viernes, mayo 29, 2009

Hagan sus apuestas

La grandeza del hombre

Blaise Pascal (1623-1662) fue un librepensador y ateo en su juventud. Años más tarde se convirtió al cristianismo, de tal forma que combinaba sus intereses científicos y religiosos. Para él la razón no es contraria a la religión. Excluir la razón y no admitir más que a la razón, son dos excesos. Razón y fe son compatibles.

Tenía la intención de escribir una obra a la que llamaría “Apología de la religión cristiana”; ésta no fue terminada, pero sus fragmentos se encuentran en la obra “Pensamientos”. Pascal planeaba escribir sobre la miseria del hombre sin Dios, la felicidad del hombre en Dios y el conocimiento de Dios en Jesucristo. Para Pascal en Jesucristo podemos encontrar tanto a Dios como a nuestra miseria.

El hombre es concebido por Pascal como un ser débil física y moralmente. ¿Por qué? Porque el egoísmo muchas veces triunfa sobre la caridad; porque la vida es contradictoria y el hombre refleja esta característica: los seres humanos somos alternativamente crédulos e incrédulos, tímidos y temerarios.

El hombre debe hacer un esfuerzo por conocerse a sí mismo, y tal cosa es imposible si no podemos sentarnos a reflexionar, si no podemos hacer a un lado el “ruido” del mundo que suele distraernos (televisión, radio, internet, etc.); al respecto Pascal afirmaba que “toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa, que es el no saber quedarse tranquilos en un cuarto.”

Y ¿qué puede encontrar el hombre al conocerse a sí mismo? Su doble naturaleza.

El hombre es, al mismo tiempo, grande y miserable. Y su grandeza se encuentra en el conocimiento de su miseria. En palabras de Pascal: “La grandeza del hombre es grande en cuanto se sabe miserable. Un árbol no se sabe miserable.” Así, el hombre está a medio camino entre la nada y el todo.

Pero Pascal no pretende demostrar que Dios existe. Menciona que es mejor apostar a que existe a que no existe. Nada perdemos en el primer caso; en el segundo, podríamos perder todo.


Creer o no creer, ¿qué resulta menos peligroso?

Continuemos con la apuesta mencionada en el párrafo anterior.

Supongamos que alguien le ofrece al lector un billete completo de lotería por una suma risible, ¿lo compraría? Si nuestro billete no resultara ganador, nada habríamos perdido realmente, pero si no lo compráramos y finalmente resultara ser el ganador, habríamos perdido mucho. Ese es el razonamiento de Pascal.

Veamos. ¿Qué podríamos perder en caso de, equivocadamente, apostar por la existencia de Dios? Tiempo en la iglesia, dinero (si es que decidimos gastar en bautizos, misas de quince años, bodas, etc.), tal vez algo de diversión. Por otro lado, ¿qué perderíamos en caso de, equivocadamente, apostar por la no existencia de Dios? ¡Todo!, diría Pascal. Hay quienes aseguran que la no creencia en Dios se castiga con sufrimientos por toda la eternidad... ¡Glup! Tal vez debería apostar por la existencia de Dios.

“Teoría de la decisión: Grandes expectativas” es el capítulo 13 de un libro de lógica (cuyo título no tengo a la mano) escrito con un gran sentido del humor. En dicho capítulo aparecen algunos comentarios sobre la apuesta de Pascal.

El autor explica lo que en lógica se llama teoría de la decisión. Me saltaré todo el asunto matemático (sí, merezco algunos abucheos), simplemente mencionaré los razonamientos que hace sobre la famosa apuesta.

Escribe el autor: “La Apuesta podría parecer muy persuasiva, pero de hecho comete un error simple de la decisión teórica. Omite algunas posibilidades relevantes. No hay un solo dios posible, hay muchos: el Dios cristiano, el Alá del Islam, el Brahman del Hinduismo, y muchos otros que veneran varias religiones menores. Y muchos de éstos son unos dioses muy celosos. Si Dios existe, y no creemos en él, estás en problemas; pero si Alá existe y no creemos en él, también estamos en problemas, y así. Además, si Dios existe y tú crees en Alá –o viceversa- es aún peor, ya que tanto en el cristianismo como en el Islam, creer en dioses falsos es peor que ser un simple ateo.”

Al parecer recibirán mayores castigos aquellos que creen en dioses falsos que aquellos que niegan la existencia de todos... ¡Y para atinarle al bueno (o a los buenos) está difícil!

