viernes, julio 20, 2007

WITTGENSTEIN Y LO MÍSTICO

En México no han sido únicamente los interesados en la filosofía analítica quienes han estudiado el pensamiento de Ludwig Wittgenstein (en futuras entradas veremos la relación entre la filosofía analítica y el positivismo lógico).

Ya hemos visto que el autor del Tractatus Logico-Philosophicus también tenía una faceta mística. De eso nos ocupamos ahora.

En su “Esbozo histórico de la filosofía en México (Siglo XX)”, el filósofo mexicano Gabriel Vargas Lozano se ocupa de una de las emigraciones más grandes del siglo pasado: el exilio español ante la derrota de la república a manos del franquismo. A nuestro país llegaron muchos filósofos, entre ellos José Gaos, José Manuel Gallegos Rocafull, Eugenio Imaz, Adolfo Sánchez Vázquez, María Zambrano, Wenceslao Roces y Ramón Xirau.

¿Qué sucedía en México política, artística y filosóficamente? Vargas Lozano cuenta: “Los filósofos españoles, al igual que los demás miembros del exilio llegan a México en un momento peculiar de la historia. Se trataba del período Cardenista, un año después de la expropiación petrolera, es decir, en medio de una de las grandes batallas de México por su soberanía e independencia y un año antes del término del sexenio. Momento brillante en el orden de la política pero también en el ámbito de la cultura integrada por el muralismo de Orozco, Rivera y Sequeiros; la música de Silvestre Revueltas y Carlos Chávez; el estridentismo como corriente estética; la poesía de ‘los contemporáneos’ y el debate sobre el arte comprometido. Una figura especial era Alfonso Reyes. También entra en acción la generación del 15; cercanos a ellos estaban también Narciso Bassols y Daniel Cosío Villegas que serán importantes fundadores de instituciones culturales. En el campo de la filosofía sobresalían figuras como Antonio Caso, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Eduardo García Maynes y Francisco Larroyo, entre otros.”

Los filósofos exiliados crearon instituciones, realizaron traducciones, se dedicaron a la docencia e investigación, desarrollaron su propia obra, fundaron revistas...

Como mencionamos líneas atrás, entre los filósofos que llegaron a nuestro país estaba Ramón Xirau. Él llegó a principios de agosto de 1939, entonces tenía quince años. ¿Qué temas e ideas le interesaron analizar? Vargas Lozano escribe: “la pregunta metafísica por el sentido de la vida (que le lleva a inquirir más tarde por lo sagrado); la crisis de las civilizaciones (El desarrollo y la crisis en la filosofía occidental de 1975); la idea de que la filosofía es una búsqueda de la verdad y la verdad absoluta es siempre religiosa; sus trabajos sobre Teilhard de Chardin, Wittgenstein, Simon Weil y Martin Heidegger. El pensamiento de Xirau está sustentado en un humanismo que busca la conciliación entre Eros, Mythos y Logos.”

Algunas de sus obras son: “Sentido de presencia” (1953), “El péndulo y la espiral” (1959), “Palabra y silencio” (1964), “Mito y poesía” (1964), “Introducción a la historia de la filosofía” (1964), “Poesía y conocimiento” (1979) y “Cuatro filósofos y lo sagrado” (1986).

Ahora veamos su ensayo “Wittgenstein y lo místico: presencia del límite.”

Razón y fe. De las relaciones entre ellas es de lo que trata el ensayo de Xirau.

La fe por encima de la razón. La razón que acude al servicio de la fe. La imposibilidad de dar el salto mortal.

Escribe sobre el pensamiento de Kierkegaard, quien “usaba la razón para mostrar la incapacidad de esta misma razón y decía –cuestión de vida o muerte- que el verdadero hombre, el hombre religioso, era el que podía realizar el saltum mortale, el salto de lo finito a lo infinito, cosa de fe, confianza, amor.” Kierkegaard era el pensador del siglo XIX a quien más admiraba Wittgenstein, de hecho decía que había sido un santo. Frente al fideísmo (como el de Kierkegaard) “algunos pensaron que podía racionalizarse totalmente la fe (...) Dos extremos: afirmar únicamente la fe; afirmar únicamente la razón.”

Xirau considera que el Tractatus ha sido repetidamente malinterpretado, “y esto es especialmente cierto cuando vemos que los filósofos anglosajones –y ahora sus discípulos españoles, mexicanos, argentinos- se preocupan más por los problemas lógicos y epistemológicos que planteaba (o resolvía) el Tractatus que por lo que ocupaba y preocupaba vitalmente a Wittgenstein.” Xirau explica lo que realmente le importaba a Wittgestein: el mundo de lo místico, el mundo de lo indecible. ¿Y de dónde le venía este interés? Seguramente “de una experiencia de los límites, del límite.”

Xirau se refiere entonces a lo que se dice y puede decirse, y a lo que se muestra: lo místico. “Lo místico es lo que está en el límite o más allá del límite.”

