viernes, febrero 01, 2008

Sexo, sexo, sexo...

Continuamos con las historias de sexo en la ciencia ficción mexicana. A Francisco Espinosa lo conocí en el taller de la Asociación Mexicana de Ciencia Ficción y Fantasía (AMCyF), actualmente conduce el programa ComiConexión. La historia que publicamos a continuación apareció en el número 14 de la versión mexicana de la revista Asimov, ciencia ficción en español, éste salió a la venta a finales de 1998.

Hoy que es viernes social, me tomaré un mezcal a la salud de todos los compas de aquel taller...


EL HOMBRE PERFECTO
Francisco Espinosa

El privado estaba aislado del resto de los sonidos habituales en el departamento de investigación y desarrollo. A través de una amplia ventana se podía observar el pasillo levemente iluminado que, en su soledad, resaltaba la sombra del encargado de intendencia acariciando el piso con su trapeador.

- ¿Pero qué más podemos hacer?

Detrás del escritorio, el doctor sostenía su cabeza entre las manos.

- Todas las pruebas que hicimos con los conejillos de indias resultaron positivas...
- Sin embargo...- la voz femenina rebotó en las cuatro paredes del angosto cuarto, logrando que el eco enfatizara su interrupción- en el compuesto hay ciertos químicos a los que el sistema inmunológico humano tiene diferentes respuestas al de los animales. Es una sustancia todavía demasiado experimental como para arriesgarnos a comercializarla así.
- ¡Es sólo un jodido perfume!- exclamó el doctor.
- Es el primer intento serio de reproducir los efectos de las feromonas en el hipotálamo con compuestos sintéticos, y necesitamos estar seguros de todas las consecuencias; alergias, asimilación del sistema nervioso, reacción a las secreciones naturales del cuerpo...

El doctor se recargó en el respaldo de la silla reclinable, con un gran suspiro en señal de frustración, y esta se fue hacia atrás topándose con la pared. Ella guardó su pluma en el bolsillo superior izquierdo de la bata, en donde se leía, bordado en hilo dorado, las iniciales J & M.

- Sé perfectamente lo que dice el contrato: “Toda investigación deberá acompañarse de las debidas garantías de seguridad. En caso contrario, si hay pérdidas económicas de la empresa, la responsabilidad recaerá sobre los encargados de dicho trabajo y bla, bla, bla”.

Fue el turno de la doctora de suspirar, al tiempo que decía:

- Necesitamos un “conejillo de indias”.

Dirigieron la vista hacia el levemente iluminado pasillo, donde un hombre latino, de unos cuarenta años y una acentuada calvicie, vestido con un overol azul que mostraba en el pecho las mismas iniciales en dorado, les hacia un gesto de saludo con una mano y con la otra sostenía, casi cariñosamente, su trapeador.




“Un encuentro. Su presencia. Sobresalir entre la gente. Una huella. Ser Inolvidable. Adonai #5, la esencia del hombre perfecto. Un producto más de los laboratorios Jones & McKimson, trabajando para el bienestar de la humanidad.”


Yo fui, me cai. Yo fui su primer “hombre perfecto”. Cuando trabajaba allá en Laredo. Ya sabe, me fui de mojado a probar suerte y poder mandar una lana pa’ mi vieja y los chamacos. Y no es que no tuviera chamba, porque sí, la neta sí.

Era obrero, de esos que mandan a arreglar cualquier mamada en las delegaciones. Pero pagan una mierda; con eso no come ni una rata, me cai. Y pus, ya sabe, ¿no? El carnal que se fue pa’ gringolandia y viene luego a contar que allá amarran los perros con longaniza. Y éste fue el hermano de un compadre, que viene y me dice; “No”, dice, “allá hay un buen de chamba, y se gana en puros dólares, compa. Debía irse a trabajar pa’llá”, me dice.




Y ya sabe, con eso de la crisis y como el dólar ya cuesta un chorro, pus uno se las tiene que ingeniar pa’ dar de tragar a la familia. Y que agarro mis cosas, saco a mi jefa de su casa y la traigo a vivir con mi vieja. Le hablé al carnal de mi compadre, y que nos vamos a la frontera.

