Esos misteriosos Rods
En Bajo el volcán Gerardo García-Trío ha publicado una entrada dedicada a tres misterios: los orbs, los chemtrails y los rods. Se refiere a ellos como los "misterios" más cutres jamás contados.
He aquí el misterio de los rods (contado por Jaime Maussán y José Escamilla):
Esta es la solución al misterio (gracias a Gerardo por el enlace):
En Sobrenatural.net hay una serie dedicada a solucionar el misterioso misterio de los enigmáticos rods.
martes, diciembre 23, 2008
jueves, diciembre 11, 2008
Literatura fantástica y literatura homosexual
He encontrado dos libros dedicados a explorar y analizar la literatura homosexual y que mencionan la obra de autores que se han dedicado a la literatura fantástica.
Tema y Variaciones de Literatura es una serie de libros publicada por la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana. El número 17 de la serie (que apareció a finales del 2001) se dedicó a la Literatura gay.
Ensayos, reseñas, cuentos y poemas integran este libro.
Angélica Tornero, en su ensayo “Literatura homosexual”, escribe que la obra teatral El tercer Fausto de Salvador Novo, es considerada por algunos críticos como la primera que trata el tema de la homosexualidad. Tornero continúa diciendo que la segunda obra en este sentido es Invitación a la muerte (1943) de Xavier Villaurrutia, esta obra se estrenó en 1947. Otras obras son Signos del zodiaco (1951) de Sergio Magaña y Cada quien su vida de Luis G. Basurto, obra estrenada en 1955. La primera novela de tema homosexual escrita en nuestro país es El diario de José Toledo de Miguel Barbachano Ponce, escrita en 1962 y publicada en 1964. En 1969 José Ceballos Maldonado publica Después de todo, y en 1974 el libro de cuentos Del amor y otras intoxicaciones. El tema sería abordado también por autores como José Revueltas, Juan García Ponce y Sergio Pitol, entre otros.
Otro autor mencionado (evidentemente no podía faltar) es Luis Zapata. Su primera novela se llamó Hasta en las mejores familias (1975). Pero es hasta 1979 cuando aparece El vampiro de la colonia Roma, obra con la que obtuvo el Premio Juan Grijalbo.
Tornero continúa con otros autores hasta llegar a Arturo César Rojas. Escribe Tornero: “En 1983 se presentó la primera y única novela de ciencia ficción homosexual llamada Xerödnny: Donde el gran sueño enraíza, de Arturo César Rojas, con el seudónimo de Kalar Sailendra”.
Arturo César Rojas también es autor, entre otras historias, de El que llegó hasta el metro Pino Suárez, Aztlán: historia verdadera de la conquista de los reinos bárbaros de Europa y La risa divina.
En el número cinco del Fanzine ¡Nahual! (abril de 1997) apareció la historia Aztlán de Arturo César Rojas
Tornero no menciona a Gabriela Rábago Palafox.
En 1977 la revista Ciencia y Desarrollo (del Conacyt) comienza a publicar relatos de ciencia ficción, en 1983 publican la obra de un autor mexicano: La tía Panchita de Antonio Ortiz. En 1984 Ciencia y Desarrollo publica la convocatoria del Primer Concurso Nacional Puebla de Cuento de Ciencia Ficción. El primer cuento ganador fue La pequeña guerra, del periodista Mauricio-José Schwarz.
Gabriela Rábago Palafox obtuvo el premio Puebla en 1988 por su relato Pandemia (fue la primera mujer en ganar dicho premio), y en esta obra se ocupa de la homosexualidad, el SIDA, la ignorancia y los prejuicios; pero también se ocupa de la forma en que los activistas hacen frente a la homofobia y a la falta de información.
Más Allá de lo imaginado fue la primera antología de ciencia ficción mexicana. ¿Hay algo que pueda diferenciar la ciencia ficción que se escribe en México de la que se escribe en otros países? En la introducción, Federico Schaffler afirmaba: “Además, hay una tendencia muy clara que debe enfatizarse, los autores nacionales, como muchos latinoamericanos y tercermundistas, toman la ciencia ficción como fondo para presentar historias de reacción humana ante la tecnología y lo inexplicable. Esta ciencia ficción muy propia de nosotros y difícilmente encontrable en la producción comercial mundial, es lo que puede caracterizar y darle validez al autor mexicano”.