Para comprender al filósofo-místico hay que analizar el ambiente de aquella Viena, y es lo que hace Xirau. “La filosofía de Wittgenstein refleja las preocupaciones de su ciudad natal...” En otra entrada veremos este punto con detalle.

Xirau menciona algunos datos sobre Wittgenstein: que participa como voluntario en la Primera Guerra Mundial, que renuncia a su fortuna, que se hace maestro de escuela primaria en pueblos pobres, que busca el aislamiento en su cabaña, que diseña la casa de su hermana, etc. Y menciona esto porque quiere hacer énfasis en su carácter. A Wittgenstein toda la vida le persiguieron los demonios: “Y estos demonios fueron reales. Psicológicamente, este hombre angustiado estaba destinado a acercarse y apartarse al mismo tiempo de la religión y de su propio misticismo.”

En El misticismo y la santidad en Ludwig Wittgenstein vimos que el filósofo-místico llegó a autoinculparse de forma desmedida, hablaba y escribía de su bajeza y corrupción. Afirmaba que su vida estaba “llena de los pensamientos y actos más feos y mezquinos”, también expresaba sus deseos de cambiar: “Mi vida ha sido hasta ahora una gran cochinada, pero ¿deberá continuar siéndolo por siempre?”. Necesitaba aclararse como hombre, también anotó: “Me están devorando unas circunstancias repugnantes. Toda la vida exterior, con toda su vulgaridad, se abalanza sobre mí. E interiormente estoy lleno de odio y no consigo dejar que penetre en mí el espíritu. Dios es el amor. Soy como un hornillo consumido, lleno de escorias y suciedad”.

Xirau considera que lo que atormentaba a Wittgenstein eran las cosas que no pueden decirse sino sólo mostrarse.

A continuación escribe sobre las lecturas no filosóficas de Wittgenstein: la Biblia, pensadores semirreligiosos, místicos...

No agrego más sobre los puntos anteriores porque ya he escrito al respecto en otras entradas. Pero ¿qué importancia puede tener todo esto?, ¿son extrafilosóficos datos como el carácter y las lecturas de Ludwig? Xirau da una respuesta negativa: “No lo son. Y si no lo son es porque un filósofo no es –no debe ser- un ente abstracto, sino una persona viva que integra en sí, y por lo tanto en su filosofía, cuanto lee, siente, vive. La biografía es parte del pensamiento, sobre todo cuando trata de cuestiones fundamentales, es decir, de cuestiones indecibles.”

Wittgenstein considera que quienes hablaban de lo místico no hacían sino decir tonterías. J. Ayer mantenía lo anterior, y se equivocaba. Xirau explica: “Demasiado influido estaba Ayer por el positivismo lógico para poder entender a Wittgenstein.”

Pero ¿qué es aquello de lo que no es posible hablar pero sí mostrar? “La ética no puede expresarse porque es trascendental y, por lo tanto, está más allá de los límites del lenguaje.” Lo mismo sucede con la estética. Continúa Xirau haciendo referencia a algunas de las cuestiones de las que escribió Wittgenstein: la felicidad, el mundo de los felices, el mundo de los infelices, las amenidades de este mundo, la voluntad...

¿Es o no Wittgenstein un hombre de fe? El mismo Wittgenstein afirmaba que no era religioso pero que no podía sino ver el mundo con ojos religiosos. Xirau no cree que Wittgenstein tuviera fe, pero sí que hubiera en él una posibilidad de fe.

El filósofo-místico escribió acerca de lo que significa creer en Dios (ver que con los hechos del mundo no basta, ver que la vida tiene un sentido, entender la cuestión acerca del sentido de la vida). Pero ¿en qué sentido usa Wittgenstein la palabra Dios?

Sobre esto, Xirau anota: “En algunos casos Dios es visto como el ser del cual dependemos y, así, la palabra Dios es sinónima de la palabra Destino; en otros caso la divinidad se escinde y adquiere un doble significado más allá de los límites: el mundo, considerado en su totalidad limitada, y el Yo dependiente (un yo que no es personal, sino trascendental). Estos varios y diversos sentidos de la palabra Dios no dejan de ser ambiguos.”

Después de analizar el concepto de Dios en Wittgenstein, Xirau anota: “en Wittgenstein existe una posibilidad de religión. Como Kiekegaard, Wittgenstein quiso realizar un saltum mortale; no parece que lo haya conseguido como lo consiguió –a través de amor y fe, a través de obra de amor- Sören Kierkegaard.”

Para finalizar mencionaremos que también Luis Villoro se ha ocupado del misticismo de Wittgenstein. Lo hizo en su artículo: “Lo indecible en el Tractatus”, ya lo buscaremos...


REFERENCIAS

Xirau, Ramón. “Antología de Ramón Xirau”. Editorial Diana. México. 1989.

Vargas Lozano, Gabriel. “Esbozo de la filosofía en México (Siglo XX) y otros ensayos”. Ed. Conarte-Facultad de Filosofía y Letras de la UANL. Monterrey. 2005.

No hay comentarios.: