lunes, julio 21, 2008

Un acercamiento a la realidad a través de la ciencia ficción


Religión, filosofía, teología, ciencia, literatura, arte... Son algunas de las herramientas con las que el ser humano ha intentado explicarse a sí mismo, su lugar en el mundo, el mundo... la realidad.

¿Existe la verdad?, ¿podremos llegar a ella en algún momento? ¿Qué podemos conocer?, ¿de qué materias es posible crear discursos con sentido?, ¿hasta dónde nos es posible acercarnos a la verdad, a la realidad?

Conocer o jugar a que conocemos. Comprender o simplemente hacer como que hemos comprendido...

Descartes hace un ejercicio: rechazar como verdadero todo aquello de lo que pueda tener alguna duda. ¿Hay algo que pueda sobrevivir a su ejercicio?, ¿hay algo que no pueda ser refutado por algún escéptico? Su propia existencia...

Choro introductorio antes de ver ver una lista de películas de cf en las que se abordan estas cuestiones.

¿Puede la razón conducirnos al conocimiento? ¿Platón o Protágoras? ¿Feyerabend o Sokal? ¿Kuhn o Shapere?

En 1996, el físico Alan Sokal envió a los editores de la revista Social Text un artículo titulado “Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica”. Los editores revisaron el texto y decidieron publicarlo.

Sokal rió, y junto con él otras personas dedicadas a las ciencias naturales. Posteriormente, junto con el físico Jean Bricmont, escribió el libro “Imposturas intelectuales”.

El artículo de Sokal era en realidad una tomadura de pelo, “estaba plagado de absurdos, adolecía una falta de lógica y, por si fuera poco, postulaba un relativismo cognitivo extremo: empezaba ridiculizando el ‘dogma’, ya superado, según el cual ‘existe un mundo exterior, cuyas propiedades son independientes de cualquier ser humano individual e incluso de la humanidad en su conjunto’, para proclamar de modo categórico que ‘la realidad física, al igual que la ‘realidad’ social, es en el fondo una construcción lingüística y social.”

Entre los primeros autores mencionados en Transgredir las fronteras están Thomas Kuhn y Paul Feyerabend. El artículo, curiosamente, se publicó en un número dedicado a refutar las críticas de algunos científicos contra el posmodernismo y el constructivismo social.

Sokal y Bricmont dicen que el posmodernismo es la “corriente intelectual caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista de la Ilustración, por elaboraciones teóricas desconectadas de cualquier prueba empírica y por un relativismo cognitivo y cultural que considera que la ciencia no es nada más que una ‘narración’, un ‘mito’ o una construcción social.”

¿Qué intentaba hacer Sokal con su artículo? “desenmascarar, a través de su sátira, el uso intempestivo de la terminología científica y las extrapolaciones abusivas de las ciencias exactas humanas. De un modo más general, Sokal había querido denunciar con su artículo el relativismo posmoderno para el cual la objetividad es una mera convención social.” El artículo además “pone en evidencia los estándares intelectuales de una publicación de moda.”

¿Qué lograron Sokal y Bricmont con su libro? ¿Que son unos científicos pedantes que carecen de sentido del humor? En sus propias palabras:

“Mostramos que famosos intelectuales han hecho reiteradamente un empleo abusivo de diversos conceptos y términos científicos, bien utilizando ideas científicas sacadas por completo de contexto, sin justificar en lo más mínimo ese procedimiento –quede en claro que no estamos en contra de extrapolar conceptos de un campo del saber a otro, sino sólo contra las extrapolaciones no basadas en argumento alguno-, bien lanzando al rostro de sus lectores no científicos montones de términos propios de la jerga científica, sin preocuparse para nada si resultan pertinentes, ni siquiera de si tienen sentido. No pretendemos con ello invalidar el resto de su obra, punto en el que suspendemos nuestro juicio.

