lunes, abril 06, 2009

El metro y la literatura fantástica
(Primera parte)

Jaime Urías (amigo a quien le dediqué Marcos 16:15) y yo teníamos la costumbre de ir a los cine-debates que organizaban distintas facultades que se encuentran en Ciudad Universitaria. Recuerdo especialmente los ciclos “La religión es una maldición”, “Vive las drogas” y “Los niños terribles” de la Facultad de Filosofía y Letras; también el ciclo “La exploración del espacio” de UNIVERSUM, mismo que tuvo como plato fuerte una mesa redonda sobre vida extraterrestre, en la mesa participaron Mario Méndez Acosta, Héctor Chavarría, Rafael Fernández, Martín Bonfil y como moderador Miguel Ángel Herrera.

Dentro del ciclo La religión es una maldición –junio de 2001- pasaron las cintas: El hombre de mimbre (Robin Hardy, 1973), Los demonios (Ken Russell, 1971), Elmer Granty: el fuego y la palabra (Richard Brooks, 1960) y Dogma (Kevin Smith, 1999).


El cine-debate de la FFyL, en ese entonces, imprimía buenos cartelones. Uno de los organizadores comentó que con este ciclo habían tenido problemas con algunos estudiantes que decían sentirse moralmente ofendidos, esos estudiantes habían estado arrancando y rompiendo los cartelones. Al final del cartelón venía la siguiente trivia:

El cristianismo ha tomado partido por todo lo débil, todo lo fracasado: ha hecho un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte; ha corrompido la razón incluso de las naturalezas dotadas de máxima fortaleza espiritual al enseñar a sentir como pecaminosos, como descarriadores, como tentaciones, los valores supremos de la espiritualidad.
a) Sade b) Nietzsche c) Carlos Cuauhtémoc Sánchez


¿Cuál cree el lector que es la respuesta correcta?

Dentro del ciclo Vive las drogas –también en el 2001- pasaron las películas El viaje (Roger Corman, 1967), Historia de un Yonqui (Lech Kowalsky, 1984), Marihuana, monstruo verde (Jos Bohr, 1936) y Miedo y repulsión en las vegas (Terry William, 1998).


En este caso, al final del cartelón aparecía la siguiente cita:

La guerra a las drogas es una guerra a la euforia autoinducida y delata miedo al placer. El sufrimiento, tan común, coge a todos preparados y no suele exigir pedagogos; pero el placer –especialmente si se presume intenso- demanda una protección, que pedagogos oficiales se encargan de impartir por las buenas o por las malas, normalmente por las malas.
ANTONIO ESCOHOTADO. SOBRIA EBRIEDAD.


El señor de las moscas (Peter Brook, 1963) y El joven Törless (Volker Schlöndorff, 1966) se proyectaron durante el ciclo Los niños terribles.

En UNIVERSUM, en el ciclo que (en noviembre de 2001) dedicaron a la exploración espacial, proyectaron Contacto (Robert Zemeckis, 1997), Impacto profundo (Mimi Leder, 1998), Guerra de los mundos (Byron Haskyn, 1953), 2001 Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) y Cuando los mundos chocan (Rudolph Mate, 1951). Julieta Fierro, Miguel Ángel Herrera y Héctor Chavarría comentaron Contacto. Miguel Ángel dijo que la película enseñaba –entre otras cosas- que las astrónomas se van a la cama con los chicos después de sólo dos horas de plática (¡más fácil ni la tabla del uno!). La mesa redonda mencionada más arriba se realizó el 29 de noviembre.


Pero Jaime y yo, en nuestra vida de vagos (por cierto, su abuelita consideraba que yo era una mala influencia, ¿por qué pensarán eso de mí los familiares de mis amigos?, yo tan bien que me porto...) asistimos a otras proyecciones en el Hotel Virreyes y el Auditorio Nacional, entre otros lugares.

Vimos, por ejemplo, Santo contra las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962), Nosferatu (F. W. Murnau, 1922), Freaks (Tod Browning, 1932), Metrópolis (Fritz Lang, 1927), Laberinto (Jim Henson, 1986), Dune (David Lynch, 1984), Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999) y Moebius (Gustavo Morquera, 1996).

