lunes, junio 16, 2008

Una casa para los dioses


“El trabajo en filosofía es como lo es también
en gran parte el trabajo en arquitectura
en gran medida el trabajar en uno mismo.
En la propia comprensión.
En la manera de ver las cosas.
(Y en lo que uno exige de ellas).”
Ludwig Wittgenstein



1. La lógica encarnada

En una anterior entrada vimos que Ludwig Wittgenstein fue maestro de escuela rural de 1920 a 1926. El “caso Haidbauer” motivó que Wittgenstein renunciara a la enseñanza. Josef Haidbauer –quien en 1926 tenía once años- se desmayó después de haber sido golpeado por Wittgenstein. El hecho causó bastante revuelo, y aunque uno de los inspectores escolares le comentó a Wittgenstein que no habría consecuencias y que podría seguir enseñando, el filósofo decidió retirarse de la enseñanza.

Ray Monk cuenta que para Wittgenstein fue una gran humillación el juicio al que se le sometió; el filósofo aplicaba castigos corporales a sus alumnos y al parecer durante el juicio mintió al respecto. Monk explica que la sensación de fracaso moral acompañó a Wittgenstein durante diez años.

El filósofo-místico enseñó en Otterthal de 1924 a 1926. Abandonó el pueblo pero no regresó a su casa en Viena, no se sentía preparado para ello. Encontró trabajo como jardinero en un monasterio, durante tres meses durmió en el cuarto de herramientas del jardín. El tres de junio de 1926 falleció su madre, fue entonces cuando regresó a casa. ¿Qué sucedió al llegar? En palabras de Monk: “A su llegada a Viena se le ofreció una especie de terapia laboral que, contrariamente a su trabajo de jardinero, le imponía la obligación de colaborar con otras personas, a fin de ayudarle a regresar a la sociedad. Además le daría la oportunidad de poner en práctica sus firmes opiniones acerca de estética arquitectónica. Se le pidió, tanto de parte de su hermana Gretl como por parte de Engelmann, que colaborara con éste en el diseño y la construcción de la nueva casa de Gretl.”

Paul Engelmann ya había sido arquitecto de los Wittgenstein, por ello es que Gretl pensó en él para la construcción de su casa. Ludwig Wittgenstein supo del proyecto un año antes de dejar Otterthal y se había mostrado bastante entusiasmado. Engelmann creía que era Wittgenstein quien realmente comprendía los deseos de Gretl, de ahí que le invitara a unirse al proyecto.

Aunque Engelmann realizó los primeros bosquejos, todo el crédito se lo dio a Wittgenstein: “Él fue el arquitecto, no yo, y aunque la planta de distribución ya estaba hecha antes de que él se sumara al proyecto, considero que el resultado es un logro suyo y no mío.”

El plano definitivo es del 13 de noviembre de 1926 y en el sello se lee: “P. Engelmann & L. Wittgenstein, Arquitectos.”

Sobre el papel de Wittgenstein en la construcción de esta casa, Monk explica:

“Su papel en la concepción de la casa se centró primordialmente en el diseño de las ventanas, puertas, cerraduras, y radiadores. Tal cosa no resulta tan marginal como puede parecer en un principio, pues precisamente estos detalles son los que otorgan su distintiva belleza a una casa que de otro modo sería bastante vulgar e incluso fea. La falta absoluta de cualquier decoración exterior ofrece una severa apariencia, mitigada sólo por la elegante proporción y meticulosa ejecución de los diseños de Wittgenstein. De este modo, los detalles lo son todo, y Wittgenstein supervisó su construcción con una exactitud casi fanática.” Esta exactitud casi fanática la veremos en detalle más adelante.