“Un segundo blanco de ataque de nuestro libro es el relativismo epistémico, a saber, la idea –que, al menos cuando se expresa abiertamente, está mucho más extendida en el mundo de habla inglesa que en Francia- según la cual la ciencia moderna no es más que un ‘mito’, una ‘narración’ o una ‘construcción social’ entre muchas. Amén de algunos abusos de grueso calibre, desentrañamos cierto número de confusiones bastante frecuentes en los círculos posmodernos y de estudios culturales: por ejemplo, la apropiación indebida de ideas procedentes de la filosofía de la ciencia, tales como la subdeterminación de la teoría de los datos o de la observación respecto de la teoría, todo con el propósito de apoyar el relativismo radical.”

Ambos aclaran que no critican a las ciencias sociales o a las humanidades, sino dos malos hábitos intelectuales: 1. Lo que llaman abusos o imposturas: hacer pasar por profunda una afirmación filosófica o sociológica banal revistiéndola de una jerga con apariencia científica. y 2. El relativismo epistémico.

Afirman que los abusos pueden ser de los siguientes tipos:

Hablar prolijamente de teorías científicas, cuando en el mejor de los casos, sólo se tiene una idea muy vaga de ellas. Incorporar a las ciencias sociales nociones de las ciencias naturales, sin ningún tipo de justificación. Lanzar una avalancha de términos técnicos en un contexto en el que resultan incongruentes. Manipular frases sin sentido (demostrar indiferencia por el significado de las palabras).

Sobre sus objetivos expresan: “Nuestro propósito es, precisamente, éste: decir que el rey está desnudo (y la reina también). Seamos claros. No pretendemos criticar a la filosofía, las humanidades o las ciencias sociales en general, al contrario, consideramos que dichos campos son de la mayor importancia y queremos poner en guardia a quienes trabajan en ellos y, muy especialmente, a los estudiantes frente a algunos casos manifiestos de charlatanería (...) Concretamente queremos ‘descontruír’ la reputación que tienen ciertos textos de ser difíciles porque las ideas que exponen son muy profundas. En la mayoría de los casos demostramos que, si parecen incomprensibles, es por la sencilla razón de que no dicen nada.”

Los autores han recibido críticas de filósofos y científicos sociales, algunos de ellos minimizan la importancia de la denuncia de Sokal y Bricmont; a lo que responden que desean defender los cánones de racionalidad y honradez intelectual que deberían existir en todas las disciplinas.

Pero nada nuevo parece haber bajo el sol...

Platón se ocupa del problema del conocimiento en el diálogo llamado Teeteto. Sócrates se dirige a Teeteto: “Pórtate bien y contesta gentilmente: ¿qué te parece a ti que es el saber?”

Teeteto teme equivocarse, se muestra dudoso, no sabe si podrá decir algo que valga la pena, no sabe si será capaz de responder adecuadamente. Pero Sócrates promete ayudarle mediante su arte: el arte de partear. Así, una vez que Teeteto logre “dar a luz” una definición completa de lo que es el conocimiento, Sócrates la analizará, la pondrá a prueba por todos los medios (esto quiere decir que Sócrates hará una crítica despiadada, tratará de encontrar todos los defectos de las ideas); mediante su análisis descubrirá si se trata o no de una definición fecunda.

Antes de ver la definición de Teeteto, digamos algo más acerca del arte de Sócrates. Dicho arte consiste en hacer preguntas con diferentes intenciones: por un lado trata de que el interlocutor aclare lo más posible su postura (“ayudar a dar a luz”), y por otro, una vez que se ha llegado a una definición completa, trata de encontrar posibles contradicciones (analizar si la idea es fecunda o vacía). Entonces las preguntas de Sócrates nada tienen de inocentes, lleva a su interlocutor u opositor a admitir que sostiene ideas absurdas o contradictorias. Mediante este arte de partear Sócrates (o Platón) analiza una teoría o idea independientemente de quién la proponga. Si después de hacer la investigación no se logra llegar a conclusiones definitivas o satisfactorias, al menos es posible decir que se llega a conclusiones negativas (tal tesis es falsa, la otra está equivocada). Pero aunque se llegaran a encontrar respuestas satisfactorias, éstas serían relativas, no podría descartarse la posibilidad de que en un futuro pudieran demostrarse falsas.

