viernes, agosto 26, 2005

Carne divina




He aquí que una virgen que concebirá
y parirá un hijo,
y llamarás su nombre Emmanuel,
que declarado es: con nosotros Dios.
Mateo 1:23


Los seres humanos -criaturas sumamente ridículas y risibles- son el entretenimiento favorito de los dioses.

Pero no sólo para divertir a las divinidades es que el hombre fue creado. La existencia de los dioses sería imposible sin la existencia de la humanidad.

“...¡Hagamos al que nos sustentará y alimentará!... Probaremos ahora a hacer unos seres obedientes y respetuosos que nos sustenten y alimenten...”

Patente es la mentira, los dioses no son los padres de la humanidad; pero con ese engaño es que obtienen lo necesario para subsistir.

De los sueños, de las pesadillas, de los anhelos y esperanzas -pero también de la carne y de la sangre- del ser humano se alimentan las deidades.

Los resplandecientes habitantes de las alturas han sido vistos -equivocadamente- por quienes los sustentan como si de seres sobrenaturales se tratara. Pero la sustancia de los dioses está más cercana a la materia que al espíritu.

Natural y no sobrenatural es, en realidad, su esencia.

La materia que constituye y anima a las divinidades no es distinta a la materia que podemos encontrar en la Tierra. Tan mortales como su alimento son las criaturas que vigilan desde el cielo.

No es por crueldad ni por maldad que a los hombres se les encomendó nutrir a los señores que habitan entre las nubes, se trata de un lugar más en las cadenas y tramas alimenticias, de las cuales no son los dioses el último eslabón. El universo está lleno de seres que se alimentan de los dioses y, a su vez, estos comedores de dioses alimentan a otros seres de los que desconocemos todo; el cosmos, además de tener millones de misterios, es morada de multitud de criaturas extrañas y de las que los hombres jamás sabrán siquiera de su existencia.

Los poderes del aire saben que dependen del hombre para poder vivir, y es por ello que detestan a la humanidad, quisieran no depender de nada ni de nadie. Cuando su desprecio crece hasta quemarles el alma e intentan terminar con los seres humanos, reflexionan entre ellos:

“¿Por qué destruirás a los humanos? ¿No son los hombres quienes ofrecen sacrificios a los dioses? Si los destruís nadie más cuidará de nosotros, nadie nos podrá ofrecer nuestro pan...”

Ignora el hombre que mientras duerme apaciblemente, en los cielos se discute su derecho a existir.

Pero las divinidades no tienen la fortuna de gozar de la tranquilidad que la ignorancia brinda; los dioses se saben observados, vigilados y amenazados por aquellos cuyo paladar ansía un poco de carne sagrada.

* * * * *

Claro ha quedado que a lo largo de la historia ha habido personajes que, de manera correcta, han sido reconocidos por los mortales como híbridos. Aunque, como ya se explicó, casi siempre pasaron desapercibidos (Ver De los verdaderos objetivos de los practicantes de la alquimia, en la tercera parte de El Fabricante).

Híbridos: Seres mitad dios y mitad humano.

Sin la ayuda de la hembra humana es imposible crear a aquellos que comparten la esencia humana y divina.

La hembra humana es pieza fundamental en el orden cósmico; es necesaria para traer al mundo a los semidioses.

* * * * *

La terrible y desconocida voz habló y turbó a la jovencita:

“¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres. No temas, porque has hallado gracia a los ojos de los dioses. Y he aquí, concebirás en tu seno, y parirás un hijo. El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también aquello que nacerá, será llamado hijo de los dioses.”

Dulces promesas y juramentos llegaron a los oídos de aquella confundida mujer.

Tronos y reinos le ofrecieron a la que habrían de quebrantar.

* * * * *

Parasitismo. Existen avispas que inyectan en sus víctimas -orugas, por ejemplo- a sus crías. Así, las larvas empiezan a devorar los órganos del huésped, comienzan por los tejidos grasosos y los músculos y, terminan con los órganos vitales.

Dolor y sufrimiento.

“Verdadero es sin mancha de falsedad, cierto y muy verdadero, que lo que está abajo es como lo que está arriba, y así se cumplen los milagros de una sola cosa.” escribió Hermes Trismegisto, y no se equivocaba.