Hermine Wittgenstein afirmaba que la casa no estaba bien para ella, pero sí para Gretl, quien procuraba rodearse de cosas originales e imponentes. Hermine se expresó de la casa de la siguiente forma:

“...aunque yo admiraba la casa muchísimo, siempre supe que no quería ni habría podido vivir en ella. Me parecía más una residencia para dioses que para un pequeño mortal como yo, y al principio incluso tuve que superar una leve oposición interior a esa ‘lógica encarnada en casa’, como yo la llamaba, a su perfección y a su monumentalidad.”

Monk explica las consideraciones de Hermine: “Resulta fácil comprender ese ligero aborrecimiento. La casa fue diseñada prestando poca atención a las comodidades de los mortales ordinarios. Las cualidades de claridad, rigor y precisión que la caracterizan son algo que uno buscaría en un sistema de lógica y no en un lugar de residencia. Al diseñar el interior, Wittgenstein hizo pocas concesiones al confort doméstico. Alfombras, candelabros y cortinas fueron severamente rechazados. Los suelos eran de una oscura piedra pulimentada, las paredes y el techo estaban pintados de un color ocre claro, el metal de las ventanas, los tiradores de las puertas y los radiadores quedaron sin pintar, y las habitaciones estaban iluminadas con bombillas desnudas.”

¿Cómo explicar todas estas características de la casa?, ¿qué tan en serio se tomó Wittgenstein este trabajo? Monk piensa que Wittgenstein vio en la arquitectura “una nueva manera de volver a crearse a sí mismo.”


Casa diseñada por Wittgenstein


2. La atracción por Wittgenstein

Andoni Alonso Puelles es el autor del libro El arte de lo indecible (Wittgenstein y las vanguardias). Alonso Puelles aborda la influencia de Wittgenstein en la literatura, la arquitectura, las artes plásticas y la música.

Antes de ver lo que se comenta en la parte dedicada a la arquitectura, comentemos algo sobre el prólogo -texto escrito por Isidoro Reguera- y sobre la introducción.

¿De qué forma ha influido Wittgenstein en el arte? Es posible hablar de dos tipos de influencia. Por un lado, está lo que el filósofo expresó sobre la estética; por el otro, está el propio Wittgenstein como materia artística. De ambas leemos en el prólogo.

Reguera opina que en el arte ha influido más la personalidad del autor del Tractatus Logico-Philosophicus que su pensamiento sobre estética: “Porque es más bien, en efecto, su figura extraña y carismática, culpabilizada y arrogante, ensimismada hasta el solipsismo, íntegra hasta la neurosis, fronteriza a la locura y al suicidio, es más bien el tinte general de genialidad que preside su talante personal en cualquier aspecto de su vida, su aura de santón o de gurú, es más bien todo eso que su filosofía el halo de misterio que ha despertado la musa de los artistas.”

El prólogo examina cuestiones como la filosofía de Wittgenstein, lo místico, la tarea de la filosofía, el mundo de lo indecible, el arte en el siglo XX...

Recordemos lo que apuntamos en El misticismo y la santidad: “Ludwig Wittgenstein se interesa en los límites. En su Tractatus Logico-Philosophicus distingue entre los decible y lo indecible, o mejor, entre lo que se puede decir y lo que se puede mostrar; entre el mundo y lo que queda fuera de él; entre el sentido y el sinsentido.” La ética y la estética pertenecen al mundo de lo que se debe callar. Reguera explica:

