica el origen del término). ¿Qué papel tiene la suerte en la metodología científica? Algunas escuelas de pensamiento desean desterrar del discurso científico cualquier elemento que no sea lógico, sin embargo Ruy Pérez dice que: La razón es necesaria pero no suficiente. Las corazonadas, las ideas surgidas de repente. Los accidentes felices en el laboratorio, las serendipias, las coincidencias inexplicables y otros tipos más de ocurrencias imprevistas, constituyen elementos de enorme importancia en la marcha cotidiana de la ciencia. Esto ha sido reconocido por el filósofo Popper y sus seguidores como el componente principal en la elaboración de las hipótesis; y por el fisiólogo mexicano Rosenblueth como el aspecto “ilógico” de la ciencia.

Reconoce que existen pensadores que niegan la existencia del componente irracional en la investigación científica, y que sus argumentos parecen convincentes, pero agrega: la gran mayoría de los científicos activos deseamos ser lo más racionales posibles, pero tenemos conciencia de que el mundo está hecho de otro modo y que una parte (variable según la ciencia de que se trate) de nuestras actividades todavía pertenece al rubro de lo irracional. Reconoce que la conclusión no le agrada pero le parece que se acerca a la realidad.

Algunos mitos entorno al quehacer científico caen ante la crítica del médico y filósofo. El hombre sólo alcanza la madurez responsable cuando aprende a distinguir entre la fantasía y la realidad.

Veamos dos de esos mitos.

Uno de los mitos más generalizados sobre los científicos es que se trata de sujetos de comportamiento excéntrico desconectado de la vida que les rodea y dirigida a alcanzar metas que los demás no ven, y cuando las ven les parecen superfluas o ridículas.

El siguiente mito considera que la ciencia es similar a la magia (¿explica esto que para el ciudadano común –como lo muestra la encuesta de la que hablamos al principio de esta entrada- la astronomía y la astrología sean igualmente científicas?): Sin embargo, ni la ciencia es magia, ni los científicos somos magos. Lo que hacemos en nuestros cubículos y laboratorios, o en el campo de estudio, no es secreto ni misterioso, sino todo lo contrario. No se invocan poderes ocultos; se aplican los de la naturaleza y no se cuenta con la ayuda del ‘Maligno’ sino con la crítica y el consejo de nuestros colegas; tampoco hay varita mágica o polvos celestiales sino mucho trabajo y, a veces, algo de suerte.

Ruy también examina cuestiones como las categorías estéticas en la ciencia. Los trabajos científicos pueden calificarse como buenos o malos dependiendo de su concordancia con la realidad (con los fenómenos naturales). Sin embargo, cualquiera que haya escuchado a dos o más científicos discutir acerca de sus contribuciones o las de otros colegas, habrá oído el uso de otros adjetivos que, a primera vista, no parecerían tener nada que ver con la ciencia: por ejemplo, un trabajo puede ser ‘bello’, ‘sobrio’, ‘barroco’, ‘fino’, ‘horrendo’, ‘grandioso’; ‘armónico’, ‘elegante’, etcétera. Tales calificativos harían pensar que se está enjuiciando no un trabajo científico sino una obra de arte, en vista de que se trata de apreciaciones esencialmente estéticas. ¿Qué tienen que ver estos juicios estéticos en la apreciación o evaluación del trabajo de los científicos? ¿No que la categoría más importante dentro de la ciencia es la verdad y dentro del arte es la belleza?

Los funcionarios públicos, economistas, administradores y todos aquellos que participan en la forma en que se asignan presupuestos a la actividad científica harían bien en estudiar las diferencias entre ciencias básicas y ciencias aplicadas, esta división refleja una confusión de términos, así como el desconocimiento de lo que la ciencia realmente es, la forma como trabaja y las funciones que puede y debe desempeñar en nuestro país.

Esta ha sido una muy breve exposición de lo que Ruy Pérez Tamayo ha reflexionado acerca del quehacer científico. Y realmente ha sido un vistazo rápido a su pensamiento, en sus libros podemos encontrar reflexiones acerca de la verdad científica, los experimentos, el error en la ciencia, las acusaciones de “fracaso” que se le suelen hacer, el reduccionismo científico, la relación entre ciencia y tecnología, los enemigos de la ciencia, la relación entre ciencia, economía y sociedad...

Para finalizar mencionemos lo que la visión científica nos recomienda hacer frente a nuestro desconocimiento, es evidente que ignoramos la respuesta a una gran cantidad de fenómenos. ¿Qué hacer ante esa ignorancia?
Para el pensador del que hemos escrito, existen dos opciones: la más antigua, la tradicional y la más popular ha sido y sigue siendo inventa lo que no sabes, adivina lo que ignoras, rellena tu ignorancia con fantasía. La respuesta minoritaria ha sido y sigue siendo: detente ante lo desconocido, confiesa tu ignorancia, vive en la realidad de la incertidumbre. Pérez Tamayo nos dice que sus simpatías se inclinan más al lado minoritario.

Difícilmente contaremos siempre con los datos necesarios para analizar y llegar a comprender todos los fenómenos que nos interesan, sin embargo, no por ello nos comprometeremos con “explicaciones” que recurran a la magia o a lo sobrenatural. En palabras de Ruy Pérez Tamayo:

La filosofía de la ciencia enseña que las decisiones racionales siempre deberán hacerse sin información completa, que nuestro destino en la Tierra es adivinar la conformación más probable del sector de la naturaleza cuya estructura nos interesa y trabajar incansablemente en averiguar hasta dónde nuestra imaginación realmente corresponde a la realidad. El resultado de este doloroso proceso es lo que llamamos conocimiento. Y nada más.

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