En el primer volumen de esta antología, publicada en 1991 por el Fondo Editorial Tierra Adentro, aparecen historias de Juan Armenta Camacho, Adriana Rojas Córdoba, Mauricio-José Schwarz, Arturo Arredondo, Gabriel Trujillo, Guillermo Farber, Gerardo Horacio Porcayo, Rodrigo Madrazo, Juan José Morales, Irving Roffé, Federico Schaffler, Arturo César Rojas y Gabriela Rábago Palafox.
Sobre Gabriela Rábago, Schaffler escribió que “se caracteriza por su limpieza al escribir, por el uso adecuado de términos, situaciones y pasajes, así como por la libertad con la que toca temas como el SIDA, cristianismo y otros ‘delicados’ para muchos”. Y es que Rábago Palafox participó con una historia titulada Resurrección. En dicha historia la autora nos transporta a un mundo en el que ya no existe el cristianismo.
Gabriela Rábago también es autora de las novelas Todo ángel es terrible, Federico, y La muerte alquila un cuarto, así como de los libros de cuentos La señorita y La voz de la sangre.
Gregory Woods es el autor del libro Historia de la Literatura Gay (publicada en el 2001 por CONACULTA, y que el interesado puede encontrar en la Biblioteca de México “José Vasconcelos” con la clasificación 809.93353 W66 H57). Woods se ocupa de la literatura gay masculina a través de lenguas y culturas desde la Antigüedad hasta el presente. En su libro encontramos diversidad de épocas, temas (adolescencia, masturbación, cómo tratan el tema autores no homosexuales o bisexuales, etc.) y escritores.
Hay una parte en la que escribe sobre la literatura fantástica:
“Hoy existen muchas alternativas a las normas heterosexistas de la novela popular. Muchos de los más famosos narradores de tipo popular son gays o lesbianas, cosa que no suele decirse a menudo. Los importantes nombres de Ursula Le Guin, Samuel Delany y Clive Barker son los primeros que vienen a la mente. Dhalgren (1975), de Delany, y sus cuatro Neveryon (1979, 1983, 1985, 1987) tienen no sólo personajes destacados que son bisexuales o gays, sino también los complejos resultados de las meditaciones del autor sobre el posible futuro y sus formas, del papel de los géneros y de las orientaciones sexuales. Sus propias experiencias personales como homosexual afronorteamericano influyen claramente en la profundidad y extensión de su interés por culturas e individuos sexual y racialmente marginados. La fácil adaptación que la ciencia ficción permite de los grandes temas es utilizada por Delany en una serie ampliamente concebida de análisis de los fracasos de la heterosexualidad y del vigor de la homosexualidad.”
Woods se extiende sobre Clive Barker. Entre otras cosas, afirma que Barker es uno de los autores gays más vendidos en todo el mundo, y que aunque no escribe ni publica como autor homosexual, no oculta su orientación, de manera que ha dado entrevistas a revistas dirigidas a un público homosexual y ha realizado lecturas en librerías gays.
Sin embargo, en cuanto a cine se refiere, Woods dice que la obra de Barker no ha contado con afortunadas adaptaciones, antes bien, ha sido deformada:
“ha tenido que resignarse ante la terca negativa de los productores a agitar la tranquila superficie de la complacencia de su público –que acepta escenas incluso del más extremado horror- a tratar cuestiones sobre los valores sexuales. Como mucho antes Tennessee Williams, Barker ha visto su obra mutilada una vez llevada a la pantalla. Así, por ejemplo, la narración corta Cabal, que su autor reconoce sin problemas que se trata de una alegoría homosexual, pasó al cine en 1989 con el título de Nightbreed. Los monstruos de la historia, los breed, fueron considerados por el productor como ‘demasiados simpáticos’. Como consecuencia, las ambigüedades morales del texto original tuvieron que desaparecer para dar paso en la película al habitual conflicto entre el bien y el mal.”
¿Cuál es la diferencia entre los escritos de Barker y los de Stephen King? El mismo Barker ofrece la respuesta (que –evidentemente- se relaciona con su orientación sexual):
“Mis libros son totalmente diferentes a los de James Herbert y Stephen King. Los suyos están orientados hacia la muerte, los míos hacia la vida. Yo escribo acerca de las cosas raras que se ven con el rabillo del ojo, esperando que ocurran aventuras reales. James Herbert y Stephen King quieren sangre. Sus libros tienen una mentalidad burguesa, que se manifiesta en la idea de que si algo es raro, dispara. Sienten terror ante la diversidad y piensan que si algo es diferente, pertenece al lado oscuro; si algo es diferente, hay que acabar con ello. En todos sus libros se apoya el statu quo. Profundamente conservadores.”