Pero le estaba contando yo lo del perfume ese, ¿no? Ya tenía más de medio año trabajando de intendente en los laboratorios eso de “Jones” y... como chingados se llame el otro güey, allá en Laredo. Y eso que me tardé como dos meses en encontrar chamba, porque no es fácil, me cai. Y en lo que estábamos allá pus vivíamos en casa de una tía de mi compadre, ya sabe, de arrimado, ¿no?

Y entonces tenía ya un resto trabajando allí, que olía regacho, me cai. Porque eso sí, en todos lados estaban trabajando con esos líquidos raros, ya sabe, de los que meten en los tubitos de vidrio. Y un día que se me acercan dos doctores, y uno era vieja, de esas pinches gringas liberadas, pero buena que estaba, me cai. Y que me dicen que me quieren hacer no sé qué cosas, me dicen, porque la neta no les entendí muy bien, ya sabe, los gringos hablan cagadísimo cuando quieren hablar español. Ya luego que me dice otro güey que me querían pagar un chingo de lana, como pa’ vivir bien el resto de mi vida, nada más por probar unas cosas conmigo. Y yo era materia dispuesta, tanto porque necesitaba la lana, como porque ya me había cansado de limpiar los pisos. Luego, esas madres con las que trabajaban, manchaban regacho y costaba un chingo quitarlas, me cai.

Pero sí funciona, el pinche perfumito sí funciona, hasta eso. Pus pregúntemelo a mí, que me lo pusieron por todos lados; hasta me lo inyectaron los muy hijos de la chingada. Y pus sí, la neta sí funciona, me cai. Hasta a la puta doctorcita me acabé cogiendo. Y sí, ya sé que estoy casado y que es pecado y las arañas. Y ya sabe, uno es católico, pero también es hombre, y luego viene una vieja y le para las nalgas, pus tiene uno que cumplir, ¿no? Y como me quedé todavía seis meses después de salir de Laredo, por la frontera, pus me acabé tirando un buen de viejas más, como me pusieron la lana en el banco. Pero ya hablé con el padre y me confesé y todo, pus no creo que haya tanta bronca, ¿no? El pedo es que, ya sabe, me tengo que ir a confesar cada semana por esa madre que me pusieron, que sí funciona. Y sí, la neta sí me enteré que lo acabaron vendiendo, pero estaba como rebajado, ¿no? ‘Tonces, pus ya sabe, a lo mejor no soy el primero, sino su único “hombre perfecto”, me cai.

*****

- Ya era hora que llegaras, hombre- dijo el negro, al tiempo que se levantaba de los monitores de seguridad.

- Perdón, pero se me atravesaron algunas cosas. Tu me entiendes; negocios familiares.

- Sí, sí, hombre lo que digas. Yo ya me tengo que ir, y espero que Rose no me corra de la casa. Si lo hace, me tendré que venir a pasar la noche contigo, hermano.

- Esperemos que no.

Albert Graham tomó su lugar frente a los controles de monitoreo, tratando de olvidar el asqueroso rostro del negro que había dejado el lugar apresuradamente. Durante meses tuvo que fingir, sonreírle, darle la mano y compartir su lugar de trabajo con él, para poder cumplir su divina misión. Ese lugar era la línea de producción de los laboratorios Jones & McKimson. Un enorme complejo donde las substancias eran mezcladas metódicamente por computadoras, para después ser almacenadas en cantidades industriales en enormes contendores. Su puesto controlaba, específicamente, el proceso y posterior resguardo del mayor éxito económico de la empresa en los últimos años: El Adonai #5.

Por diferentes causas, el “Klan” sospechó del trabajo que los laboratorios realizaban en Laredo y comenzaron a investigarlos. Fue cuando descubrieron que el perfume era creado, desarrollado y maquilado en su propia casa.

Dedicaron meses para averiguar lo necesario sobre el producto, y las conjeturas resultaron ciertas; el compuesto “realmente funcionaba”. A través de los siglos, el hombre había demostrado un incesante deseo de retar, de superar a Dios. Pero ahí, en su patria, en su propio estado, también querían ser superiores. ¡Y ahí no lo iban a permitir!

Tantas cosas dejaron pasar, durante tanto tiempo, que quizá creyeron que podrían hacerlo todo. Graham comenzó su tarea, manipulando hábilmente los controles de las computadoras.

