lunes, octubre 17, 2005

LUNA ROJA


Esa noche en que la Luna estaba especialmente teñida de rojo, el viento soplaba con una furia que nos mantenía en continuo sobresalto, todos mirábamos con sentimientos encontrados a la anciana arrodillada junto al cuerpo que apenas unos cuantos minutos atrás aún tenía vida. Cada vez llegaban más y más personas, aumentando en tamaño aquel círculo que se había formado de manera espontánea alrededor de ambos.

Algunas mujeres también se arrodillaron y comenzaron a rezar; y yo estaba ahí, observando a la anciana, a la gente que llegaba, pero sobre todo al joven que había sido asesinado. Me encontraba asustado, realmente asustado; a mis 14 años cumplidos había visto muchos muertos, pues en mi barrio la violencia ya era algo normal, a nadie podía sorprender que un cadáver más se sumara a la cuenta, pero éste, éste era diferente...

Recuerdo que cuando cumplí 12 años desde mi cuarto pude observar como un par de muchachos violaba a una señora, amiga de mi mamá... Nunca supieron quienes habían sido; la violencia era tan normal como la respiración...

Pero si en aquella ocasión tenía miedo era porque nunca había visto el cadáver de uno de ellos, y menos de uno que hubiera sido asesinado...

Un anciano se acercó y comenzó a gritar que pronto la humanidad sería castigada por aquello, que Dios podía perdonarlo todo, incluyendo el ateísmo, pero que jamás, jamás nos perdonaría por aquel crimen; algunos le gritaron que se callara, otros salieron huyendo, otros más se arrodillaron muertos de miedo y pidieron perdón...

Cuando el viento dejó de soplar algunas personas se acercaron y prendieron veladoras junto al cuerpo sin vida de aquel joven de escasos 16 años, otros desde su lugar prendieron velas.

Entonces... me enamoré de él.

Su rostro era el rostro más hermoso de cuantos había visto, cuanto más lo miraba más irresistible se me hacía...
Mis manos comenzaron a sudar, mi corazón latía cada vez más aprisa, sentí como la temperatura de mi cuerpo comenzó a subir haciéndoseme insoportable, tuve una erección y ya no pude más, me acerqué a él, y aunque era tímido, en ese momento no me importó que aquella multitud me observara. Al mirarlo de cerca pude percatarme de que era más apuesto de lo que en un principio me pareció... su rostro era varonil, hermosamente varonil.

Le besé primero la frente y después los labios, primero con ternura y después con una pasión que nunca antes había experimentado; continué mirándolo y vi con tristeza el manchón de sangre sobre su camisa blanca, provocado, según decían, por tres disparos, regresé a mi lugar, la erección había cedido...

Algunas gotas comenzaron a caer anunciando una tormenta, los allí reunidos iniciaron una deliberación acerca de lo que harían con el cuerpo, un sentimiento de angustia se apoderó de mí, pues algunos ofrecieron su jardín y así evitar problemas con la policía. ¡No! ¡No podía terminar así! Entonces, venciendo mi miedo, ofrecí hacerme cargo del asunto y sin que nadie protestara tomé el cadáver junto con mi hermano y lo llevamos a casa, con sumo cuidado subimos las escaleras que llevan a las recámaras, lo depositamos en mi cama y decidimos no mencionárselo a nuestros padres.

Me quedé con el cuerpo porque me enamoré de él... le quité la camisa y cuidadosamente le limpié el pecho y sus blancas y hermosas alas que también se habían manchado de sangre.

Afortunadamente los ángeles no sufren putrefacción -como lo pude comprobar-, pues no sé qué hubiera hecho de haberme tenido que separar de él.

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