Barker abunda en la afirmación de que sus libros se orientan hacia la vida: “Me encanta escribir sobre el sexo –heterosexual, gay-; es muy divertido escribir acerca de su belleza y muy divertido el practicarlo. No debemos entregarnos al pesimismo. Debemos seguir celebrando el sexo. Hay que resistir con todas nuestras fuerzas a la huida de la sensualidad.”
¿Considera Barker que su orientación sexual le ayuda a ser creativo? La respuesta es afirmativa: "pienso que como gays tenemos más espacio para soñar." A lo que Woods añade: "lo que sin duda constituye un gran don para un novelista de lo fantástico."
Al final de esta sección, Woods afirma que la literatura homosexual se ha enriquecido con la existencia de autores homosexuales (hombres y mujeres) que escriben historias de detectives, de ciencia ficción y de terror, además de historias románticas. “Sin duda, esta deliberada apropiación de los diferentes tipos de literatura popular ya posterior a las luchas de liberación gay demostrará un día que fue uno de los más logrados productos, incluso uno de los más útiles, de la propia liberación gay.”
viernes, diciembre 05, 2008
FILOSOFÍA NATURAL, MATEMÁTICAS Y TEOLOGÍA DURANTE LA REVOLUCIÓN COPERNICANA
(Segunda y última parte)
(Segunda y última parte)
En esta entrada me centraré en una cuestión: la forma en que concebían a Dios personajes como Henry More, Leibniz y Newton. Lo cual complementa lo expresado aquí, aquí, y aquí. La primera parte de este texto está aquí.
El ESPÍRITU SEGÚN HENRY MORE
Koyré explica que More aceptaba parcialmente las concepciones cartesianas. Por un lado, aceptaba hasta cierto punto la mecánica de Descartes, pero –como vimos- rechazaba la distinción entre materia y pensamiento.
De igual forma, Koyré describe a More como alguien atrapado entre la magia y la nueva ciencia. More creía en brujas, pero también fue uno de los defensores de la infinitud del espacio.
Para More no hay sustancias extensas e inextensas, todas, sean o no materiales, tienen extensión.
Explica Koyré que More no capta la relación que hay entre espacio y materia, piensa que el espacio no es móvil y que no es afectado por la presencia o ausencia de la materia. Por ello es que puede pensarse en espacio sin materia, pero no puede imaginarse materia sin la existencia del espacio.
Koyré explica la forma en que More concebía al espíritu. ¿Cuáles son las propiedades del espíritu? Las contrarias a las propiedades de la materia. Si la materia es divisible, resulta que el espíritu es indivisible. More precisa lo que es el espíritu y lo distingue del “espíritu de la naturaleza”.
El espíritu de la naturaleza explicaría ciertos fenómenos que la mecánica no podía explicar. Uno de ellos era la gravedad. Para More la gravedad no podía explicarse mediante fuerzas puramente mecánicas, de hecho, estaba convencido de haber demostrado que la fuerza de gravedad contradecía las leyes de la mecánica. Las piedras lanzadas hacia el cielo no caerían a Tierra si sólo siguieran las leyes del movimiento. De lo anterior resulta que sería imposible la existencia del universo sin el Espíritu de la Naturaleza, escribe Koyré:
“Ciertamente, sin la acción de un principio no mecánico, toda la materia del Universo se dividiría y dispersaría; ni siquiera habría cuerpos, ya que nada habría para mantener juntas las partículas últimas que la componen. Además, no habría trazas de esa organización planificada que se manifiesta no sólo en las plantas, animales y similares, sino incluso en la misma disposición de nuestro sistema solar. Todo esto es obra del espíritu de la Naturaleza que actúa como instrumento, en sí mismo inconsciente, de la voluntad divina.”
Por otro lado, More identifica el espacio con la extensión divina. El filósofo llegó a la conclusión de que la identificación cartesiana de la materia con la extensión (y, por tanto, la negación del espacio vacío y la extensión espiritual), llevaba al materialismo y al ateísmo, puesto que no deja lugar para Dios. De ahí que se ocupara de exponer y responder a los “subterfugios de los que se valen los cartesianos para eludir la fuerza de mis demostraciones”.