El mismo proceso utilizan los dioses para crear híbridos; la víctima, en este caso, es la hembra humana.

Más dolor y más sufrimiento.

* * * * *

Ni el más imaginativo de los hombres ha podido -a través de la historia- vislumbrar siquiera la morfología de quienes aseguran haber diseñado la realidad...

Aunque escrito no está, la doncella no había aún dado su consentimiento cuando la extraña y lujuriosa entidad la envolvió, la invadió.

Mediante sus enormes pinzas la tomó de la cintura y, sin titubear siquiera un poco, clavó en ella su ovopositor.

Sudor y dolor. Terribles espasmos y convulsiones ocasionó en ella el victimario.

Los millones de seudópodos secretando sustancias malolientes evidenciaban su excitación. Conforme su placer aumentaba también lo hacía el movimiento de sus extraños y amenazadores apéndices. Sus cientos de ojos miraban fijamente a la jovencita.

Una vez que el Espíritu Santo terminó su labor, depositó a María en el suelo. A continuación insertó en el abdomen de la casi niña uno de sus aguijones para inyectarle la sustancia que habría de aminorar su sufrimiento.

“Bendita tú entre las mujeres” dijo sin vergüenza alguna, y moviendo sus millones de antenas, la extraña entidad que sin pudor había asaltado a la pequeña hembra.

“Bendito el fruto de tu vientre” dijo -sin sonrojo- el que había depositado, en el interior de aquella que aún no había conocido varón, a su cría.

* * * * *

Nada hay más lastimero para el hombre que el escuchar los lamentos y gemidos de un dios moribundo. Pero aquello que perturba el alma humana es capaz de despertar, en otros seres, el apetito.

YHWH sabe que su hambre está a punto de ser calmada. Tiempo, sólo es cuestión de tiempo.

Millones de misterios y millones de seres de los que desconocemos todo...

La música de las esferas se ve perturbada. El éter -sustancia que impregna al Universo y que permite a la luz de las estrellas llegar hasta nosotros- se agita. Los dioses que habitan la Tierra no pueden dormir tranquilos. Pronto tendrá lugar el sacrificio.

Dioses y comedores de dioses perturbaran el corazón humano.

Cuando llegue el momento adecuado, El Cordero será llevado con engaños al calvario.

A su debido tiempo, el Hijo del Hombre, en medio de escalofriantes y pavorosos gemidos y sollozos, derramará su sangre.

* * * * *

El proceso cósmico nada tiene que ver con los fines morales, tal es la enseñanza de la segunda parte de El Fabricante, la que se refiere a la Teología natural.

No es necesario volver a describir la forma en que el híbrido, -al igual que las crías de la avispa- se va alimentando de la hembra humana.

Quien no recuerde el tema del que escribimos en este apartado bien hará si repasa la información referida.

María se sabía utilizada, ultrajada. Siempre aborreció lo que los señores de las alturas le habían hecho. Pero jamás odio al producto que llevaba en su vientre. Al contrario, siempre amó al que -durante angustiosos meses- de sus entrañas se alimentó, a pesar de haber sido el resultado de una humillación tan grande como lo es una violación.

* * * * *

El Cristo tiene la cabeza embotada con delirios de grandeza. Se cree un héroe, lo han convencido de que lo es. Desgraciadamente no será capaz de quitarse a tiempo el velo que le cubre los ojos y la mente. Por su sangre correrá la desesperación, frustración, desesperanza, temor e ira ante el cruel abandono de su “padre”.

San Pablo: “el que aun a su propio hijo no perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

¡Error! ¿Qué hace YHWH para nutrirse? Usurpa -como muchos dioses, comedores de dioses y los depredadores de estos últimos- el lugar del Verdadero y Único Dios.

Pero esa historia no es original, se repite en todos aquellos lugares del Universo donde existe la vida.
La confusión se apoderará del alma humana.

“El Hijo de Dios sufrió hasta la muerte; no para que los hombres no pudiesen sufrir, sino para que los sufrimientos de ellos fuesen como los de Él”.

Terribles y equivocadas filosofías surgirán del espíritu del ser humano.

“Cristianismo”, “Catolicismo”, “Glorificación de las lágrimas y del dolor”.

Doctrinas que lastimarán al mundo.

