lunes, octubre 10, 2005

Que Cristo sin el dolor no es Cristo


¡Cristo!
Viniste a glorificar las lágrimas...
no a enjugarlas...
Viniste a abrir las heridas...
no a cerrarlas...
Viniste a encender las hogueras...
no a apagarlas...
Viniste a decir:
¡Que corran el llanto
la sangre
y el fuego...
como el agua!
León Felipe.


Le encanta que le muerdan las entrañas.

Promete la vida eterna a quien beba de su sangre. Promete el paraíso a quien muerda y coma de su cuerpo. A ese hombre-dios que sangra le fascina que le claven los dientes.

Los golpes que recibe no le afectan; le lastima y angustia la indiferencia. Ofrece su cuerpo desnudo como alimento. Necesita del martirio, se alimenta de él. Goza con la persecución y el tormento físico, y no nos lo dice.

Cristo no sería Cristo sin el sufrimiento y la tortura; por eso los pide, por eso los exige.

Sin sacrificio no habría héroe; y sentirse mártir, salvador, es lo que ansía, es lo que reclama en su delirio de grandeza.

Amor por la angustia y el suplicio es lo que tiene este Cordero. Cada llaga, cada escupitajo, le hace sentir importante. El Hijo del Hombre gime de placer con cada golpe, con cada azote. Aflicción y agrado se mezclan en su espíritu.

Sollozos e inmolaciones le ofrecen sus seguidores. El llanto, los sentimientos de culpa, las alabanzas y los elogios de la humanidad alimentan el alma del dios-sanguijuela.

“Bienaventurados los pobres y bienaventurados los que lloran y bienaventurados los que por mi causa sean perseguidos y bienaventurados los que me rinden culto y pleitesía.” Aquél que decía no haber venido a ser servido sino a servir, ansía ser adorado por las multitudes y para ello se sirve del dolor.

Las ofensas y las burlas le emocionan, le fascinan. “¡Sufrí por ti, morí para salvar tú alma!” ¡¡Mentira!! El pequeño dios sabe que sin las ofensas y sin la humillación jamás trascendería. Egoísmo es todo lo que había en el corazón del que quita-el-pecado-del-mundo cuando se entregó a la cruz. Cristo no fue traicionado, no fue abandonado en el madero... así estaba planeado. Sabe que sin ese calvario nadie lo recordaría.

Un dios que es representado crucificado después de haber sido golpeado es el mayor chantaje, la más grande estafa. La cara de víctima de Cristo logra a la perfección su objetivo. La culpa, la sangre, el dolor y la admiración del ser humano eran los objetivos buscados.

Jugar a ser Dios. Pasión por los juegos sadomasoquistas.

Sentir la sangre recorriendo su piel le excita. Su miembro aumenta de tamaño mientras lo insultan, mientras lo humillan. La corona de espinas le encanta. Con los clavos llega el orgasmo. Las tinieblas engullen la Tierra y ya no es posible contener la eyaculación.

Tormento infinito y placer infinito.

¡Amadísimo Longinos, que Dios te bendiga!

Es grande la vanidad del que no vino a traer la paz sino la guerra.

El que tres veces fue negado apetece que le golpeen ambas mejillas.

La Luz del mundo sin corona de espinas es inimaginable.

No es posible concebir al Manso y Humilde de corazón sin su cruz.

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