A través de un análisis acerca de las propuestas cartesianas, More concluye que puede establecerse “la perfecta legitimidad y validez del concepto de espacio como distinto de la materia”
Una vez hecho lo anterior, More procede a explicar qué es el espacio. Afirma que los cartesianos estaban en lo correcto al afirmar que la extensión del espacio no puede ser una extensión de nada. ¿En qué se equivocan? En considerar que el espacio vacío es nada. No puede haber atributos sin sustancias, y la extensión, al ser un atributo, debe ser soportada por un sujeto. Este argumento es igual al que utiliza Descartes para demostrar que el espacio es una sustancia –así lo reconoce More-, el error de Descartes consiste en considerar que se trata de una sustancia corpórea. More concluye que esa sustancia que es el espacio “es un cierto sujeto incorpóreo o espíritu”. Y Dios es ese espíritu del que escribe More.
Luego More enumera los atributos que se atribuyen a Dios y demuestra que son aplicables al espacio, lugar interno o locus. Entre esos atributos están los siguientes: Uno, Simple, Inmóvil, Eterno, Completo, Independiente, Existente en sí mismo, Subsistente por sí mismo, Incorruptible, Necesario, Inmenso, e Increado.
Veamos una característica que según More tiene el espacio: podemos imaginar que un objeto puede desaparecer del espacio, pero no podemos pensar en la desaparición del espacio mismo.
La sustancia extensa (que es el espacio) es eterna, completa, omnipresente, incorpórea, omnipenetrante, independiente. De ahí que More identifique al espacio con Dios.
¿Esta identificación entre Dios y el espacio era una extraña y aberrante idea perdida en el mundo de la nueva ciencia? Koyré afirma que no: “Muy al contrario, en sus aspectos fundamentales fue compartida por un gran número de los grandes pensadores de su época, precisamente aquellos que se identificaban con la nueva visión científica del mundo.”
Y entre los pensadores que identificaban a Dios con el espacio estaba Isaac Newton.
DIOS Y LA FUERZA DE GRAVEDAD
Newton estudió las leyes de la gravitación sin sentirse obligado a explicar las causas de ésta. Newton no pensaba en la “fuerza de gravedad” como una fuerza real ni como una propiedad de la materia. Cuando surgía el malentendido, el mismo Newton aclaraba: “Habla usted a veces de la gravedad como algo inherente y esencial a la materia. Le ruego que no me atribuya a mi esa idea, pues no pretendo saber cuál sea la causa de la gravedad y, por tanto, llevaría más tiempo tratar de ella.”
Entre las propiedades que Newton le atribuía a la materia están las siguientes: extensión, dureza, impenetrabilidad, movilidad e inercia. Para este filósofo de la naturaleza, las propiedades de la materia son aquellas que encontramos empíricamente y que no aumentan ni disminuyen.
Mediante los sentidos aprendemos que los cuerpos son duros, sabemos que la dureza del todo surge de la dureza de las partes, inferimos así que las partículas indivisas (átomos) tienen esa propiedad; y de ahí concluimos que la dureza es una propiedad universal de todos los cuerpos. El mismo razonamiento lo aplicamos a las otras propiedades mencionadas.
Newton no considera la gravedad o atracción mutua entre las propiedades esenciales de los cuerpos. ¿Por qué? Porque no admitía que la materia pudiera actuar a distancia. En un principio trató de explicar esta atracción mediante una teoría mecánica, pero llegó a la conclusión de que podía estudiar matemáticamente la gravedad sin tener una idea clara de sus causas.
En otro escrito (una carta) Newton escribe: “Es inconcebible que la materia bruta e inanimada, sin la mediación de alguna otra cosa que no es material, haya de operar sobre y de afectar a otra materia sin contacto mutuo, como habría de ocurrir si la gravitación en el sentido de Epicuro fuera esencial e inherente a ella. Y esta es una de las razones por las que desearía que usted no me atribuyese la gravedad innata. Que la gravedad sea innata, inherente y esencial a la materia, de modo que un cuerpo pueda actuar sobre otro a distancia a través de un vacuum sin la mediación de alguna otra cosa, por la cual y a través de la cual se transmita de uno a otro su acción y fuerza, es para mí un absurdo tan grande que no creo que nadie que tenga una facultad competente de pensar en cuestiones filosóficas pueda incurrir nunca en él. La gravedad debe ser causada por un agente que actúe constantemente según determinadas leyes, pero el problema de si ese agente es material o inmaterial es algo que he dejado a la consideración de mis lectores.”
