Blaise Pascal (1623-1662) fue un librepensador y ateo en su juventud. Años más tarde se convirtió al cristianismo, de tal forma que combinaba sus intereses científicos y religiosos. Para él la razón no es contraria a la religión. Excluir la razón y no admitir más que a la razón, son dos excesos. Razón y fe son compatibles.
Tenía la intención de escribir una obra a la que llamaría “Apología de la religión cristiana”; ésta no fue terminada, pero sus fragmentos se encuentran en la obra “Pensamientos”. Pascal planeaba escribir sobre la miseria del hombre sin Dios, la felicidad del hombre en Dios y el conocimiento de Dios en Jesucristo. Para Pascal en Jesucristo podemos encontrar tanto a Dios como a nuestra miseria.
El hombre es concebido por Pascal como un ser débil física y moralmente. ¿Por qué? Porque el egoísmo muchas veces triunfa sobre la caridad; porque la vida es contradictoria y el hombre refleja esta característica: los seres humanos somos alternativamente crédulos e incrédulos, tímidos y temerarios.
El hombre debe hacer un esfuerzo por conocerse a sí mismo, y tal cosa es imposible si no podemos sentarnos a reflexionar, si no podemos hacer a un lado el “ruido” del mundo que suele distraernos (televisión, radio, internet, etc.); al respecto Pascal afirmaba que “toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa, que es el no saber quedarse tranquilos en un cuarto.”
Y ¿qué puede encontrar el hombre al conocerse a sí mismo? Su doble naturaleza.
El hombre es, al mismo tiempo, grande y miserable. Y su grandeza se encuentra en el conocimiento de su miseria. En palabras de Pascal: “La grandeza del hombre es grande en cuanto se sabe miserable. Un árbol no se sabe miserable.” Así, el hombre está a medio camino entre la nada y el todo.
Pero Pascal no pretende demostrar que Dios existe. Menciona que es mejor apostar a que existe a que no existe. Nada perdemos en el primer caso; en el segundo, podríamos perder todo.
Creer o no creer, ¿qué resulta menos peligroso?
Continuemos con la apuesta mencionada en el párrafo anterior.
Supongamos que alguien le ofrece al lector un billete completo de lotería por una suma risible, ¿lo compraría? Si nuestro billete no resultara ganador, nada habríamos perdido realmente, pero si no lo compráramos y finalmente resultara ser el ganador, habríamos perdido mucho. Ese es el razonamiento de Pascal.
Veamos. ¿Qué podríamos perder en caso de, equivocadamente, apostar por la existencia de Dios? Tiempo en la iglesia, dinero (si es que decidimos gastar en bautizos, misas de quince años, bodas, etc.), tal vez algo de diversión. Por otro lado, ¿qué perderíamos en caso de, equivocadamente, apostar por la no existencia de Dios? ¡Todo!, diría Pascal. Hay quienes aseguran que la no creencia en Dios se castiga con sufrimientos por toda la eternidad... ¡Glup! Tal vez debería apostar por la existencia de Dios.
“Teoría de la decisión: Grandes expectativas” es el capítulo 13 de un libro de lógica (cuyo título no tengo a la mano) escrito con un gran sentido del humor. En dicho capítulo aparecen algunos comentarios sobre la apuesta de Pascal.
El autor explica lo que en lógica se llama teoría de la decisión. Me saltaré todo el asunto matemático (sí, merezco algunos abucheos), simplemente mencionaré los razonamientos que hace sobre la famosa apuesta.
Escribe el autor: “La Apuesta podría parecer muy persuasiva, pero de hecho comete un error simple de la decisión teórica. Omite algunas posibilidades relevantes. No hay un solo dios posible, hay muchos: el Dios cristiano, el Alá del Islam, el Brahman del Hinduismo, y muchos otros que veneran varias religiones menores. Y muchos de éstos son unos dioses muy celosos. Si Dios existe, y no creemos en él, estás en problemas; pero si Alá existe y no creemos en él, también estamos en problemas, y así. Además, si Dios existe y tú crees en Alá –o viceversa- es aún peor, ya que tanto en el cristianismo como en el Islam, creer en dioses falsos es peor que ser un simple ateo.”
Al parecer recibirán mayores castigos aquellos que creen en dioses falsos que aquellos que niegan la existencia de todos... ¡Y para atinarle al bueno (o a los buenos) está difícil!
Después de hacer algunos cálculos concluye: “Las cosas no parecen prometedoras. Pero es claro que los creyentes en algún dios resultarán peor. No debemos creer en ninguno.”
Las otras apuestas
El físico Robert L. Park es experto en ciencia vudú. ¿A qué llama ciencia vudú? A la ciencia patológica, la ciencia basura, la pseudociencia y la ciencia fraudulenta. Aunque hay ciertas diferencias entre unas y otras, todas tienen algo en común: presentan como ciencia algo que en realidad no lo es.
En su libro Ciencia o Vudú. De la ingenuidad al fraude científico (Editorial Grijalbo), L. Park afirma: “Normalmente se suele invocar algún tipo de apuesta de Pascal a la hora de justificar proyectos imposibles. En nuestro recorrido por la ciencia vudú descubriremos la apuesta de Pascal tras sus numerosos disfraces.”
Y es que las pseudociencias prometen algo a cambio de nada o mucho a cambio de poco (conocimiento sin la necesidad del estudio, por ejemplo). Sin duda el canto de las sirenas parece irresistible.
Algunas de las promesas que examina L. Park se refieren a la creación de máquinas que infringen las leyes de la termodinámica (aparatos que, por ejemplo, pueden generar más energía de la que se les suministra). Incluso la NASA ha financiado proyectos similares, ¿por qué? Porque el dinero que se invierte es relativamente poco, esos proyectos tienen pocas probabilidades de funcionar, pero, en caso de hacerlo, producirían un beneficio enorme (saludos a Pascal). La NASA le ha apostado –nos informa Robert L. Park- a los escudos antigravitatorios. El físico cuenta sus experiencias con inventores de aparatos antigravedad.
