domingo, enero 22, 2006

La religión en la ciencia ficción


Más Allá de lo imaginado fue la primera antología de ciencia ficción mexicana. Gabriel Trujillo, en el prólogo, anotaba que la ciencia ficción es una literatura imprescindible, “una puerta abierta hacia el espejo múltiple del mañana, en el cual más que reflejar lo que seremos, se manifiestan las pesadillas que hoy nos acosan, las visiones que hoy agitan nuestros sueños. He aquí, entonces, historias de un mañana que es nuestro presente. Pero no olvidemos que con el simple hecho de leerlas algo habrá de cambiar en nuestra percepción de la realidad: nunca más volveremos a ser los mismos. Tal vez porque el conocimiento es, antes que otra cosa, un instrumento de cambio. Y la ciencia ficción, desde sus orígenes, ha sido una literatura transformadora y revolucionaria.”

En la introducción Federico Schaffler explicaba: “Más allá de lo imaginado pretende ser una muestra representativa de los mejores autores de ciencia ficción mexicanos de los últimos años (...) Son tocados varios subgéneros de la ciencia ficción, como el apocalíptico y postapocalíptico, las fantasías heroicas y las mágicas, el ‘space opera’, las ucronías, el automatismo, la evolución tecnológica, los contactos extraterrestres, y ligeramente el cyberpunk.”

¿Hay algo que pueda diferenciar la ciencia ficción que se escribe en México de la que se escribe en otros países? Schaffler afirmaba: “Además, hay una tendencia muy clara que debe enfatizarse, los autores nacionales, como muchos latinoamericanos y tercermundistas, toman la ciencia ficción como fondo para presentar historias de reacción humana ante la tecnología y lo inexplicable. Esta ciencia ficción muy propia de nosotros y difícilmente encontrable en la producción comercial mundial, es lo que puede caracterizar y darle validez al autor mexicano”.

En el primer volumen de esta antología, publicada en 1991 por el Fondo Editorial “Tierra Adentro”, aparecen historias de Juan Armenta Camacho, Adriana Rojas Córdoba, Mauricio-José Schwarz, Arturo Arredondo, Gabriel Trujillo, Guillermo Farber, Gerardo Horacio Porcayo, Rodrigo Madrazo, Juan José Morales, Gabriela Rábago Palafox, Irving Roffé, Arturo César Rojas y Federico Schaffler González.

George Pal fue el productor de las cintas Con destino a la Luna (1950), Cuando los mundos chocan (1951), El pequeño gigante (1958) y El tiempo en sus manos (1960). En noviembre de 2001, UNIVERSUM, el museo de las ciencias de la UNAM, organizó un ciclo de cine-debate titulado La exploración del espacio. El 23 de noviembre se proyectó la cinta La guerra de los mundos (1953), dicha cinta fue dirigida por Byron Haskin y producida por George Pal. Comentaron la cinta Rolando Ísita y Héctor Chavarría. La película tiene un toque religioso, lo cual llevó a una niña a preguntar si había otras obras de ciencia ficción en las que se tocaran temas religiosos. Acerca de este asunto ya escribimos un artículo.

Ahora comentaremos acerca de una escritora que participó en la antología Más allá de lo imaginado y sobre la que Schaffler afirma que “se caracteriza por su limpieza al escribir, por el uso adecuado de términos, situaciones y pasajes, así como por la libertad con la que toca temas como el SIDA, cristianismo y otros ‘delicados’ para muchos”.

Ya en una anterior entrada escribimos sobre Pandemia, trabajo con el que obtuvo el Premio Puebla en 1988, ahora mencionaremos algunas palabras sobre su cuento Resurrección.

Gabriela Rábago Palafox nos transporta a un mundo en el que ya no existe el cristianismo.
Antonio es un niño que practica la escultura; y nos adentramos a su pasatiempo cuando recibe un paquete.

Be a sculptor! The genuine ancient Christian art from XVII and XVIII centuries. Made by yourself. Even a child can do it!

La caja que recibe contiene “una reproducción deshidratada de alguna talla famosa hecha en el barroco para evocar a un miembro del santoral cristiano”. El escultor debe mojar la masa, entonces ésta comienza a crecer y a tomar forma, el artista entonces debe redondear el aspecto de la imagen.

El paquete también contiene: “carmín para las mejillas, peluca y pestañas de color castaño, toques luminosos o veladuras para la mirada y, lo más importante, sangre artificial con que intensificar el trazo de las heridas. Cualquier santo cristiano las tiene, sean físicas o espirituales y, de una manera u otra, el imaginario se encarga de plasmarlas en su obra.”

Antonio encuentra también folletos explicativos; acerca del cristianismo se lee:

“...Minado por su propia decadencia el llamado cristianismo se extinguió hacia los albores del siglo XXI. Su historia, sin embargo, se asocia a los grandes eventos de la humanidad. Los dirigentes de esa Iglesia fueron, a menudo, quienes gobernaban el destino de los pueblos; esto lo consiguieron gracias a su peculiar habilidad para ejercer control sobre la conciencia de los fieles a través de complejos métodos de persuasión y de extorsión, que involucraban la vida personal de los individuos y de manera destacada, la vida sexual. Un movimiento de reestructuración privó al cristianismo de sus sofisticaciones para acercarlo, no sin ingentes esfuerzos, a la doctrina del profeta Jesús: no se sabe qué fue de los cristianos, quienes, con base en el dato proporcionado por José S. Aleksei, se autonombraban Auténticos. Uno de los principales grupos cristianos de la Época Antigua, la Iglesia Católica Romana, dio representar imágenes en tercera dimensión de sus santos predilectos...”

A Antonio le encantaba imaginar cómo habrían lucido los templos católicos:

“Reinventó la humedad, la luz difusa que se abría paso en la basta atmósfera de los edificios; ideó flores de cera o de plástico, ahumadas por las veladoras que ardían bajo las figuras temidas, reverenciadas por milagrosas (...) Barruntó que debió ser sobrecogedor entrar a esos templos y encontrarse con cuerpos ensangrentados, miradas dolientes, bocas torcidas por el sufrimiento, hacia dondequiera que se volviese la vista”.

“Te aseguro que lo he conseguido” le informa Ernesto a Antonio. Con su descubrimiento Ernesto cree tener asegurada su entrada a la Academia de Ciencias. Ernesto ha iniciado el camino que le ha de llevar al dominio de la entelequia, de la energía vital, de la sustancia con la que es posible animar la materia. Antonio desea ardientemente probar la fórmula en su colección de santos.

Lo hacen... el resultado es bueno. Las esculturas adquieren vida, cierto es que por sólo unos segundos, pero es un buen inicio. Ernesto trabajará para mejorar la sustancia que es capaz de dar vida.

Antonio ignora que su juego lo meterá en problemas... tendrá que pagar las consecuencias.

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