Para Newton, la causa de la gravedad era Dios (uno similar al de Henry More).
Algunos como Richard Bentley usaron las ideas de Newton para refutar el ateísmo. Newton era demasiado reservado para comentar abiertamente lo que pensaba, pero personas como Bentley, que comprendían el pensamiento newtoniano, no encontraban razones para mostrase tan tímidos.
Newton y Bentley intercambiaron cartas, en ellas Newton afirma que sería imposible nuestro universo sin la intervención de Dios, un Dios experto en geometría y mecánica.
En 1704 apareció la versión inglesa del libro en el que Newton se ocupa de la óptica, al final del mismo aparece una serie de cuestiones que son una especie de guía para futuras investigaciones. En 1706 apareció una nueva edición (latina) del libro, y Newton aumentó el número de cuestiones, éstas, además de ocuparse de problemas ópticos, también se ocupaban de problemas metodológicos, epistemológicos y metafísicos.
Como ya vimos en otro escrito, Newton era un “enemigo intelectual” de Descartes. Más arriba mencionábamos que Descartes concebía el espacio como material, Newton se oponía a esta idea.
Newton consideraba que había una sustancia (éter) que llenaba al menos nuestro sistema solar, pero ésta debía ser muy fina y elástica. Esta sustancia debía estar compuesta de partículas pequeñas entre las que existía el vacío.
Debe notarse la diferencia entre la sustancia fina y elástica que llena al universo, y la idea del espacio como materia. Son cosas diferentes. Para Newton es absurda la idea de Descartes. ¿Por qué? Eso lo explica Newton en una de las cuestiones de su Opticks. En palabras de Koyré: “Así, la Cuestión 20 (28 en la segunda edición) explica largo y tendido la inadmisibilidad física (astronómica) del plenum (un espacio totalmente lleno opondría al movimiento una resistencia tan fuerte que éste resultaría prácticamente imposible y habría cesado hace tiempo), así, como la admisibilidad física (astronómica) de que los espacios celestes estén llenos de un éter extremadamente fino, raro y tenue, cuya densidad podemos hacer tan pequeña como queramos (¿acaso nuestro aire no es “a la altura de 70, 140, 210 millas 100.000, 100.000.000.000 ó 1000.0000.0000.0000.000 veces más raro, etc.”, que sobre la Tierra?), lo cual entraña la estructura granular del éter, la existencia de un vacío y el rechazo de un medio continuo.”
Newton pensaba de esta forma: si el mundo estuviera lleno como proponen los cartesianos, entonces el movimiento cesaría rápidamente.
Más adelante Newton afirma que el objetivo básico de la filosofía natural consiste en “argumentar a partir de los fenómenos, sin imaginar hipótesis, y deducir las causas a partir de los efectos hasta alcanzar la primerísima causa que ciertamente no es mecánica.”
Newton plantea las siguientes preguntas: “¿Qué hay en los lugares casi vacíos de materia y cómo es que el Sol y los planetas gravitan unos hacia otros sin que haya entre ellos materia densa? ¿De dónde surge que la naturaleza no haga nada en vano y de dónde todo ese orden y belleza que vemos en el mundo? ¿Cuál es la finalidad de los cometas y a qué se debe que todos los planetas se muevan en la misma dirección, en órbitas concentricas, mientras que los cometas se mueven en direcciones según órbitas muy excéntricas? ¿Qué impide a las estrellas fijas caer unas sobre otras?”
Newton en otra cuestión aborda las atracciones de la gravedad, magnetismo y electricidad. Se pregunta si habrá otras de las que no nos hayamos percatado. Así, se llega a preguntar por la fuerza que mantiene unidos a los átomos.
Newton creía que todas estas fuerzas no tenían una explicación natural o materialista.
Es importante resaltar que la naturaleza no podría existir sin esas fuerzas inmateriales, ya que son la causa de la gravedad y de que los átomos puedan unirse y formar cuerpos. De tal forma que la existencia de Dios resulta innegable, escribe Newton:
“no es filosófico buscar otro origen al mundo o pretender que podría haber surgido del caos por las meras leyes de la Naturaleza, y que, una vez formado, podría continuar durante muchas eras gracias a esas leyes (...) Una uniformidad tan maravillosa en el sistema planetario exige el reconocimiento de una voluntad e inteligencia. Lo mismo se puede decir de la uniformidad de los cuerpos de los animales.”