En el caso de la NASA se trató de un experimento ideado por el físico Eugene Podkletnov. Escribe L. Park:
“Nadie tomó el postulado de Podkletnov lo bastante en serio como para tratar de repetir su experimento, excepto la NASA. Este organismo ha dedicado cuatro años y más de un millón de dólares a tratar de repetirlo. Hasta ahora, los resultados han sido ‘poco concluyentes’. En este caso, eso significa que los investigadores midieron una variación de peso de sólo dos partes entre cien millones, lo cual, admiten, pudo haber sido simplemente un error de medición. Cualquier reducción de peso, por pequeña que fuera, supondría un descubrimiento revolucionario; pero unos efectos tan pequeños suscitan inevitablemente preguntas acerca de posibles defectos del experimento.”
Uno de los responsables del proyecto fue interrogado por un periodista acerca de las razones para financiar un proyecto con tan pocas perspectivas de éxito. “Deje volar sin freno su imaginación. ¿Qué se podría hacer si pudiéramos reducir la gravedad en un 50%, o anularla completamente?”, fue su respuesta. La apuesta es clara.
A L. Park le preguntaron acerca de lo que se podría lograr en caso de fabricar un escudo antigravitatorio, su respuesta fue:
“Bueno, por una parte se podría construir una máquina de movimiento perpetuo. Imagínese, si lo desea, una rueda montada en un eje horizontal. Si se colocara un escudo que redujera la gravedad en mayor o menor medida debajo de una mitad de la rueda, ésta quedaría desequilibrada; eso la haría rotar, y lo haría continuamente. Esta idea apenas es nueva: se propuso hace ya unos doscientos cincuenta años. Lo único que faltaba entonces era el escudo; y hoy también sigue faltando.
“Se puede ver este asunto de dos maneras: o bien aceptamos la primera Ley de la termodinámica, en cuyo caso el hecho de que el escudo gravitatorio permitiera construir una máquina de movimiento perpetuo se convierte en una prueba de que tal escudo resulta imposible, o bien imaginamos que la primera Ley de la termodinámica podría estar equivocada y nos lanzamos a investigar en busca del escudo antigravitatorio. Los científicos de la NASA escogieron la segunda opción. Han apostado en contra de las leyes de la termodinámica. Pero nadie ha ganado tal apuesta.”
En el libro de Park aparecen inventores de máquinas de movimiento perpetuo, los físicos que defienden la fusión fría, homeópatas, practicantes de la “medicina cuántica” (como Deepak Chopra), parapsicólogos, astrólogos, etc.
Aquí algo sobre otro libro de Robert L. Park: Superstition. Belief in the Age of Science.
miércoles, mayo 27, 2009
Vocación equivocada
¿Ángel o demonio?
Se supone que por tu naturaleza jamás te sucedería.
Por ello es que no estabas preparada para ello.
Alguien como tú no podía enamorarse, no era parte de las reglas.
El juego no se trataba de eso.
Lloras, sufres... y es en vano.
Lo que obtienes de tus semejantes no es apoyo sino todo lo contrario. Sabes que estás a punto de convertirte en objeto de las burlas, de la violencia, de las miradas inquisitivas.
“¿Por qué luchas contra tu esencia?, ¿por qué te rebelas de esa forma?, ¿no estás orgullosa de lo que eres, de lo que somos?”
Nada respondes.
Lo único que deseas -y la sola idea horroriza a tus hermanas- es cuidarlo, protegerlo, estar con él... y, claro, ser correspondida.
Pero no eres un ángel, no puedes serlo, por ello es que tus lágrimas no valen la pena.
¿Cómo entender tu amor por un mortal? ¿Cómo explicar lo que sientes si no eres más que un súcubo?
miércoles, mayo 20, 2009
Consejera
La noche, lo sabes bien, nos regala maravillas, prodigios y portentos; pero también miserias, espantos y horrores.
Hace mucho que tus alas te permiten explorar, ir a los lugares que -dicen- no visitan las hadas decentes.
La oscuridad aparece y con ella llegan sus ángeles, pero también sus demonios; aprendiste rápidamente la valiosa lección.
Comenzó tu metamorfosis. Sentiste miedo cuando tus uñas se afilaron, cuando te crecieron pequeños colmillos.
Para sobrevivir necesitabas esos cambios.
Has sido víctima, pero también verdugo.
Conoces el amor y el odio. La paz y su ausencia.
Por ello es que de vez en cuando necesitas tomar un descanso, un respiro.
Y acudes a ella.
Es tu amiga. Te comprende, te respeta y estima. Sabes que siempre estará dispuesta a escucharte.
Mejor guía que la luna no podrías tener.
martes, mayo 19, 2009
Indagación
-Me quiere... No me quiere... ¡¡Me quiere!!
Método infalible para saber si te corresponden: recurrir a las hadas de alas azules.
Después de un rato, el chico dudó de la respuesta obtenida; así, decidió corroborar el resultado.
Varias horas le tomó atrapar otra. Sin ningún sentimiento de culpa ante el dolor de la pequeña criatura, comenzó la cruel investigación.
Obtuvo la respuesta deseada, pero la alegría duró poco...
¿Cuántas hadas serían despojadas de sus alas a causa de las inseguridades de un adolescente?
lunes, mayo 18, 2009
Una tarde Es domingo.
Pronto caerá la noche.
Vagas por la ciudad.
Sin rumbo fijo. Sin una meta.
Tampoco esperas grandes sorpresas.
Sólo deseas caminar. Sentir el viento contra tu rostro.
Entonces sucede...
Llegas a la entrada del metro Escuadrón 201. Te topas con un puesto de tortas o de tacos, ya está cerrado.
¿Qué podría haber detrás?
Nada. Nada especial.
Un niño.
Un perro.
Un borracho orinando.
Tal vez otro vago: otro que -como tú- disfrute de caminar sin sentido.
Te equivocas.
Entonces los ves.
Parece que no se percatan de tu presencia.
Y tomas la imagen.
No deseas perturbarlos, así que te alejas y continúas disfrutando del viento contra tu rostro.
jueves, mayo 14, 2009
ARTE Y CIENCIA Entrevista con Carlos Yustis
¿Quién no se ha sentido maravillado con fotografías astronómicas?, ¿quién no ha apreciado el mundo de los insectos o de los habitantes de los océanos, por poner dos ejemplos, mediante imágenes? La fotografía es una forma de acercarse a la ciencia.
Las fotografías pueden despertar la curiosidad y el asombro, de ahí que para muchas personas puedan ser su primer contacto con la ciencia.
Por ello es que decidí conocer más de cerca a un fotógrafo dedicado a la divulgación científica.
