miércoles, agosto 24, 2005

Buscando extraterrestres


¿Hay alguna otra inteligencia allá afuera que
contemple también la noche estrellada
y lamente su inmensa soledad?


Todavía no tenemos ni una sola evidencia sólida de que los alienígenas nos hayan visitado, pero es posible que existan seres inteligentes allá afuera, entonces ¿dónde están?, ¿por qué no vienen o al menos responden a los mensajes que les hemos enviado?

Estas reflexiones las hace Estrella Burgos en el editorial del número 73 de la revista de divulgación científica de la UNAM ¿Cómo ves? Y es con este número que celebran los primeros seis años de esta publicación.

El físico Miguel Alcubierre, en su artículo “¿Solos en el Universo?” nos dice que vivimos en una época en la que además de poder preguntarnos acerca de la posible existencia de extraterrestres también podemos tratar de contestarla de una vez por todas.

“Preguntarnos simplemente si existen otras civilizaciones en el Universo es poco útil... Mucho más interesante es preguntarse si existen otras civilizaciones en nuestro vecindario cósmico, es decir, en nuestra galaxia, y en caso afirmativo, ¿cuántas hay?”

Así, en la primera parte de su artículo explica la famosa ecuación de Drake. “Quedaba claro que para saber el número de civilizaciones que hay en la galaxia se necesitaba primero conocer el número total de estrellas en la galaxia, y en particular, cuántas de estas estrellas tenían planetas; cuántos de estos planetas eran adecuados para la vida y en cuántos había surgido y una vez surgida, en cuántos de estos mundos aparecía la inteligencia. Finalmente, era necesario saber qué fracción de las especies inteligentes desarrollaba la tecnología necesaria para comunicarse con nosotros, y un punto fundamental: cuánto tiempo duraban esas civilizaciones antes de extinguirse (no tenemos por qué pensar que las civilizaciones son eternas).”

La siguiente parte la dedica al enigma ovni. Muchos ufólogos aseguran que los extraterrestres ya están en nuestro planeta, ¿hay pruebas al respecto? No, pero sí suelen utilizar un argumento para defender su postura, sobre éste comenta:

“El argumento va más o menos así: de vez en cuando algunas personas ven en el cielo luces que no pueden explicarse. Algo en el cielo que no podemos explicar es, por definición, un OVNI (vuela y no lo hemos identificado). Hasta aquí todo va bien, pero para el siguiente paso en el argumento les recomiendo ajustarse muy bien el cinturón de seguridad. El problema está en el triple salto mortal lógico que comúnmente sigue en esta parte: la afirmación de que OVNI y nave espacial extraterrestre son la misma cosa. ¿Es acaso una nave espacial extraterrestre la única explicación posible cuando uno ve luces en el cielo que no sabe qué son?”

También menciona las señales que dejan los supuestos visitantes en los campos de trigo. Los “agroramas” comenzaron siendo bastante sencillos, con los años se harían más complejos, tanto que “ya no había lugar a dudas: no podían tener un origen natural. Con certeza debía existir una intención deliberada detrás del fenómeno, una inteligencia que de manera consciente dejaba mensajes en los campos de cultivo... nos encontrábamos ante la prueba irrefutable de que había seres extraterrestres tratando de comunicarse con nosotros.”

Miguel explica en qué consiste la navaja de Occam y la emplea para dar respuesta a los enigmas de las luces en el cielo y las figuras en el trigo:

“¿Qué es más probable? ¿Que unos extraterrestres viajen miles de años luz en avanzadas naves interestelares o que las luces sean simplemente un raro fenómeno atmosférico poco entendido por la ciencia? Pensemos también en las figuras en el trigo. Queda claro que las figuras tienen un origen inteligente pero, ¿cuál es la explicación más probable? ¿Que unos extraterrestres viajaron miles de años luz hasta la Tierra para después dejar figuras enigmáticas en la campiña inglesa, o que algunos seres humanos (inteligentes desde luego, e ingleses muy probablemente) se les ocurrió entrar de noche a los campos de cultivo de sus vecinos para dejar figuras divertidas en el trigo y después ir a reírse al bar más cercano? Personalmente me inclino por el raro fenómeno atmosférico y los ingleses bromistas, aunque desde luego me parecen explicaciones mucho menos poéticas.”

