viernes, agosto 12, 2005

EL FABRICANTE
(Cuarta parte)


De lo que llevó al ostracismo a Papadópulos


Papadópulos, más que ningún otro, ha amenazado con causarnos un eterno dolor de cabeza.

La historia podría ser muy diferente. Afortunadamente para nosotros sus estúpidos colegas no quisieron escucharlo, sus trabajos habrían desvelado muchos misterios acerca del universo; por supuesto Papadópulos apenas si se encontraba cruzando la línea que separa la ignorancia del conocimiento, pero era un buen principio...

Los historiadores podrán saber, gracias a una carta escrita por su último aprendiz, sobre el estado depresivo en que se encontraba el alquimista al ser ridiculizado por los Filósofos de la Naturaleza que veían la oportunidad de expulsarlo de la Academia; su expulsión se debió oficialmente a “la locura que se ha apoderado de nuestro colega y amigo, este deterioro de sus capacidades intelectuales nos obliga a pedir que abandone este recinto a la brevedad posible, de no hacerlo nos expondríamos a ser víctimas del desprestigio ante los ojos de otras instituciones”, la verdad es que sus “colegas y amigos” envidiaban los aportes a la Filosofía de la Naturaleza hechos por un solo hombre.

Reproducimos parte de la carta que el aprendiz le envió a su mejor amigo:

“...Sabes bien que me encantaría estar contigo y ayudarte en tus investigaciones, para mí eres más que un hermano, nos conocemos desde niños y me hizo muy feliz el hecho de compartir contigo el mismo gusto por el estudio de la naturaleza, sin embargo, no podía desperdiciar esta oportunidad; permanecer a lado del maestro Papadópulos me será más útil que permanecer en la Academia –aunque te muestres renuente a aceptarlo-, como te he explicado considero que es el más importante filósofo de la naturaleza que haya existido, y puedo asegurarte que no exagero, no te dejes llevar por las estupideces que se comentan en la Academia, lamentablemente el principal centro de saber en el mundo se ha convertido en un circo. Papadópulos ha hecho avanzar la filosofía de la naturaleza como nadie lo había hecho y eso no lo puedes negar. Sus investigaciones acerca del éter (sustancia que impregna todo el universo y que permite a la luz de las estrellas llegar hasta nuestro planeta) lo hicieron saltar a la fama, sus descubrimientos al respecto no fueron nada en comparación con lo que vino. Su tratado sobre el origen de la vida hizo dar un giro total a todo lo que se pensaba al respecto; demostró la existencia de la entelequia (energía vital que anima a los seres vivos) y tiempo después dio lo que muchos pensaron que sería el golpe más importante de su carrera: controlar la energía vital, lograr animar materia inorgánica o inerte. Pronto vendría su ‘herejía’, el escándalo no se hizo esperar cuando anunció su nuevo proyecto de investigación: la materia que constituye y anima a los dioses. Quienes envidiaban sus logros y que no pasaban de ser más que simples repetidores de lo que los maestros antiguos habían dicho, trataron de acabar con su admirable carrera. Desgraciadamente casi lo consiguieron, un halo de desprestigio lo cubrió. Por supuesto que la incapacidad de los mediocres para avanzar a su gran velocidad no lo ha detenido. Pero mejor será que no continúe, todo eso lo sabes. Lamento que creas lo que nuestros mezquinos maestros comentan sobre él, sabes que te aprecio, es por ello que te mantendré informado acerca de sus nuevas investigaciones y descubrimientos, y te ruego que analices objetivamente los datos que te enviaré, no los veas con prejuicios, recuerda que la búsqueda de la verdad es lo que nos llevó a ingresar a la Academia. Quisiera que Papadópulos publicara sus nuevos datos, lamentablemente se muestra renuente a hacerlo, pero no creas que por alguna especie de miedo a ser atacado con más fuerza, su renuencia se debe a un sentimiento de desprecio por la estupidez no sólo de los miembros de la Academia sino de la mayor parte de los seres humanos; el maestro se ha vuelto un tanto misántropo, aunque dice que no todos los seres humanos son idiotas y que es por ellos que continúa con su labor, a veces habla como dándome a entender que no es del todo humano, pero mejor en otra ocasión te escribiré al respecto, no quiero que pienses que estoy enloqueciendo...”

Sabemos, por cartas posteriores, que Papadópulos le reveló a aquel estudiante que se le unió todos los conocimientos necesarios para poder hacer dioses. Desgraciadamente no todo está escrito, todavía tenemos que trabajar arduamente para que los científicos e historiadores del futuro consideren a Papadópulos un alquimista más, un hombre que como tantos otros equivocó el camino. De nuestra cuenta corre que, en el futuro remoto, sus escritos provoquen, en algunos casos, una leve sonrisa, en otros, una sonora carcajada, pero en todos un sentimiento de lástima ante el “oscurantismo que imperaba en ese momento, y que afortunadamente ha sido superado”.

El materialismo que se avecina será nuestra mejor arma.

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