Juan Carlos Yustis Rubio actualmente está a cargo del Departamento de fotografía del Instituto de Astronomía de la UNAM, ha realizado fotografías y diseños para libros, revistas y folletos de divulgación científica.
Me puse en contacto con él para pedirle una entrevista, fue así como amablemente me recibió en su cubículo en el Instituto de Astronomía.
Carlos, ¿cómo descubres tu vocación de fotógrafo?
Soy cantante, estudié cinco o seis años en la Escuela Nacional de Música, y entré a trabajar –por una plaza por concurso- en el ballet folklórico de Amalia Hernández, como cantante; estaba yo muy joven y en esa época nos fuimos tres meses a Japón, y al inicio del viaje tuve la oportunidad de comprarme una cámara fotográfica –una canon que me acompañó durante mucho tiempo-. Y empecé a tomar fotografías durante este viaje. Al verlas y por comentarios de la gente, me di cuenta que tenía esta sensibilidad para tomar fotografías.
¿Qué edad tenías?
Como 23 años. Seguí viajando algún tiempo y ya cuando regresé quise formalizar un poco más. Me inscribí en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y empecé a trabajar más en serio toda la parte del diseño, luego ya me di cuenta que quería dedicarme sólo a la fotografía, dejé de lado la parte del diseño, y me metí a la Escuela Activa de Fotografía; entonces ya hice formalmente esos estudios y después me quedé como ocho años ya trabajando en fotografía y dando clases en la Escuela Activa en Coyoacán.
¿En qué momento comienzas a hacer fotografía para divulgación científica?
Por ciertas circunstancias de la vida me fui a Chiapas, estuve trabajando algún tiempo allá, dejé la escuela de fotografía. Eché a andar una casa de la cultura allá en Chiapas, que afortunadamente todavía continúa sus labores. De regreso a la ciudad de México encontré una convocatoria que apareció en la Gaceta de la UNAM, buscaban un fotógrafo profesional para el Instituto de Astronomía, entonces vine, me inscribí, hice el concurso junto con otras 11 ó 12 personas más, y me quedé trabajando aquí en el instituto. Obviamente al entrar empiezo a tener contacto con toda la parte científica, y me hago cargo del departamento de fotografía. Después regresé al diseño gráfico y se extiendió el departamento a fotografía y diseño gráfico, que es lo que he tenido a mi cargo ya casi por veinte años.
¿Cómo ha cambiado tu trabajo a lo largo de estos años?
Yo empecé muy clásico con el cuarto oscuro, tenía aquí mi propio cuarto oscuro; me dedicaba a preparar y revelar material para investigación, interferogramas, anillos, etc. Esas mismas imágenes se usaban después para las publicaciones científicas. Luego viene la fotografía digital y posteriormente, por ausencia del que era el diseñador gráfico del instituto, me empiezan a pedir trabajos en esa área, renuncia el diseñador en esa época y me quedo yo a cargo de los dos departamentos.
Hay fotografías para investigación y para divulgación, ¿tú has hecho de las dos?
Sí, pero de investigación ya casi no, porque los astrónomos obtienen su propio material. Antes sí se usaba más obtener placas, ampliarlas, imprimirlas, pero ahora ya es digital y los astrónomos obtienen su propio material. Entonces me he dedicado mucho más a la difusión.
De tus trabajos para divulgación ¿cuáles recuerdas especialmente?
Son muchos y no me acuerdo de algo específico, pero creo que el más relevante es mi trabajo con Julieta Fierro y antes con un muy buen amigo, ya fallecido, hijo de un gran músico -el maestro Herrera de la Fuente- y también él mismo músico: Miguel Ángel Herrera. Con ellos me dediqué a la difusión científica: a hacer libros y folletos.
¿Cómo ves la relación entre el arte y la ciencia?
Qué curioso que me preguntes eso. Fíjate que aquí en el Instituto de Astronomía, hace un poco más de dos años, por iniciativa de nuestro director, el doctor José Franco, y de Ángel Mayrén, un ex bailarín y coreógrafo del Departamento de Danza de la UNAM, se pensó en esta unión entre ciencia y arte, y se creó el Primer encuentro de ciencias y artes, y se inició aquí en el instituto. Ángel Mayrén y yo nos hicimos cargo de las exposiciones y las partes de danza y teatro que se presentaron aquí en el instituto, y tenemos contacto con el Taller Coreográfico de la UNAM, que nos ofrece funciones, y ahora hasta una coreografía: la coreografía de Galileo que recientemente –por el año internacional de la astronomía- hizo la maestra Gloria Contreras.
La ciencia y el arte han estado muy cerca, Leonardo da Vinci nos muestra la forma en que se conjugan; tenemos lo de la sección áurea, la sucesión de Fibonacci. Por otro lado tenemos que muchos de los científicos tienen esta vena artística. Parece que están muy conectadas en el cerebro estas dos partes y funcionan a veces de manera conjunta, hay muchos científicos que se dedican a pintar o en gran medida aquí en el instituto a hacer música: hay pianistas, violinistas, flautistas, cantantes. Además de su trabajo científico desarrollan esta otra parte. Curiosamente esto nos llevó también a la reciente creación del Coro Filarmónico Universitario, una iniciativa de científicos, que nace aquí en el instituto de astronomía, con el doctor Juan Echeverría, la maestra Christine Allen y conmigo, entre los tres echamos a andar este proyecto, con el apoyo del doctor José Franco. También es una gente de arte, es rockero, tiene su grupo, que se llama No estacionarse –si no me equivoco-; y siempre ha apoyado mucho lo de las artes. Ahora estos encuentros entre ciencias y artes se han vuelto muy famosos en la UNAM, éstos abordan tanto la promoción del conocimiento científico como la parte de la muestra artística, hecha tanto por científicos como por otras personas.
Estoy convencido que la ciencia y el arte son los dos pilares que forman parte del conocimiento humano y sobre los que se puede construir una sociedad. La educación, el conocimiento científico, el conocimiento artístico y el desarrollo de las humanidades son los pilares que permiten que una sociedad florezca, y entre mayor apoyo demos a esto, mejor será la sociedad en la que vivimos. Hemos visto como la falta de apoyo ha procurado una sociedad muy ignorante y a la que le falta mucho para avanzar, tanto por el desconocimiento de la ciencia como de las artes. El resultado ha sido una sociedad que reflexiona poco.