“El juego estético de Wittgenstein con lo inefable es místico. No es teórico porque de lo inefable no puede haber teorías. De modo que su estética, en cuanto mística, no quiere ser teoría del arte. Para el primer Wittgenstein, una teoría así sería absurda porque no diría nada; y para el segundo, se reduciría nada más que a una especie de interjeccionismo sentimental: es decir, cualquier supuesta explicación teórica del arte no diría más (porque no reflejaría más) que los sentimientos (inefables) que manifestamos en la contemplación estética exclamando, inmediata, no teóricamente, cosas como ah! oh! qué bonito! etc. (...) ¿Por qué no hay teoría del arte? Porque el arte mostraría lo místico, sin nombrarlo, sin hablar de ello; o, mejor, porque lo místico se mostraría sin nombre o sin lenguaje (lógico) en él. Y ¿qué es lo místico? ¡Ah! Lo indecible. Algo oscuro, objeto nada más de sentimientos o intuiciones; a lo cual pertenece, junto con lo estético, lo ético o lo religioso; es decir, todo aquello que sea objeto de valoración y no de conocimiento por parte del hombre. Lo bello, lo bueno, lo sagrado no son objetos empíricos del mundo a los que uno pueda referirse con un lenguaje lógico: son en el fondo nada más que valoraciones que hacemos de los objetos del mundo y del propio mundo como tal; es decir, son los objetos del mundo, y el propio mundo como un todo objetivo, vistos a la luz de otra mirada: una mirada eterna, o sub specie aeterni, en cuanto ella no mira con los condicionamientos de espacio y tiempo de la ciencia y de su lógica. No mira la facticidad concreta de las cosas: mira a su valor, que no se ve. Por eso es una mirada eterna.”

En la introducción, Alonso Puelles se pregunta sobre las razones por las que la figura de Wittgenstein ha resultado fascinante para muchos artistas. Hay elementos que se conjugan para hacer atrayente al filósofo: su genialidad, que le permitió revolucionar la filosofía no una sino dos veces, la primera con el Tractatus, la segunda con las Investigaciones Filosóficas; el atractivo romántico que despierta la aniquilación de la filosofía; y su biografía, sobre ésta, el autor escribe: “genio precoz, soldado en busca de la muerte, arquitecto, artista, asceta que renuncia a su fortuna, exiliado por voluntad propia... Sin duda alguna, su vida entendida como un ejemplo ético es uno de los aspectos más atractivos. La renuncia a su fortuna, su afán de soledad y ascetismo, sus tormentos personales, su vida al borde del suicidio o de la locura y su inflexible código moral, han permitido crear una figura idealizada. Aunque también en el examen de su biografía algunos comentaristas proyectan supuestas sombras como la homosexualidad; esto originó agrios debates entre legatarios y estudiosos.”

Hacia el final de la introducción, el autor escribe sobre la importancia de los aspectos biográficos para comprender la filosofía de Wittgenstein; vida y obra no pueden separarse: “la obra prolonga una actitud vital y la actitud vital se materializa en la obra.”

¿En qué géneros artísticos se ha mostrado el interés por Wittgenstein? Novela, poesía, teatro, cine, música, arquitectura y artes plásticas. Ahora vayamos a la arquitectura.


3. Ética y estética en la obra de Wittgenstein

Algunas de las preguntas que podemos hacernos en cuanto al trabajo arquitectónico de Wittgenstein son: ¿en qué momento de su vida llevó a cabo esta actividad?, ¿puede verse la construcción de esta casa como un mero pasatiempo o como un divertimento?, ¿cómo se relaciona su trabajo arquitectónico con su Tractatus?, ¿qué arquitectos influyeron en Wittgenstein?, ¿influyó el filósofo-místico en arquitectos de su tiempo o en arquitectos de otras épocas?

Es el segundo capítulo de El arte de lo indecible el que se ocupa de la arquitectura.

El autor comienza examinando la relación entre la filosofía y la arquitectura. Por un lado se analiza el término filosofía de la arquitectura y, por otro, la metáfora de la arquitectura filosófica. La filosofía de la arquitectura se refiere a los aspectos filosóficos, éticos (morales), estéticos (artísticos) y científicos que confluyen en la arquitectura. La arquitectura filosófica es la metáfora de la construcción conceptual; es decir, se ve a la filosofía como un edificio, y a su desarrollo como una labor arquitectónica.

Ludwig Wittgenstein realiza dos construcciones: su cabaña en Noruega y la casa para su hermana Gretl.