Una sustancia que no sólo incitara sino, tarde o temprano, orillara al sexo, era algo que desafiaba toda moral. El “Klan” no podía permitir que sus hijos o hijas cayeran en una vida de disipación y pecado, causada por la “modernidad”.

Si no podían impedir que el hombre se burlara de Dios creando vida a través de la clonación, al menos evitarían a toda costa, que su país cayera en un remolino de perversiones. Todo estaba listo y Albert Graham dejó el lugar lo más rápido posible.

Quince minutos después, un estallido cimbró el suelo del condado texano de Laredo. Las llamas se alzaban tratando de tocar la luna llena. Los escombros fueron expulsados tan alto, que adornaron la noche con luces parpadeantes durante unos momentos. Los vapores lograron subir hasta que lograron pintar las nubes de rosa mexicano.


“¡Flash informativo!
Hace algunas horas se reportó una explosión en la central de los laboratorios Jones & McKimson, productores de diversos productos para la vida cotidiana, ubicada en las afueras de la ciudad de Laredo, Texas. Se nos informa que el estallido ha causado una fuerte fuga en el tanque de algún compuesto químico, aunque desconocemos de cuál se trate. No sabemos tampoco el área de expansión de los gases. Se especula sobre la posibilidad que se dirija hacia el sur y, por lo tanto, cruce la frontera y toque territorio mexicano, aunque esto no es seguro. El ejército y un gran grupo de expertos gubernamentales se están encargando del problema. Se les recomienda mantener la calma. En cuanto tengamos alguna información, se la haremos llegar inmediatamente, así que les recomendamos mantener sintonizada nuestra programación normal. Gracias”


El padre se equivocó. Aún Dios, cuando le estaba dictando a quienquiera que haya sido el hijo de la chingada que escribió la Biblia, se equivocó, me cai.

Para el fin del mundo, el cielo no se pintó de rojo, sino de rosa chillante. Y el mar no se convirtió en sangre, sólo en puro pinche esperma. Ya hace dos semanas que explotó aquello y todo el mundo se la pasa cogiendo. ¡En todos lados! Ya las calles apestan tan salado que me da asco caminar por ahí.

Por eso me voy. Por eso agarré mis cosas y me voy. Por eso y porque no sé cuando acabe esto, o si se va a acabar alguna vez. Nadie ha dicho nada. A lo mejor porque se la pasan ocupados en otras cosas, ¿no? Ya ni la tele se puede ver. Las pocas veces que agarras un canal, sólo están los conductores de algún programa pendejo que se la pasan coge y coge. Por eso me voy. La gota que derramó el vaso me pasó hoy en la mañana, en mi casa.

Y no, la neta no es que no me haya divertido cuando todo esto empezó, pero ya se pasó de tueste. Cuando vi a mi madre, acostada, subiéndose la falda del vestido largo que siempre usa debajo del mandil, viéndome con ojos incitantes y lamiéndose los labios, me decidí. Fui a mi cuarto, agarré mis maletas y las intenté hacer sin distraerme por los gemidos que mi esposa y mi hijo daban por lo que hacían en la cama. Cuando salía del departamento, por poco me caigo al tropezarme con el vecino que se jodía a mi hija en la escalera. Y es que esto va a acabar mal, me cai. Por eso me voy.

Y en la calle todo está peor: Hay una señora empinada que se la está cogiendo un perro, mientras un cabrón se la mete al pobre animal. Una niña se la está chupando a una anciana con un adolescente pegado al culo. Un sacerdote toca una campana y grita que se arrepientan y regresen al camino del señor, con una chamaca tirada en frente, cubierta nada más con un suetercito verde de su secundaria, que le aprieta las nalgas y le levanta la sotana. Es como vivir en Sodoma y Gonorrea, me cai. Y como a esos, Dios nos va a castigar. Algo tiene que pasar. Por eso me voy, porque no quiero estar aquí cuando pase. Y sí, la neta sí sé pa’ donde voy; pa’l sur. Alguna vez oí que en Quintana Roo o en Chiapas, hay un pueblo pequeñito de testigos de Jehová. Sólo espero que hasta allá no lleguen, todavía, Jones & McKimson y su “bienestar para la humanidad”.

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