Antes de entrar al instituto, ¿cómo era tu relación con la ciencia?
Me gustaba mucho investigar en los libros. Recuerdo libros que me fascinaron desde muy joven, como El mono desnudo de Desmond Morris y posteriormente El zoo humano. Me interesaba cómo se había iniciado la vida, los experimentos de Stanley Miller. Leía y disfrutaba mucho. Mis estancias en los laboratorios de biología, sobre todo en la preparatoria, era algo que me encantaba. Obviamente al ingresar aquí, por los compañeros con los que trabajo, me encuentro inmerso en un mundo científico y me acerco mucho más a la astronomía.
Muchas personas tienen la impresión de que los científicos son unos personajes extraños, ¿cambió tu percepción de ellos al entrar aquí?
No conmigo, no me sucedió eso. Sé cuál es la percepción social de los científicos. Y realmente un científico es una persona como cualquier otra, con una sola característica que lo hace muy especial –y que todos tenemos-: la curiosidad infantil. La curiosidad de cómo son las cosas y cómo funcionan. Eso es todo lo que hace un científico: hacerse esas preguntas y adquirir ciertas herramientas -por ejemplo, las matemáticas- para poder responder. Basta que a un niño se le impulse un poquito y se le deje desarrollar esta curiosidad, y vaya buscando respuestas, para que se haga científico. En lugar de una educación que impone el conocimiento sólo a través de la memoria y no del análisis. Eso se necesita cambiar para que mejore la educación en México.
¿En cuanto a la música en qué estás trabajando actualmente?
Estoy muy metido en la creación del Coro Filarmónico Universitario. Está apoyado por veinte ilustres universitarios de muy distintas ramas y la sociedad está presidida por el rector, tenemos todo el apoyo institucional pero es una sociedad civil. Este coro está pensado para acompañar a la Orquesta Filarmónica de la UNAM. Así es como se ha desenvuelto últimamente, se ha logrado esta meta, mucho más rápido de lo que habíamos pensado. Ya funciona el coro, funciona muy bien. Ya nos hemos presentado y tenemos varios programas para junio y noviembre. Hay una gran actividad del coro. Este trabajo no tiene una recompensa económica pero sí una gran recompensa artística y emocional. Salvo el pianista y el director invitado, todos los demás lo hacemos por amor al arte. Y está conformado por gente que tiene una gran afición a la música, que ya sabe cantar y que ya sabe leer música. Es increíble haber encontrado a todas estas personas, y aproximadamente somos 160 elementos.
¿Y en cuanto a la fotografía?
Tengo mi trabajo constante aquí, en la parte de divulgación científica. Me encanta también hacer fotografía de retrato, y aquí hay muchas oportunidades, por investigadores a los que hay que estar haciendo fotografías. A parte de eso preparo material para exposiciones, el año pasado tuve varias exposiciones en UNIVERSUM, una que se llamó Calendario Caleidoscópico; luego preparé una exposición individual para el aniversario de ciencias y artes en el mismo UNIVERSUM. En el museo de las ciencias tengo otras invitaciones, también en el Museo de la luz, en la Facultad de Ciencias y en la Procuraduría General de Justicia. Tengo muchas invitaciones, pero me falta tiempo. Espero hacerlas este año pero estoy lleno de trabajo, por ejemplo, también estoy trabajando con lo del Año Internacional de la Astronomía. Pero son invitaciones y no he confirmado fechas.
Al final de nuestra charla le pregunté acerca de los premios y reconocimientos que ha recibido como fotógrafo, modestamente me constestó:
He recibido varios reconocimientos, pero no vale la pena mencionarlos, lo importante es el trabajo, lo que se muestra cada día.
El año pasado en la Biblioteca de México José Vasconcelos compré varios números de la revista Generación. El número 74 está dedicado a las Noches sin rumbo. Colaboraron, entre otros escritores, Alberto Chimal, J.M. Servín, Gullermo Fadanelli y Eusebio Ruvalcaba. En ese mismo número apareció un texto acerca de las operaciones milagrosas de la curandera Pachita.
La curandera, según la leyenda que se ha creado a su alrededor, realizaba cirugías psíquicas. Pero no sólo eso, además de poder operar un tumor, por ejemplo, era capaz de materializar instrumentos (como tijeras) y órganos para realizar transplantes. Ya lo veremos con mayor detalle en el siguiente apartado.
Lorenzo León Diez es el autor del artículo “El cuchillo de Pachita”. León Diez escribe que Alejandro Jodorowsky además de atestiguar varias operaciones, también participó en ellas (tal y como lo hiciera el psicólogo Jacobo Grinberg, también lo veremos en el siguiente apartado). Posteriormente, Jodorowsky, debido a un dolor en el hígado, se sometió a una operación con Pachita, escribe León Diez:
Como (Jodorowsky) ya operaba con Pachita, le declara su dolencia. Al frotarle el vientre con un huevo, como lo hacía con sus pacientes, la santa le informa: “Niño querido del alma, aquí tienes un tumor. Te voy a operar para arrancártelo de cuajo”. Lo ve palidecer y, riendo, le dice lo mismo que alguna vez a Grinberg: "Llevo más de setenta años operando, miles de personas han sido abiertas por el cuchillo del Hermano. Si hubiera ocurrido un percance a alguno de los pacientes, hace tiempo que estaría en la cárcel."
Con una irresistible curiosidad, Jodorowsky decide entregarse a la experiencia para saber qué se siente operarse en tan raras circunstancias. Se quita la camisa. Un par de tijeras aparece en la mano de la curandera. “Hizo un rollo con mi piel y dio un corte. Oí el ruido de las dos hojas de acero. Comenzó el horror. Aquello no era teatro. ¡Sentí el dolor que siente una persona a la que le cortan la carne con unas tijeras! Corría la sangre y pensé que me moría. Después, me dio una cuchillada en el vientre y sentí que lo abría dejando mis tripas al aire. ¡Espantoso! Nunca me había sentido tan mal. Durante unos minutos que me parecieron eternos, sufrí atrozmente y me quedé en blanco. Pachita me hizo una transfusión. A medida que escupía su extraño líquido por el tubo de plástico que me había embutido en la muñeca, sentí un poco que me invadía un agradable calor. Después levantó mi hígado sangrante y comenzó a tirar una excrescencia que tenía. ‘Vamos a arrancarlo de raíz’, afirmó el gran hermano. Y yo padecí, aparte del olor a sangre y de la horrorosa visión de la víscera granate, el dolor más grande que había sentido en mi vida. Chillé sin pudor. Dio el último tirón. Me mostró un pedazo de materia que parecía moverse como un sapo, le hizo envolver en papel negro, me colocó el hígado en su sitio, me pasó las manos por el vientre cerrando la herida y al instante desapareció el dolor.”