Es a partir de la década de los ochenta del pasado siglo que ha crecido el interés por estudiar la construcción de la casa para Gretl, esta construcción ha sido valorada de distintas maneras en diferentes épocas; resulta interesante notar que el propio Wittgenstein decía que la casa no sería comprendida en el futuro. Sobre el Tractatus, el filósofo afirmaba que sólo podría comprenderlo quien previamente hubiera tenido pensamientos similares, de igual forma, la casa sólo podría comprenderla quien poseyera un espíritu afín al de su diseñador. ¿Por qué aquella “mansión de dioses” resultaría ininteligible en el futuro? Porque con esa mansión, el filósofo estaba respondiendo al momento que le tocó vivir. En palabras de Wittgenstein: “Ahora estamos combatiendo una tendencia, pero esta tendencia morirá, sobrepasada por otras, y entonces, el modo como estamos argumentando contra ella, no será entendido nunca más; la gente no verá la necesidad de por qué se argumentó de este modo.”

Examinemos la primera pregunta que planteamos en esta tercera parte. ¿En qué momento de su vida construye Wittgenstein la casa de Viena? En la primera parte de esta entrada mencionábamos algo al respecto, veamos lo que explica Alonso Puelles:

“Wittgenstein comenzó su andadura como filósofo-arquitecto en un momento crucial en su vida: ha atravesado una guerra, ha intentado publicar su obra filosófica principal (el Tractatus Logico Philosophicus) que ha recibido reiteradas negativas de amigos y editores y ha fracasado en su proyecto de maestro rural. Además, aunque Wittgenstein continúa teniendo algunos contactos con filósofos del Círculo de Viena, ha decidido abandonar la filosofía académica. Su hermana Margarethe le ofrece la posibilidad de intervenir en el proyecto de su casa como una forma de distracción, como una tarea alternativa para aliviar sus sufrimientos.”

¿Fue entonces un simple pasatiempo su trabajo arquitectónico? El mismo Alonso Puelles expresa: “No es exagerado afirmar que esa dedicación casi exclusiva al proyecto de su hermana es una prolongación de su tarea intelectual y no un mero divertimento (...) la casa glosa o explica de otro modo lo que ya está presente en el Tractatus.”

¿Cómo se relaciona su trabajo arquitectónico con su trabajo filosófico? Podemos comenzar apuntando que el filósofo fue tan cuidadoso y obsesivo con su obra filosófica que con su trabajo arquitectónico (por ejemplo, terminar las Investigaciones Filosóficas le llevó años, pues constantemente corregía lo escrito). Sobre su obsesión en la construcción de su casa, Puelles explica:

“se trata de un filósofo que hace los planos de su propia casa, que la diseña completamente (incluidos tiradores, picaportes, radiadores) y asiste a la construcción, vigilando todos y cada uno de los pasos de los operarios, rectificando los más mínimos desvíos o errores de su proyecto, aun a costa de repetir tareas sumamente dificultosas y rehacer trabajos casi en la fecha de inauguración. Su hermana Hermine relata anécdotas ocurridas durante la construcción que muestra una desmedida atención, rayando incluso lo obsesivo. Nada de lo que se hizo ocurrió por azar: tiempo y dinero estuvieron al servicio exclusivo de la concepción artística que Wittgenstein tenía en mente.” El filósofo llegó a agotar la paciencia de los ingenieros.

Pero ¿qué hay sobre la estructura del Tractatus y la estructura de la casa? Ambas comparten rigor formal, estética, austeridad y pureza. “Nada de lo que aparece escrito sobra, las ideas se presentan como proposiciones casi desnudas, sin apenas párrafos. En una perfecta correlación, no existe prácticamente ningún adorno en la casa, sólo los elementos estructurales desnudos.” Más adelante, sobre la casa expresa (y entendemos más claramente las palabras de Hermine): “Wittgenstein no busca en ningún caso la comodidad de los habitantes y a tal efecto prohíbe expresamente la utilización de alfombras, lámparas o cortinas. En un principio diseñó él mismo pantallas de las lámparas, pero las desechó de inmediato para dejar la bombilla desnuda como única fuente de luz. La disposición de las fuentes de luz se resuelve de forma sencilla: en habitaciones cuadradas en el centro y en habitaciones rectangulares en el eje más largo. Tiradores, picaportes y cerraduras, diseño igualmente propio, sufren un riguroso proceso de simplificación que convierte el objeto casi en un esquema, fruto de una actividad intensa de estricta racionalidad.”