Así es como llegamos a las historias del metro.

Moebius es una historia de ciencia ficción que se desarrolla en el metro de Argentina.
Todo un tren, con sus pasajeros, desaparece. Un matemático (experto en topología) investiga y descubre la explicación: las vías han formado una cinta de moebius. Una crítica se encuentra aquí. Esta cinta la vimos en CU, pero no recuerdo en qué facultad.

Hace algunos años la Editorial Selector publicó un libro que reunía historias sucedidas en el metro de la Ciudad de México, sin embargo, ninguna me pareció buena (tan es así que ni recuerdo el título del libro), se trataba de historias más bien aburridas o intrascendentes (recuerdo que una describía una competencia de flatulencias).

El proyecto “De boleto en el metro” se trata de varias antologías que reúnen textos de poetas, ensayistas, cuenteros, caricaturistas y divulgadores de la ciencia. En una de las antologías Armando Vega-Gil (Armiados Güeva Vil) escribió una historia que sucede en el metro, pero nada que valga la pena (coprofilia intrascendente).

Otro libro de Selector es Atrapados en la escuela. Participaron Mónica Lavín, Héctor Anaya, Óscar de la Borbolla, José Agustín, Parménides García Saldaña, Eusebio Ruvalcaba y Paco Ignacio Taibo II, entre otros (textos que cualquier padre conservador quisiera que sus hijos adolescentes leyeran, claro).


Mi segundo beso es una historia escrita por Alejandro Palestino. El protagonista es un adolescente interesado en Sofía, al que –sin embargo- Angie le correspondía, y con ella descubrió muchas cosas:

“Pronto aprendí a escaparme con Angie, a aceptar que los amigos me envidiaran, a platicarle acerca de mis últimos descubrimientos, y a que me guiara por una ciudad inmensamente grande y casi desconocida, llena de túneles, vendedores, gritos, basura, algarabía y prisa. Fue allí, en medio de esta cuidad y bajo tierra, entre las estaciones Etiopía y Eugenia de la línea tres del metro, cuando Angie tomó la iniciativa y me llenó la boca de besos, de esa sensación de calor tibio y húmedo; y yo que me aguardaba para la más aplicada del salón y que me imaginaba que estas cosas se hacen siempre con declaración de por medio; yo que moría por imaginar cómo se bañaba Sofía, ahí estaba, correspondiéndole a Angie, mientras escuchaba que alguien decía que lo que estábamos haciendo era una cochinada.

“Salimos del Metro abrazados. Por mi parte, llevaba en el bolsillo una certeza que me dediqué a acariciar desde entonces, así como se hace con lo recién adquirido: la vida es más sencilla de lo que parece, sin importar que nos guste ser como somos.

“A veces, al recordarlo, pienso que cuando uno es joven uno puede darse el lujo de intentar lo que los grandes; sin embargo, tuve a Angie, su voz cruda, su negativa a que las cosas llegaran a mayores; además, ni ella ni yo teníamos dinero, sólo las palabras y los besos, los abrazos en el transbordo del metro Balderas, todos los túneles de la ciudad a nuestra disposición y la pintura de labios que me limpiaba cuidadosamente antes de llegar a casa.

“’No’, solía decirme Angie al oído a la hora que el mes de abril se me metía en la sangre en algún parque. ‘No’, pienso ahora, Angie no era hombre como decían las malas lenguas, ‘no’, me repito, quién sabe cuántos años después, ahora que me la encontré en un supermercado vestida de otra manera. ‘No’, aunque quién sabe, a lo mejor sí se llamaba Carlos.”

En una anterior entrada escribí sobre El que llegó hasta el metro Pino Suárez, historia de Arturo César Rojas. Ésta merece estar entre las mejores historias de ciencia ficción que se han escrito en nuestro país.

En otra entrada subí una historia de Mario Méndez Acosta: ¡No se duerma en el metro!

Otra historia fantástica que se desarrolla en el metro fue escrita por Héctor Chavarría.

El hombre en las dos puertas es una antología que le rinde tributo a Philip K. Dick, el compilador fue Gerardo Horacio Porcayo. El libro fue publicado en el 2001 por Lectorum, en su colección Marea Alta. Entre quienes participaron están José Luis Zárate, Blanca Martínez, Pepe Rojo, Bernardo Fernández, Ricardo Guzmán Wolffer, Alberto Chimal y Gabriel Benítez.

En la contraportada puede leerse:

En El hombre en las dos puertas, y a veinte años de la muerte de Philip K. Dick, quince escritores mexicanos le brindan un agradecimiento, una retribución, como a él le hubiera gustado: construyendo también otros mundos que no se desintegren a la vuelta de unos cuantos meses o años.

Héctor Chavarría participó con una historia titulada La mañana siguiente. Héctor escribe sobre sí mismo.


Un Héctor maduro se encuentra con un joven Héctor. Parte de la historia se desarrolla en un café de chinos:

Pero él recordaba muy bien aquel sitio, el edificio enorme, con el anuncio de zapatos Canadá que cubría todo un lado... el más grande de su clase en aquella época. Sí en aquellos años él estaba recién llegado a la capital y la avenida de los Insurgentes era como un río de luces para el joven de provincia...

Claro, conocía muy bien el lugar, cruzando por el paisaje del edificio se salía directamente a un café al cual iba muy seguido... Café Oriente, sí, obvio, era un café de chinos, a la usanza antigua. Le gustaba la atención, los biscuits y bueno, en aquella época también era importante que no fuera un sitio caro...

Otra parte de la historia se desarrolla en el metro (sobre todo en la línea 3: Indios verdes-Universidad).


6 comentarios:

entubado dijo...

El último cuento, Héctor Chavarría, me recuerda mucho a "El otro" de Borges. Seguro está inspirado en este cuento, ¿no?

Anónimo dijo...

Hola, he buscado como no tienes idea el cartel del ciclo "la religión es una maldición" te agradeceré infinitamente si lo publicas completo. De antemano gracias y felicidades por tu excelente blog

Unknown dijo...

Qué chingonería de blog. Qué bien que alguien se haya ocupado de colectar estos pósters originales de aquellos lejanos ciclos de cine en la FFyL. Es padre ver que en internet te puedes encontrar cosas valiosas entre tanta basura, adelante con esos blogs!

Unknown dijo...

Estimado amigo Martín. En verdad es un gustazo leer esta entrada. Vuelvo una y otra vez a ella, en parte porque me recuerda mi propio periplo, allá a finales del XX y principios del XXI, por facultades y por lugares del Centro Histórico en busca de cine. Quizá no haya sido uno de los sitios que hayas frecuentado, pero en la Biblioteca México (la de Ciudadela), también llegaron a organizar ciclos de cine verdaderamente buenos. Y esto resultaba imprescindible, pues antes de la llegada del internet no había muchas opciones de ver cintas alternativas a las comerciales.

Y hablando del metro como escenario de ciertas narraciones. Creo que da para mucho. Estos trenes anaranjados, los túneles, las estaciones, los transbordos, los comercios, etc., encierran mucho, de real e imaginario. Y justo, un relato que leí en alguna de aquellas lejanas antologías ceceacheras, "La fiesta brava" de José Emilio Pacheco dentro de la compilación "El principio del placer", toma como escenario la línea 1 del metro.

Pues muchas felicidades por este y tus otros blogs, y ojalá sigas escribiendo y compartiéndonos tus ideas a través de este medio.

Martín Fragoso dijo...

Hola José, qué gusto saber de ti. Frecuentaba la biblioteca que mencionas, aunque no tanto sus ciclos de cine. Ahí me iba a estudiar para el examen de ingreso a la UAM-I. Me encantaba pasear por los puestos de revistas atrasadas (y demás chácharas) antes de entrar a la biblioteca. Ahí tomé un curso de literatura de terror con Alberto Chimal (para entonces ya estaba yo en la universidad) y hasta le hice una entrevista (que está en este mismo blog). Ya no he ido, pero sí la extraño.

Martín Fragoso dijo...

Por cierto, me hiciste sentir nostalgia. Qué tiempos aquellos en los que éramos adolescentes -o ya no tanto- pero que vagábamos y comenzábamos a explorar la ciudad, las bibliotecas, los cinedebates, etc.