Las descripciones que Grinberg y Jodorowsky hacen de las operaciones que realizaba Pachita, hacen aparecer como inexpertos a Tony Agpaoa y a Alex Orbito (acá y acá se puede leer sobre la visita del charlatán a nuestro país en el 2004).
En su artículo, León Diez escribe sobre la “explicación científica” a las operaciones de la curandera. Jacobo Grinberg desarrolló la “teoría sintérgica” (mezcla de mecánica cuántica y conceptos inventados por el mismo Grinberg). Miguel Paz ha escrito sobre cómo la teoría de las supercuerdas puede explicar el fenómeno Pachita.
León Diez también explica que Jodorowsky aplicaría las “técnicas” de Pachita en sus propias prácticas: la psicomagia, el psicochamanismo y la psicogenealogía. Mauricio-José Schwarz ya ha escrito sobre las maravillas que Jodorowsky pone al alcance del público; aquí y aquí.
Al final del artículo León Diez afirma: “La existencia de Pachita es un fenómeno médico, místico, cultural, pero especialmente un manifiesto energético. La masa de personas que pasaron por sus manos tuvo un impacto todavía insospechado en la psique popular (es más, historietas como Hermelinda Linda quizá no son ajenas a su actividad). El legado de las terapias como las que propaga Jodorowsky tienen a Pachita en su base. Teorías físicas como la que creó Jacobo Grinberg están sustentadas en las acciones probadas de la chamana; la subcultura de la mexicanidad que permea una vasta gama de expresiones, encuentra en el nombre de Pachita un argumento de su trascendencia e, incluso, el pensamiento lógico más fino, como el del dominico Cocagnac, aceptan la pureza de su espiritualidad. Las ediciones en puerta de la obra de Jacobo Grinberg serán un acontecimiento que renueve su enigmático mensaje que está en la raíz y la superficie de la cultura mexicana.”
Las siguientes son algunas reflexiones que hace tiempo realicé sobre la curandera mexicana.
PACHITA
El paradero de Jacobo Grinberg se desconoce. Lo que es posible decir con exactitud es que estaba interesado en el mundo de lo paranormal.
Grinberg obtuvo el título de psicólogo en la Universidad Nacional Autónoma de México. Por su interés en los fenómenos paranormales es que en la cámara del sueño de la Facultad de Psicología se llevaron a cabo algunos experimentos con niños que aseguraban poder ver con la piel de las palmas de las manos (visión extraocular), ver aquí.
No fueron pocos los problemas que Grinberg enfrentó debido a su curiosidad y, según dejó escrito, casi le cuesta su puesto de profesor en la universidad porque ninguno de sus colegas ha podido aceptar la existencia de ese “nivel de realidad”. ¿A que nivel de realidad se refería?
Grinberg convivió con una curandera llamada Bárbara Guerrero, mejor conocida como Pachita. Según Grinberg “durante las operaciones que realizaba ella era capaz de materializar y desmaterializar objetos, órganos y tejidos. El manejo de las estructuras orgánicas le permitían realizar trasplantes de órganos a voluntad, curaciones de todo tipo y diagnósticos a distancia con un poder y exactitud colosales”.
Grinberg presenció una gran cantidad de operaciones, operaciones que resultan inverosímiles; veamos un ejemplo:
El caso más extraordinario y el que me enseñó que realmente no existen límites, fue el de una niña, quien en una operación convencional había sido sobreanestesiada, dejándole su cerebro muerto por la falta de oxígeno. Los padres, desesperados después de ver una docena de neurólogos, dieron con Pachita y le pidieron ayuda. Pachita aceptó y la segunda operación que vi aquella primera noche, fue un trasplante de corteza cerebral en la niña sobreanestesiada.
Durante más de diez años me he dedicado a investigar algunos aspectos de la fisiología cerebral y aunque me considero bastante revolucionario entre mis colegas, jamás me imaginé, ni podría haber aceptado, que una parte del cerebro pudiera trasplantarse de un ser humano a otro. Jamás lo hubiera aceptado de no haberlo visto, pero el caso es que lo vi y eso me trastornó tan profundamente que a partir de ese momento, todas mis concepciones psicofisiológicas cambiaron. La niña era un “vegetal” que no se movía ni hablaba ni controlaba sus esfínteres. En esa operación, y en cuatro subsecuentes, Pachita cortó el cuero cabelludo con el cuchillo de monte y después abrió el hueso del cráneo usando un pedazo de sierra de plomero.
Yo veía eso y parte de mí pensaba que no era cierto y otra que era maravillosamente real.
Después Pachita hizo aparecer una sección de corteza humana, tomó un pedazo en sus manos, le lanzó su aliento y le ordenó que viviera: “¡vive!, ¡vive!”, le gritaba.
Después con la ayuda del cuchillo, introdujo el pedazo de corteza al cráneo de la niña y con una serie de movimientos extraños, lo dejó depositado allí. Por fin, la herida se cerró después de que yo fui invitado a colocar mis manos encima de la misma. A eso se le llamaba saturar. La niña fue vendada y devuelta a sus padres.
La operación se realizó sin anestesia, sin asepsia y considerando su magnitud y seriedad, lo que se podía haber esperado como mínima reacción era una meningitis fulminante. En lugar de ello, la niña se presentó a los 15 días para una nueva operación, sin infecciones, sin haberse muerto de shock postoperatorio y con algún síntoma de mejoría. De hecho, después de cuatro operaciones similares a la descrita, yo vi a esa niña empezar a tener movimientos voluntarios, balbucear vocablos, quejarse del dolor y molestias y sonreír, ¡sí! ¡sonreír!
Cuando yo vi sonreír a esa niña y alcancé a comprender los motivos de su alegría, entendí que lo más fundamental es lo de mayor alcance espiritual, lo que cualquiera comprende, lo que se encuentra presente en todos los niveles, lo clásico, lo que se siente como certeza y mismidad.