¿Es entonces la casa una manifestación estética del Tractatus? Es posible verlo así. Ambas obras son austeras y puras; tienen una estructura sin ornamentos. Aquí notamos otra característica que comparten: su concepción ética. Eliminar lo superficial conduce –según Wittgenstein- a la autenticidad; la simplicidad y la exactitud ayudan a que la gente sea mejor. En palabras de Alonso Puelles: “La casa es la expresión de una forma de vida donde lo bueno y bello equivalen a lo exacto y puro. Lo superfluo y el adorno se desdeñan. Tanto el Tractatus como la casa de Viena unen tres factores diferentes: la bondad moral, la belleza y el deseo de orden, porque lo estético no es sino otro punto de vista para tratar lo mismo que considera la ética, que a su vez se manifiesta en el orden y la claridad.”

Por último, mencionemos que tanto el Tractatus como la casa tienen influencias identificables, pero también son obras únicas. El Tractatus tiene como antecesores a Gotlob Frege y a Bertrand Russell, pero es una obra original; de igual forma, la casa tiene influencias de arquitectos como Adolf Loos (quien despreciaba la ornamentación), pero se trata de un trabajo original.


4. Un filósofo eremita

La segunda parte del capítulo la dedica Alonso Puelles a la cabaña de Wittgenstein.

El autor explica el lugar que tiene dentro de la arquitectura la construcción de cabañas (sobre este punto no abundaremos). No ha habido gran interés en realizar estudios sobre la construcción de la cabaña, la atención se ha centrado más bien en los retiros que solía hacer Wittgenstein.

A lo largo de su vida Wittgenstein buscó retirarse de lo mundano. Brian McGuinnes lo resume de la siguiente manera: “se percibe un patrón en la vida misma de Wittgenstein: salida de su casa para Linz (tan al oeste como era posible); salida para Berlín, aparentemente cuando se le hacían exigencias demasiado grandes; más tarde dejaría a su familia por razones dentro de sí mismo, yendo a casa de huéspedes, o a trabajar como jardinero o a una oscura aldea; habría otra emigración a Noruega; durante la guerra dejaría un trabajo en Newcastle, no para volver a Cambridge, sino para vivir en un relativo aislamiento en Swansea; hacia el final de su vida renunciaría a su cátedra y buscaría sitios más y más remotos en Irlanda (...) Podemos estar seguros de que demasiada intimidad era un estorbo para trabajar, pero quizá también fuera importante que el trabajo pudiera sobrevivir como obstáculo frente a un exceso de intimidad.”

¿Por qué el filósofo se apartaba del ambiente académico, de sus amigos y de sus colegas?

Wittgenstein se alejaba de aquellas cosas que pudieran distraerlo de su trabajo filosófico (aunque no buscaba apartarse por completo de sus colegas, en ocasiones les pedía que acudieran a visitarlo en sus lugares de retiro para discutir asuntos filosóficos). Pero también hay aspectos éticos y religiosos en esos retiros.

Wittgesntein no creía que pudiera llevar una vida decente entre “filósofos académicos”. Detestaba la “filosofía profesional”, pues para él, la filosofía era una forma de vida (tema que merece examinarse detalladamente).