Mencioné la palabra investigación porque eso es lo que Platón hace en sus diálogos. En este diálogo (y lo mismo sucede en otros) Sócrates afirma nada saber acerca de las cuestiones que plantea, y por ello no suele dar respuestas a ellas (en La República, Trasímaco le reprocha esto: “no te limites a preguntar y a refutar ufanamente cuando se contesta, bien persuadido de que es más fácil preguntar que contestar; antes bien, contesta tú mismo y di qué es lo que entiendes por...”. Trasímaco está molesto por la forma en que procede Sócrates: no responder, dejar que otro responda, hacerle preguntas, encontrar contradicciones, y entonces refutarlo. Sócrates, con la ironía que le caracterizaba, responde: “¿Pero ¿cómo podría yo contestar, ¡oh, el mejor de los hombres!, quien primeramente no sabe nada, y así lo confiesa...”). Mediante su método de investigación intenta pasar de la ignorancia al conocimiento.

El método de Sócrates es la dialéctica. Este método consiste en el intercambio de opiniones, se trata de que los diferentes personajes vayan examinando las ideas, es decir, se trata de un diálogo. En este diálogo (Teetetes) no interviene Protágoras, las tesis de éste son examinadas por Sócrates; pero no son solamente examinadas, Sócrates trata de exponer la tesis de Protágoras tal y como lo haría este último, es decir, trata de hacer una presentación justa de esas ideas. Es así porque –como dijimos- es una investigación, se trata presentar de manera adecuada o justa las diferentes ideas, no de ridiculizar la postura del oponente y presumir de haberlo refutado (lo cual no tendría la mayor importancia o trascendencia). No es necesario que intervengan dos o más personas para practicar este método, el método puede ser un diálogo del alma consigo misma (y esto es pensar).

Teeteto afirma que el conocimiento no es otra cosa que la percepción, Sócrates muestra que la definición de Teetetes está relacionada con las de Protágoras y de Heráclito.

Para Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del no ser de las que no son.” Esta tesis puede interpretarse –en palabras de Sócrates- de la siguiente forma: las cosas son para mi tal como me parece que son y que son para ti tal y como a ti te parece que son.

Sócrates plantea un problema. Un mismo viento puede para alguien parecer frío y para otro no. Para alguien el viento puede parecer ligeramente frío, y para otro puede parecer muy frío. ¿Cómo es ese viento en realidad? ¿Frío para el que siente frío y templado para quien no lo siente tan frío? ¿Ambos tienen razón?

Después de plantearle a Teetetes estas preguntas, Sócrates añade: “Por consiguiente, la apariencia y la percepción son lo mismo en lo relativo al calor y a todas las cosas de este género, pues parece que las cosas son para cada uno tal y como cada uno las percibe.”

Si alguien afirma que hace frío y otra afirma que no es así, ¿cuál es la verdad? Como ninguna de esas afirmaciones puede considerarse falsa (estamos suponiendo que ambas personas realmente dicen lo que sienten), entonces cada uno tiene su verdad, la verdad como tal no existiría. Poco podrían hacer dos personas para decidir si se siente o no frío, ya que cada uno siente algo diferente y “lo que parece a cada uno es, en efecto, así para él, ya sea un particular o una ciudad”.

Heráclito, para quien las cosas y los hombres se encuentran en constante cambio: “ninguna cosa tiene un ser único en sí misma y por sí misma y que no podrías darle ninguna denominación justa, ni decir que es de una clase determinada (...) no hay cosa que tenga un ser único, ni que sea algo determinado o de una clase cualquiera. Ciertamente, todo lo que decimos que es, está en proceso de llegar a ser, a consecuencia de la traslación, del movimiento y de la mezcla de unas cosas con otras, por lo cual no las denominamos correctamente. Efectivamente, nada es jamás, sino que está en proceso de llegar a ser.”