Para Pachita –según se lee– era cosa corriente abrir cuerpos, aparecer órganos (aportes), realizar trasplantes, etcétera.
Grinberg no sólo fue testigo de una enorme cantidad de operaciones, sino que tuvo en ellas un papel activo, pues los cortes o heridas se cerraban cuando él ponía sus manos sobre ellas: “Supe que debía colocar el algodón sobre la herida y colocar mis manos sobre él. Lo hice y la herida cerró instantáneamente. Me dieron una venda y cubrí el vientre con ella”.
El cantante Leopoldo Dante Tévez, conocido como Leo Dan, convivió con la curandera Pachita, las palabras que a continuación transcribo pueden encontrarse aquí.
—¿Cuándo surgió ese acercamiento tan estrecho a Dios? —Ese conocimiento (corrige). Fue en el 66. Cuando me casé Dios me dijo: "Si no te acercas a mí vas a fracasar" Y yo creo que El me llamó; a Jesucristo lo acepté como mi Salvador y ahí empezó mi peregrinar por la vida cristiana. —¿Hubo algún hecho en particular que lo impulsara? —Un amigo me llamó y me invitó a hacer un cursillo de cristiandad viernes, sábado y domingo. Yo le dije: "No podrían ser otros días, yo los fines de semana trabajo". Y después el Señor me tuvo en España dos años sin trabajar. —Llamó la atención esa veta que en la Argentina no se le conocía. —¿Te acordás que en México había una señora que se llamaba Pachita? Todo eso surgió porque era amigo de Pachita que curó a mucha gente del ambiente artístico. Periodistas -creo que eran de las revistas Radiolandia y Antena- fueron a México y yo era el único que los podía introducir con Pachita. Ellos sacaron aquí "Las curas milagrosas de Leo Dan", y me empezaron a involucrar con eso de que yo tenía un don de sanación. Antes del 24 de diciembre mi hijo llamó a Bill, un amigo, y nos dice: "Acabo de venderle un departamento a un argentino y le dije que era amigo de ustedes. Cuando le nombré a tu papá -le dijo a Nico- el hombre se puso a llorar. Cuando se calmó un poco le preguntó: "¿Hice algo malo?" Y el hombre le confesó que tenía una hija que se estaba muriendo y yo le había puesto la mano y que la niña todavía vive. Yo no me acuerdo de nada, pero a lo que yo llego es que Jesucristo curaba cuando había fe.
Su testimonio en un programa de televisión.
Una canción que le compuso a Pachita:
Existen varias fotografías que muestran a Pachita realizando estos milagros, sin embargo, después de leer las descripciones del psicólogo, resultan decepcionantes, ninguna es sorprendente, se trata de imágenes iguales a las que muestran los “cirujanos psíquicos” de Filipinas.
Pachita decía que no era ella quien operaba, en realidad lo hacía el Hermano Cuauhtémoc: “Pachita decía que el espíritu del último emperador azteca trabajaba a través de su cuerpo realizando su trabajo. Ella se introducía a un trance transformando su personalidad y efectuando las operaciones...”.
Todas las historias que sobre ella se contaban motivaron a diversos “investigadores” a acercársele, en palabras de Pachita: “A mí me lleva la chingada con esa gente que viene a curiosear como si esto fuera un circo. Un día vinieron esos, ¿cómo se llaman?, ¡ah sí!, esos de control mental a investigarme. Me llevaron a una casa en la que había rayas de todos colores. Rojas, azules, verdes y negras. Un señor Silva me dijo que yo estaba en la negra. Hágame el favor, ese cabrón me quería nada más para meterme en lo negro. Luego me dijeron que buscara un enfermo con mi mente. Yo qué iba a buscar ni qué carajos. ¿Para qué? Luego otros me llevaron a la zona del silencio en Torreón para que les dijera lo que había allá. Puro pinche desierto y yo allí en medio. Encontré una tortuga y me la traje... Dicen que se paran los relojes y que no se oye el radio pero, ¿para qué sirve eso?, nada más buscan por buscar sin saber y por más que encuentran no se quedan satisfechos. ¡Si yo les contara todo lo que me han llevado a hacer! Un día me dijo un amigo que le ayudara a buscar no sé qué madres, en un terreno. Fui allí y me lo encontré lleno de excavaciones, me dijeron que les reportara lo que sentía y yo me quedé tal cual. Aquí sí que se trabaja, pero yo de eso sé menos que nadie. Yo nada más me voy y viene el hermano y ni me entero... Y luego vienen a invitarme a dar conferencias y yo ¿qué les voy a decir? ¡Se imaginan a esta pendeja hablando en una conferencia! A mí me gustan las buenas obras, las que de veras ayudan...”.
Pachita distinguía entre enfermedad buena y enfermedad mala. La enfermedad buena es aquella que tiene causas naturales y que puede curarse con medicinas convencionales, mientras que la mala es aquella que provocan los “daños”: “Alguien tiene una envidia y la persona envidiada recibe una carga energética que lo enferma... Los daños son las introyecciones de los malos pensamientos de los otros, son las malas intenciones detectadas a niveles corporales... Los celos enredan el espíritu; la envidia provoca daños. Luego es necesario hallarlos y echarlos fuera”. Pachita abría el cuerpo del paciente y extraía el daño; los daños se materializaban en forma de entidades oscuras a las que había que tratar de forma especial: se les envolvía en papel negro (como cuando Pachita supuestamente operó el hígado de Jodorowsky). Estas entidades también eran llamadas seres del bajo astral.
De igual forma, Pachita era capaz de corregir un diagnóstico médico: “Ya sé, dicen que tienes cáncer pero eso no es cierto. Vas a curarte y vienes otro día para ver cómo sigues y para cambiarte tus riñones. No le hagas caso a los médicos, te han debilitado con sus lavadas y técnicas de... ¿cómo se llama? Quimioterapia...”.
Grinberg trató de explicar todos estos fenómenos recurriendo a la mecánica cuántica, la neurología y a otros conceptos de su invención. Dejó claro que los portentos de los que fue testigo eran auténticos: “Muchas personas me han preguntado si lo que describo sucedió tal y como está relatado. La respuesta es absolutamente afirmativa; no existe aquí invención o falsedad; todo sucedió exactamente tal y como se presenta”.