Pero Miguel sabe que los creyentes no se dan por vencidos, para ellos los círculos en los cultivos muestran que los hermanos cósmicos están aquí. Así que enuncia la navaja de Occam de otra manera (a la manera de Sagan): las afirmaciones extraordinarias requieren de pruebas extraordinarias. “En general, en la ciencia sólo aceptamos como verdaderos aquellos hechos para los cuales existe una evidencia clara. Sin embargo, cuando se nos pide aceptar como verdadero un hecho extraordinario, más allá de nuestras expectativas comunes y que puede incluso contradecir las leyes de la naturaleza que consideramos bien establecidas, requerimos de evidencia al menos tan extraordinaria como el hecho mismo.”

Pero ¿qué sucede con la evidencia fotográfica o en video? ¿Qué pueden decir los científicos al respecto, tampoco les resulta suficiente? ¿Qué tipo de evidencia podría convencerles?

Miguel dice: “Ni una bonita foto, ni un entretenido video son suficientes. Haría falta evidencia física, algún artefacto hecho de material desconocido, o una muestra de tecnología claramente superior a cualquier cosa que pudiera crearse en la Tierra. Sobra decir que este tipo de evidencia extraordinaria no ha llegado todavía.”

La siguiente parte de su artículo la dedica a la búsqueda de inteligencia extraterrestre mediante radiotelescopios. Hace una breve exposición de estos proyectos. El interés en realizar esta búsqueda comenzó en 1959. En aquel año Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, ambos físicos de la Universidad Cornell publicaron en Nature su artículo En busca de comunicaciones interestelares.

La paradoja de Fermi es el motivo de reflexión de la penúltima parte. “Un cálculo sencillo indica que debe haber miles o millones de civilizaciones en nuestra galaxia, algunas deben ser muy antiguas, pero si fueran tan antiguas ya estarían aquí. Así pues, ¿dónde están? La cosa es aún más seria: no solo no hay evidencia de extraterrestres en el pasado o en el presente de la Tierra, tampoco hemos encontrado rastros de actividad inteligente en nuestros estudios astronómicos... Uno podría esperar que una civilización muy avanzada tuviera un impacto visible en su vecindario cósmico. Pero no hemos encontrado nada.”

No hay respuesta a esta paradoja, pero sí algunas suposiciones, Miguel las comenta detenidamente y nos explica qué dificultades existen para sostenerlas, éstas son: a) Los viajes interestelares son imposibles o muy difíciles e imprácticos. b) Los extraterrestres sí exploran la galaxia, pero aún no han llegado aquí. c) Los extraterrestres listos se quedan en casa. d) Ya están aquí, pero no se dejan ver, o por lo menos no fácilmente. e) Las civilizaciones se extinguen antes de lograr explorar la galaxia.

Si todas estas suposiciones son falsas ¿dónde están los extraterrestres? ¿Qué pasó con las estimaciones basadas en la ecuación de Drake? Miguel expone la posibilidad de que en realidad seamos poco comunes: “Tal vez la vida primitiva sea muy probable, pero la vida compleja lo sea menos... Tal vez el paso a la vida multicelular sea muy poco probable y la galaxia esté llena de planetas con vida unicelular. Y, aun suponiendo que la vida compleja aparezca, la llegada de la inteligencia y la tecnología puede también ser muy poco probable... Las civilizaciones tecnológicas podrían ser extremadamente poco comunes.”

Pero ninguna de estas ideas debe detener a los científicos en su búsqueda de inteligencia extraterrestre mediante radiotelescopios ya que “la única manera de saber con certeza si estamos solos o no es buscar. Después de todo, si encuentran algo será el descubrimiento científico de la historia, y si no encuentran nada, valoraremos más la existencia de nuestro propio mundo.”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy convencido de que no estamos solos en el Universo, pero las distancias son tan enormes, que es exactamente igual que si estuviéramos solos, porque nunca podremos contactar con otras civilizaciones desgraciadamente.