Entonces las cosas, al igual que los sujetos, cambian. De aquí que cualquier cosa que dos hombres perciban sea diferente, más aún, como un sujeto siempre está en proceso de cambio (al igual que las cosas que le rodean), las cosas no le parecerán igual siempre.

Continúa refiriéndose a la forma en que se dice que perciben los enfermos y las personas que sufren de locura, estos son “casos en los que se dice que se oye mal o se ve mal o se percibe defectuosamente cualquier cosa de que se trate.”

Las tres tesis comparten la idea de que no es posible la objetividad. ¿Por qué? Si el conocimiento consiste en la percepción, como afirma Teetetes, no se puede hablar de objetividad, ya que para cada individuo su percepción será la verdad; dos individuos que perciben de forma distinta un mismo aspecto de la realidad (por ejemplo la temperatura de un objeto), perderían su tiempo discutiendo quién tiene la razón, o quién percibe la verdad, cada quien tiene su verdad. Lo mismo se concluye de la tesis de Protágoras: cada individuo es la medida de la realidad, de lo que existe y de lo que es falso. La tesis de Heráclito supone que todo cambia, el mundo y los seres humanos; de tal forma que lo que alguien capta en un cierto momento, después ya es de otra forma, no sólo eso, el individuo mismo al estar en constante cambio, en un momento percibirá de una forma, y después de otra. Además, si la verdad es la adecuación entre las proposiciones y la realidad, carecerá de validez cualquier cosa que pueda plantearse acerca de la realidad, ya que ésta cambia constantemente. Entonces no podrá hablarse de objetividad.

Teeteto ha identificado totalmente el conocimiento con la percepción, y así debe ser analizado. Veamos, para terminar, solamente la primera crítica.

Sócrates le dice a Teeteto que hay algo que le sorprende de Protágoras: “Ha dicho cosas que me parecen muy bien, como eso de que aquello que le parece a cada uno también es. Pero me sorprendieron sus palabras iniciales, porque, al comienzo de Sobre la verdad, no dijo que ‘el cerdo es la medida de todas las cosas’ o ‘el cinocéfalo’ o algún otro animal de los que tienen percepción. Si así lo hubiera hecho, el inicio de su discurso habría sido espléndido y arrogante en alto grado. Nos habría mostrado que, mientras nosotros lo admiramos como un dios por su sabiduría, no es superior en inteligencia a un simple renacuajo, ni a cualquier otro hombre.”

Como se identifica por completo al conocimiento con la percepción, y como los cerdos perciben, entonces se concluye que los cerdos son sabios. Lo mismo pasa con cualquier otro animal. Así, Protágoras es tan sabio como un cerdo. Más aún, o Protágoras es sabio o todos somos iguales (contando a los animales). De ahí que Sócrates cuestione el hecho de que Protágoras cobre grandes honorarios a cambio de enseñar: “Si para cada uno es verdadero lo que opine por medio de la percepción y una persona no puede juzgar mejor lo experimentado por otra, ni puede tener más autoridad para examinar la corrección o la falsedad de la opinión ajena, y, según se ha dicho muchas veces, sólo puede juzgar uno mismo sus propias opiniones, que son todas correctas y verdaderas, ¿en qué consistirá, entonces, la sabiduría de Protágoras? (...) ¿Tiene algún sentido decir que nosotros somos más ignorantes y que tenemos que acudir a él, cuando cada uno es la medida de su propia sabiduría?”

Terminamos el choro.

De la filosofía saltemos a la ciencia ficción... La ficción científica es una forma de acercarse al problema de la realidad, tal y como puede verse en la siguiente lista de películas.


Matrix (Larry y Andy Wachowski, 1999)





eXistenZ (David Cronenberg, 1999)





Nirvana (Gabriel Salvatores, 1997)





Abre los ojos (Alejandro Amenabar, 1998)





Vanilla Sky (Cameron Crowe, 2001)




Solaris (Andrei Tarkovsky, 1971)





Solaris (Steven Soderbergh, 2003)





Blade Runner (Ridley Scott, 1982)





Total recall (Paul Verhoeven, 1990)