LO PARANORMAL Y LOS MILAGROS
¿Qué es lo paranormal? ¿Los milagros son fenómenos paranormales? ¿Son sinónimos sobrenatural y paranormal? ¿Los fenómenos paranormales violan las leyes de la naturaleza?
Los “estudiosos de lo paranormal” no han sido capaces de explicar qué es lo que supuestamente estudian o investigan (Lola Cárdenas ha escrito al respecto), incluso algunos autores señalan que los llamados “fenómenos paranormales” en realidad deben contar con una explicación natural hasta ahora desconocida, así, la telepatía, por ejemplo, no estaría violando ninguna ley de la naturaleza sino esperando una explicación satisfactoria.
Lo anterior querría decir que lo paranormal carece de existencia, y estos supuestos fenómenos deberían más bien catalogarse como “fenómenos que aún no cuentan con una explicación”.
De cualquier forma no todos los creyentes aceptan esta visión naturalista. Pero si dicha visión no es aceptada, y se habla de la revelación de un “mundo o universo no-físico”, ¿cómo verificar la existencia de ese mundo y de su manifestación en nuestro mundo: los fenómenos paranormales? ¿Por qué el “mundo paranormal” se podría manifestar en el mundo natural? ¿Podría estar al alcance del conocimiento algo así? ¿Resultan estos fenómenos cognoscibles?
Ahora, ¿qué es un milagro? Podríamos comenzar diciendo que se trata de una suspensión temporal de las leyes naturales. Pero hay algo más. La gente desea salud, la capacidad de realizar trabajos sin necesidad de gastar energía, etc. Cuando la naturaleza interrumpe su forma normal de funcionar, y lo hace para complacer los deseos del ser humano, entonces podemos hablar de un milagro. ¿Es satisfactoria esta definición?
¿Hay diferencias entre los fenómenos paranormales y los milagros?
La diferencia entre lo paranormal y los milagros no es muy clara. Me parece que una diferencia es que detrás de los milagros habría una “voluntad extranatural” (Dios, los ángeles, los santos, los espíritus...). Por lo general, solamente se puede creer o no creer en un milagro, es decir, los milagros son asuntos de fe; sin embargo, en ocasiones es posible someter a verificación un pretendido milagro (entonces el milagro se convertiría en un fenómeno paranormal).
El filósofo Paul Kurtz llama “paranatural” a aquellas manifestaciones que son –al mismo tiempo– paranormales y milagrosas: “He propuesto que usemos el término paranatural para referirnos a afirmaciones religiosas que son capaces de alguna resolución empírica y que no son trascendentales o supernaturales. En este caso son similares a las afirmaciones paranormales comprobables”.
¿Puede la parapsicología ser una ciencia? Veamos lo que dice Michael Shermer.
Escribe Shermer: “Datos y teoría, evidencias y mecanismos: tales son los pilares gemelos sobre los que se puede erigir una ciencia confiable. Sin datos y evidencias, una teoría o un mecanismo no tienen nada que explicar. Sin una teoría o un mecanismo, los datos y evidencias andan a la deriva en un vasto mar”.
Explica que la deriva continental, propuesta en 1915, no se aceptó sino hasta que se encontró cuál podría ser el mecanismo por el que se desplazaran los continentes. Otro ejemplo que pone es el de la evolución, la que no se aceptó hasta que Charles Darwin y Alfred Rusell Wallace propusieron un mecanismo: la selección natural. Concluye Shermer que “hasta que encuentre a su Darwin, la parasicología seguirá a la deriva y al margen de la ciencia”. Mario Méndez Acosta dice: “No hay modelos teóricos del funcionamiento de la telepatía o de los principios de la telepatía o de los principios fundamentales de la telequinesis, por poner un ejemplo. No existe un modelo matemático que represente analíticamente fenómenos como el transporte instantáneo de información compleja a distancia que implica la telepatía, o la creación de energía de la nada que implica la telequinesis o el rompimiento de la relación causa-efecto que acarrea la precognición”.
LA VERDADERA PRUEBA
El “Objeto Paranormal Permanente” es una propuesta de John Beloff.
¿En dónde radica la importancia del OPP? Primero se tendría que dejar en claro lo que se entiende por “cualidades paranormales”. Una vez que todos están de acuerdo en que ciertas características serían algo paranormal, se procedería a analizar el mencionado objeto, se realizarían las observaciones y las mediciones necesarias, y, finalmente se podría determinar si éste tiene o no las cualidades paranormales. El objeto es “permanente” en el sentido de que, siempre que se requiera, lo podrán examinar científicos de cualquier parte del planeta. Así, las cualidades paranormales del objeto en cuestión serán claras para todo aquel científico que lo examine.
Al buscar el OPP, la investigación de lo paranormal dejaría fuera la telepatía, la precognición, etc.
¿Hay candidatos a ser el OPP? Uno de ellos es el Sudario de Turín. Los mexicanos contamos con otro candidato: la Guadalupana. Aunque en cualquiera de estos casos se trataría del Objeto Paranatural Permanente.
En el caso de la imagen de la Virgen de Guadalupe, los creyentes mencionan una serie de hechos supuestamente inexplicables. Desgraciadamente cada uno de los misterios ha sido resuelto: José Sol Rosales, quien fuera director del Centro Nacional de Registro y Conservación para Obra Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), encontró que el ayate es de lino y cáñamo –y no de henequén–, de igual forma ha descrito el tipo de pintura utilizada; Sol Rosales analizó el ayate a petición de Guillermo Schulemburg, ex abad de la basílica de Guadalupe. El investigador Leoncio Garza-Valdés asegura que hay tres imágenes pintadas (una sobre la otra): Marcos Cipac y Juan de Arrue son quienes habrían pintado la imagen de la morenita, y José Antonio Flores Gómez, restaurador de obras de arte, en dos ocasiones (1947 y 1973) le dio una “manita de gato” a la guadalupana.
Las operaciones de Pachita serían –al mismo tiempo– fenómenos paranormales y milagros. Milagros porque a Pachita la asistían espíritus durante las operaciones. Pero esas operaciones Grinberg intentó explicarlas usando conceptos de física y neurología. Tendríamos –siguiendo a Kurtz– un fenómeno paranatural. Al tener “resolución empírica”, estas operaciones tienen sentido, ¿o no? ¿Con qué elementos contamos para calificar lo que supuestamente era capaz de realizar Pachita? ¿Con Pachita podríamos hablar de un “Sujeto Paranormal Permanente”?