Una idea que causó cierta polémica debido a las diferentes interpretaciones que pueden dársele es la del sensorio de Dios.
Veamos las siguientes preguntas que planteó Newton: “¿no se sigue de los fenómenos que hay un ser incorpóreo, viviente, inteligente, omnipresente que ve íntimamente las cosas mismas en el espacio infinito, como si fuera su sensorio, percibiéndolas plenamente y comprendiéndolas totalmente por su presencia inmediata en él?” ¿Proponía Newton que aquel éter elástico y fino (que mencionamos más arriba) era por donde percibía Dios? Sus siguientes palabras pueden aclararlo:
“no puede deberse más que a la sabiduría y habilidad de un agente poderoso y siempreviviente que, al estar en todas partes, es mucho más capaz de mover con su voluntad los cuerpos que se hallan en su sensorio uniforme e ilimitado, formando y reformando las partes del Universo, de lo que somos nosotros capaces con nuestra voluntad de mover las partes de nuestros cuerpos. Con todo, no hemos de tomar al mundo como el cuerpo de Dios ni a sus diversas partes como partes de Dios. Él es un ser uniforme, carente de órganos, miembros o partes, estando aquellas criaturas suyas subordinadas a él y a su voluntad (...) Dios no tiene necesidad de semejantes órganos, al estar por todas partes presente en las cosas mismas...”
Hubo varios personajes que se opusieron a las ideas teológicas que se desprendían de los escritos de Newton (más bien se oponían a las interpretaciones –a veces erróneas- que se hacían de las palabras de Newton), entre ellos estuvo Leibniz (el otro padre del cálculo). Sin embargo, Newton no enfrentó directamente a sus opositores. En su lugar lo hizo el doctor Samuel Clarke (quien decía en voz alta lo que Newton creía pero que –por no tener pruebas suficientes- callaba).
Una de las críticas de Leibniz se refería precisamente al asunto del sensorio divino.
Escribió Leibniz: “Sir Isaac Newton dice que el Espacio es un Órgano al que Dios recurre para percibir mediante él las cosas. Más, si Dios precisa de un órgano para percibir con él las cosas, se seguirá que éstas no dependen en absoluto de Él ni han sido producidas por Él.”
Koyré aclara aún más la posición de Newton con respecto al sensorium: “Por lo que a Isaac Newton se refiere, él no dice que el espacio sea un órgano que utilice para percibir las cosas, ni que Dios precise medio alguno para percibirlas. Muy al contrario, dice que Dios, estando en todas partes, las percibe por su presencia inmediata en el mismo espacio en que se hallan. Es precisamente para explicar la inmediatez de esta percepción por lo que Sir Isaac Newton –comparando la percepción divina de las cosas con la percepción de las ideas con la mente- decía que el espacio infinito es, por así decir, como el sensorium del Omnipresente Dios.”
Para finalizar mencionemos otra idea que Leibniz y Clarke discutieron.
Newton concebía que Dios actuaba constantemente en el mundo, mientras que Descartes y Leibniz proponían un Dios que no tenía necesidad de esa constante intervención. ¿Qué idea se ajusta más a la perfección divina?
Leibniz afirmaba que Newton veía a Dios como un creador poco sabio, ya que tiene que estar reparando su obra. En otras palabras, Dios tenía que estar dando cuerda a su reloj.
Clarke argumentaba que el Dios leibniziano o cartesiano no era sino un Dios ausente. ¿Por qué? Porque después de terminar su obra, se retiraba para siempre. Clarke decía: “Si un Monarca poseyese un Reino en el que todas las cosas se desarrollasen continuamente sin su gobierno o interposición o sin que atendiese y ordenase lo que en él se hace, el suyo no sería más que un reino nominal, pero en realidad no merecería en absoluto el título de Rey o Gobernante. Pues bien, del mismo modo que quienes pretendan que en un gobierno terrestre las cosas pueden desarrollarse perfectamente sin que el propio Rey disponga u ordene cada una de las cosas, pueden considerarse razonablemente sospechosos de desear dar de lado al Rey, así quien pretenda que el curso del mundo pueda desarrollarse sin la dirección continua de Dios, el supremo gobernante, estará con sus doctrinas tendiendo efectivamente a excluir a Dios del mundo.”
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