“Coronas de espinas, clavos, azotes, gemidos y sangre... la Tierra es un Valle de lágrimas.”

Pero es un error tratar de encontrar filosofías o normas morales en la naturaleza.

Si la naturaleza no es moral, entonces la evolución no nos puede enseñar ninguna teoría ética, escribió sabiamente el paleontólogo Stephen Jay Gould.

* * * * *

Las tinieblas engullen la Tierra y la tranquilidad desaparece del corazón del híbrido.

Cientos de especies de carroñeros se dan cita. Y mientras el terrible espectáculo se desarrolla en la Tierra, en las alturas pelean aquellos que desean llevar a su paladar la sangre y el cuerpo del cordero.

YHWH desea comenzar a lamer las heridas del que agoniza en la cruz. Después de todo, él fue quien organizó el sacrificio.

El tibio líquido que mana del pequeño dios promete llevar, al afortunado que lo pueda probar, al éxtasis.

La batalla que se desarrolla en las alturas es cruenta, cada uno de los contendientes pelea fieramente por su valiosa presa.

Pinzas, púas, garras, antenas, espinas, tentáculos, aguijones, cuernos, extrañas sustancias que manan de los aún más extraños apéndices... son las armas de aquellas misteriosas criaturas.

Muchas de aquellas entidades perecen y otras, al igual que Cristo, agonizan.

Pero la batalla no es eterna, no puede serlo, la carne de Cristo se pudriría y perdería su valor.

La victoria es para quien estaba destinado a ganar.

El banquete está listo, la mesa está servida...

Con sus enormes pinzas es que toma la cruz y con la ayuda de un par de babeantes y pegajosos tentáculos es que baja de ella a su alimento. Lo deposita con cuidado -¿con amor?- en el suelo. Lo olfatea y su apetito aumenta. El verdadero objetivo del sacrificio no puede postergarse por más tiempo.

El vencedor comienza desgarrando con cruentas mordidas los músculos de todo el cuerpo de la víctima. Las entrañas de Cristo son abiertas con ferocidad y con un placer que mucho tiene de demencial es que su “padre” le comienza a devorar los órganos interiores. Las extremidades del depredador son hundidas con desesperación, aquellos apéndices comienzan a recorrer con gran deleite el interior del híbrido...

El mundo se oscurece para el débil semidios, no porque su vida llegue a su fin sino porque sus ojos sirven de alimento al gigantesco carnicero...

Es en este momento cuando el sacrificado se percata de la verdad: no ocupará ningún lugar privilegiado después de la muerte, no será el príncipe del universo. Ni YHWH es su padre, ni es el verdadero y único Dios, ni se sentará con él en las alturas. Por su sangre comienzan a correr el asco y la frustración.

El rostro del que se sabe traicionado, conforme la carne le es arrancada, comienza a perder toda forma hasta quedar irreconocible...

El carnicero coloca sobre el cráneo del Rey de los judíos un apéndice cubierto de verdosas escamas y succiona su cerebro, es de esta forma que la dulce muerte hace acto de presencia, el descanso llega al fin, el híbrido deja de sufrir.

YHWH está satisfecho, su apetito ha sido calmado; pero no será así para siempre, otros híbridos lo esperan...

Y esos híbridos, al igual que el Hijo del Hombre, se sentirán traicionados, engañados. Pero no es por crueldad ni por maldad que YHWH lleva a cabo tal tarea... Se trata de un lugar más en las cadenas y tramas alimenticias, de las cuales no es YHWH el último eslabón. El universo está lleno de seres que se alimentan de los comedores de híbridos, de los comedores de dioses...

...Millones de misterios y millones de criaturas de las que se ignora todo, incluyendo su existencia...

* * * * *

Las enormes garras de la asombrosa y fascinante criatura se aferraron al suelo, a través de su peluda piel es que pudo reconocer el olor de su víctima, su apetito aumentó al darse cuenta de que su alimento estaba cerca, muy cerca.

Cuando YHWH sintió que una enorme pinza se clavaba en su abdomen era demasiado tarde como para tratar de huir o siquiera defenderse. El apéndice que salía de la cabeza principal del desconcertado dios, y que inyectaba un veneno mortífero, fue cortado por su atacante. El fin había llegado.

El ser de enormes garras comenzó su festín.

No es por crueldad ni por maldad...

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