Dos influencias en la vida de Wittgenstein fueron Otto Weininger y León Tolstói. En sus retiros están presentes estas dos influencias:

Para Weininger genialidad y soledad son un deber moral (genio o muerte). Tolstói se retira para buscar la paz espiritual y la moralidad; Alonso Puelles escribe: “En cierto sentido la renuncia de Wittgenstein es comparable a la de los antiguos cristianos que buscan la perfección espiritual. Esa perfección que exige un tipo de vida determinado, donde nada pueda distraer de la misión espiritual o intelectual guarda fuertes semejanzas con la larga tradición cristiana del eremitismo. Pues la cabaña no puede recibir ninguna riqueza del mundo. Tiene una felicidad intensa de pobreza. La cabaña es una gloria de pobreza. De despojo en despojo, nos da acceso a lo absoluto del refugio. De este modo define Bachelard la cabaña eremítica, a la que considera también la esencia del verbo habitar porque en ella se expresa de manera pura el acto primordial de morar.”

El autor menciona varios ejemplos de pensadores que se “retiraban del mundo” para purificarse y encontrar la paz o la tranquilidad de ánimo. Cosas que Wittgenstein buscaba.

Pero ¿entendió Wittgenstein su cabaña como una construcción arquitectónica? La respuesta puede estar en estas palabras del filósofo: “La arquitectura es un gesto. No todo movimiento del cuerpo humano es un gesto, como tampoco cualquier edificio adecuado es arquitectura. Del mismo modo que no todo movimiento en un cuerpo significa expresión, tampoco toda construcción significa arquitectura.”

Al final del capítulo Alonso Puelles escribe sobre la arquitectura actual y la revaloración de la ética presente en la arquitectura de la Viena de Wittgenstein: recuperar un arquitecto que no sirva para el lucimiento de los poderes públicos o para satisfacer los delirios de grandeza de ciertos políticos e instituciones y una arquitectura que se haga preguntas filosóficas, teológicas, morales y éticas; no hacer esas preguntas “supone una falta de reflexión inaceptable.”

Referencias

Alonso Puelles Andoni. El arte de lo indecible (Wittgenstein y las vanguardias). Universidad de Extremadura. España. 2002.
Monk Ray. Ludwig Wittgenstein. El deber de un genio. Editorial Anagrama. Barcelona. 2002.

viernes, junio 13, 2008

Encontré este video. Se trata de uno de los programas de debate de Nino Canún.

Mario Méndez Acosta y el físico Rafael Fernández discuten con un ufólogo (bueno, creo que es un ufólogo).

Aquellos eran mis años ingenuos en los que creía todo lo que afirmaban los insolitólogos. ¡Recordar es vivir!

Afortunadamente después vendrían las conferencias de SOMIE en el Club de Periodistas, el programa de radio Muy interesante...

lunes, junio 09, 2008

Observación y conocimiento científico

En tres entradas anteriores escribí sobre La estructura de las revoluciones científicas del físico Thomas Khun (aquí, aquí y aquí). Esta obra provocó dos respuestas: la de quienes –como Imre Lakatos- defienden que la ciencia es una empresa racional, y la de quienes afirman –como Paul Feyerabend- que hay que decir Adiós a la razón.

¿Son los conocimientos científicos simples convenciones producto de modas pasajeras? ¿La “carga teórica” presente en las observaciones que se realizan es un prejuicio que obstaculiza la adquisición de conocimiento verdadero? ¿Son arbitrarias e injustificables las ideas y creencias que forman parte de esa carga teórica? Dudley Shapere, en su texto El concepto de observación en ciencia y en filosofía, nos da su respuesta y examina algunas de las descalificaciones que suelen hacerse a la ciencia.


Observación directa

A través de una detallada exposición acerca de la manera en que los físicos investigan los procesos que tienen lugar en el interior de las estrellas Dudley Shapere explica lo que en ciencia se entiende por “observación directa”. La exposición resulta interesante porque, a diferencia de muchos filósofos, Shapere comprende la forma en que trabajan los científicos. Además es un filósofo que se opone a las interpretaciones relativistas –mismas que ven en la ciencia una empresa arbitraria o caprichosa-, de hecho, fue uno de los primeros filósofos en realizar una crítica a la obra de Thomas Kuhn.