Después de hacer algunos cálculos concluye: “Las cosas no parecen prometedoras. Pero es claro que los creyentes en algún dios resultarán peor. No debemos creer en ninguno.”


Las otras apuestas

El físico Robert L. Park es experto en ciencia vudú. ¿A qué llama ciencia vudú? A la ciencia patológica, la ciencia basura, la pseudociencia y la ciencia fraudulenta. Aunque hay ciertas diferencias entre unas y otras, todas tienen algo en común: presentan como ciencia algo que en realidad no lo es.

En su libro Ciencia o Vudú. De la ingenuidad al fraude científico (Editorial Grijalbo), L. Park afirma: “Normalmente se suele invocar algún tipo de apuesta de Pascal a la hora de justificar proyectos imposibles. En nuestro recorrido por la ciencia vudú descubriremos la apuesta de Pascal tras sus numerosos disfraces.”



Y es que las pseudociencias prometen algo a cambio de nada o mucho a cambio de poco (conocimiento sin la necesidad del estudio, por ejemplo). Sin duda el canto de las sirenas parece irresistible.

Algunas de las promesas que examina L. Park se refieren a la creación de máquinas que infringen las leyes de la termodinámica (aparatos que, por ejemplo, pueden generar más energía de la que se les suministra). Incluso la NASA ha financiado proyectos similares, ¿por qué? Porque el dinero que se invierte es relativamente poco, esos proyectos tienen pocas probabilidades de funcionar, pero, en caso de hacerlo, producirían un beneficio enorme (saludos a Pascal). La NASA le ha apostado –nos informa Robert L. Park- a los escudos antigravitatorios. El físico cuenta sus experiencias con inventores de aparatos antigravedad.

En el caso de la NASA se trató de un experimento ideado por el físico Eugene Podkletnov. Escribe L. Park:

“Nadie tomó el postulado de Podkletnov lo bastante en serio como para tratar de repetir su experimento, excepto la NASA. Este organismo ha dedicado cuatro años y más de un millón de dólares a tratar de repetirlo. Hasta ahora, los resultados han sido ‘poco concluyentes’. En este caso, eso significa que los investigadores midieron una variación de peso de sólo dos partes entre cien millones, lo cual, admiten, pudo haber sido simplemente un error de medición. Cualquier reducción de peso, por pequeña que fuera, supondría un descubrimiento revolucionario; pero unos efectos tan pequeños suscitan inevitablemente preguntas acerca de posibles defectos del experimento.”

Uno de los responsables del proyecto fue interrogado por un periodista acerca de las razones para financiar un proyecto con tan pocas perspectivas de éxito. “Deje volar sin freno su imaginación. ¿Qué se podría hacer si pudiéramos reducir la gravedad en un 50%, o anularla completamente?”, fue su respuesta. La apuesta es clara.

A L. Park le preguntaron acerca de lo que se podría lograr en caso de fabricar un escudo antigravitatorio, su respuesta fue:

“Bueno, por una parte se podría construir una máquina de movimiento perpetuo. Imagínese, si lo desea, una rueda montada en un eje horizontal. Si se colocara un escudo que redujera la gravedad en mayor o menor medida debajo de una mitad de la rueda, ésta quedaría desequilibrada; eso la haría rotar, y lo haría continuamente. Esta idea apenas es nueva: se propuso hace ya unos doscientos cincuenta años. Lo único que faltaba entonces era el escudo; y hoy también sigue faltando.

“Se puede ver este asunto de dos maneras: o bien aceptamos la primera Ley de la termodinámica, en cuyo caso el hecho de que el escudo gravitatorio permitiera construir una máquina de movimiento perpetuo se convierte en una prueba de que tal escudo resulta imposible, o bien imaginamos que la primera Ley de la termodinámica podría estar equivocada y nos lanzamos a investigar en busca del escudo antigravitatorio. Los científicos de la NASA escogieron la segunda opción. Han apostado en contra de las leyes de la termodinámica. Pero nadie ha ganado tal apuesta.”

En el libro de Park aparecen inventores de máquinas de movimiento perpetuo, los físicos que defienden la fusión fría, homeópatas, practicantes de la “medicina cuántica” (como Deepak Chopra), parapsicólogos, astrólogos, etc.

Aquí algo más sobre Ciencia o Vudú.

Aquí algo sobre otro libro de Robert L. Park: Superstition. Belief in the Age of Science.

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