Lo que tenemos para analizar los supuestos milagros llevados a cabo por Bárbara Guerrero son las fotografías, los testimonios de quienes fueron operados (o de sus familiares) y el testimonio de Jacobo Grinberg. ¿Es suficiente? ¿Hasta dónde podemos llegar con estos elementos? Pachita ya no está (lo de “permanente” queda descartado), no es posible pedirle que realice sus operaciones bajo buenas condiciones de observación (frente a científicos) y registrar lo que pudiera suceder. En pocas palabras: no es posible ni planear ni llevar a cabo una investigación científica al respecto.
Pero supongamos que –tal y como lo escribió Grinberg– Pachita realmente fuera capaz de operar, aparecer órganos y realizar trasplantes. ¿Cómo podríamos verificarlo? Simplemente no podemos. Ni las fotografías ni los testimonios son evidencia suficiente. Lo único que podría hacerse es aceptar o rechazar lo narrado por Grinberg.
Termino esta entrada con una interesante reflexión de Paul Kurtz: “si se encuentra una explicación científica para un supuesto hecho paranormal, éste se convierte inmediatamente en un suceso no-paranormal y pasa a formar parte del universo natural”. Explicar científicamente los fenómenos sobrenaturales significa convertirlos en fenómenos naturales, no se puede explicar lo sobrenatural sin destruir este término.
Y, antes de la eternidad, surgieron los primordiales. Y, eran poderosos e inhumanos. Y, el universo fue suyo y sus sueños realidad. Y, soñaron con el hombre. Y, el hombre fue. Y, primero fue el hombre y después el hombre verdadero, el detentador del poder. Y, el Hombre verdadero creó el paraíso y los Dioses. Y, cuando los primordiales reclamaron al hombre verdadero su poder, éste se les enfrentó. Y, fue la guerra. Y, el paraíso desapareció. Y, los primordiales quedaron atrapados bajo el sello de Yig, la poderosa. Y, los hombres verdaderos se fueron de lo que fue el paraíso. Y, siguen allí, aquí y en todas partes y ninguna. Y, los hombres verdaderos esperan. Y, eso es promesa para sus amigos. Y, amenaza para sus enemigos.
MANUSCRITOS DE DZONOT Hermenegildo y Fulgencio Chi
Conocí los mitos mexicanos en el taller de la AMCyF. En ese momento nos reuníamos en un salón de la SOGEM, allá en Coyoacán.
El responsable de la revista Umbrales: literatura fantástica de México (1992-2000) era Federico Schaffler, quien con orgullo decía que se trataba de la única revista que publicaba exclusivamente a autores mexicanos.
No recuerdo quién llevó al taller el número dedicado a los mitos mexicanos, pero sí que me encargaron que sacara varias copias.
En este número participaron Héctor Chavarría –creador de estos mitos-, Hernán Rodríguez Klaustermann, Mauricio- José Schwarz, Gerardo Horacio Porcayo, José Luis Zárate, Luis G. Abbadié, José Roudén, Daniel Murillo Licea y Alberto Chimal.
¿De qué se trata esto de los mitos mexicanos?
La idea se le ocurrió a Chavarría allá por 1975, se trataba de un homenaje a Howard Phillips Lovecraft. En palabras de Chavarría: “Género extraño, pretende tener sus raíces en el cuento materialista de horror creado por Hodgson y Lovecraft a principios de este siglo. Pero es algo más. El ‘mito mexicano’ fundamenta a medias sus ficciones con datos sacados de una serie de libros que los especialistas aún no aclaran qué tan míticos son. Su principal atractivo para los ‘ratones de biblioteca’ consiste en tratar de aclarar dónde comienza la ficción en relación con la realidad. El rastreo de sus fuentes bibliográficas ha llevado a más de uno a toparse con sorpresas en librerías de viejo.”
El árabe loco Abdul Alhazred escribió el Necronomicón. Así, Martín Diaz (sin acento) escribió la Vera historia de los bolcanes de la Nueva España.
Hernán Rodríguez Klaustermann explica sobre Martín Diaz:
El 30 de abril de 1680, en Oviedo, España, nació quien llevaría los nombres de Martín Rafael Felipe de Jesús Diaz Guadarrama, pero que para todo efecto sería conocido como Martín Diaz (el apellido, tal y como él siempre lo escribió, no lleva acento y así lo usaremos). Este personaje recibiría a lo largo de su existencia una multitud de apodos en los idiomas más diversos; del chino al árabe, pasando por el castellano, el maya y el náhuatl.
Ninguno de ellos reveló su verdadero origen y en sus palabras [Vera historia de los bolcanes de la Nueva España (2ª edición, 1748)] “...e porque non provengo de parte alguna de esta (tierra) e non puede relacionárseme con estirpe alguna como non sea la mía, la que yo solo conozco e nadie más.”
Lo cual, tomado a la letra, querría decir que ni siquiera sus nombres castellanos significarían algo. De igual manera, las muchas combinaciones usadas por él para firmar sus trabajos –algunas de ellas utilizando sus nombres y apellidos y otras las equivalencias a los apodos-, sólo habrían significado un intento, muy bien logrado por cierto, de ocultar una identidad.
Además de la Vera historia, Diaz fue autor de Panchebé, Relación de hierbas y plantas medicinales de las Indias y Trabajos sobre la arquitectura de la Nueva España.
Posteriormente, la historia de la arqueóloga Helen Klaustermann y el médico Ulises Rodríguez Holtz la cuenta Chavarría en su novela El mito del espejo negro, misma que fue publicada en 1997 por Editorial Vid. Helen y Ulises se enfrentan a agentes nazis que desean apoderarse de una mitad del espejo negro.
Además de la historia, Chavarría incluye una cronología de las diferentes ediciones de la Vera historia, un resumen de lo que se sabe de la vida de Martín Diaz, una explicación acerca de el “Círculo” (quienes han escrito sobre los mitos mexicanos), y un cuadro con algunos de sus integrantes, entre otros textos.
Héctor también ha publicado relatos menos solemnes de los mitos mexicanos, ejemplo de ello es Sociedad Mutualista.
Héctor me firmó una dedicatoria en el Club de Periodistas, en una de las conferencias (no recuerdo el tema) que mensualmente llevaba a cabo la Sociedad Mexicana para la Investigación Escéptica.