Comienza el texto haciendo alusión a la afirmación de un cierto filósofo de que el interior de las estrellas no podrá observarse jamás, luego indica que un astrofísico menciona que los científicos pueden ver en el interior de las estrellas. Así, el autor se pregunta sobre esta aparente contradicción. A lo mejor el filósofo no sabe nada de astrofísica. O a lo mejor el filósofo y el astrofísico usan la palabra observación de formas distintas, es decir, es posible que los intereses y problemas de filósofos y científicos sean tan diferentes que el uso de la palabra sea distinto en ambos campos, pero legítimo en cada uno de ellos. Pudiera ser que los científicos usan de forma descuidada la palabra observación.

Entonces decide comenzar a examinar el asunto desde la presunción del filósofo: que el científico usa demasiado libre y descuidadamente la palabra observación. Para ver si este filósofo está en lo correcto, describe la forma en que los astrofísicos afirman observar el interior del Sol.

¿Qué hacen realmente los científicos cuando afirman estar observando el interior de nuestra estrella? Después de revisar lo anterior el autor considera que el filósofo puede estar en lo cierto, que no se está “observando directamente”. Pero las cosas aún no están tan claras, incluso analizando un poco más la cuestión, se presentan varias posibles explicaciones: tal vez los científicos sí son descuidados en el uso de esta palabra, o tal vez el sentido que le dan esté claro para ellos y no para los no científicos, tal vez otros términos sean más exactos que el de observación, por ejemplo, sondeo. Señala Sharpe que hay científicos que usan comillas al escribir términos como observar y mirar, de ahí que sea posible que su usó sea metafórico. ¿Cómo se entienden y usan en ciencia términos como percepción sensorial, observar, mirar y ver? ¿Se debe entender de forma distinta “observación” y “observación directa”?

El autor analiza las ideas que los astrofísicos tienen acerca de los fenómenos que ocurren en el interior de las estrellas, las ideas que se tienen sobre los neutrinos y lo que los científicos dicen observar en este caso: hablan indistintamente de observar el interior del Sol y de observar los neutrinos en sus aparatos. Analizar los tres puntos anteriores podría dar luz a problemas que se suscitan al considerar la relación entre la observación y las teorías: qué tanta teoría presupone una observación, y la forma en que esa carga teórica influye en las maneras en que se ponen a prueba otras teorías.

Para dar respuesta a estas cuestiones el autor propone dos condiciones para considerar directa un observación: Que la información pueda recibirse por medio de un receptor apropiado y que esa información se pueda transmitir directamente (esto es, sin interferencia) desde la entidad x (que es la fuente de la información), hasta el receptor.

El autor analiza las condiciones que propone y saca las consecuencias que se derivan de éstas. Aclara que lo que cuenta en un momento dado como observación directa depende de lo que en ese momento se considere como parte del conocimiento físico (científico), así que puede cambiar. Más explícitamente “el conocimiento físico prevaleciente especifica qué cuenta como un ‘receptor apropiado’, qué cuenta como ‘información’, los tipos de información que existen, las formas en las cuales se transmite y recibe la información de diversos tipos, y el carácter y los tipos de interferencia así como las circunstancias y la frecuencia con la que ésta ocurre.”

Para el análisis divide la discusión en tres partes, éstas se refieren a la emisión de la información, la transmisión de la misma y el receptor. Les llama, respectivamente, teoría de la fuente, teoría de la transmisión y teoría del receptor. Aclara que esta separación es artificial (no se da así en la ciencia) pero fructífera desde el punto de vista filosófico.

En la parte dedicada a la teoría de la fuente se refiere a la forma en que los científicos creen que se produce energía en el interior de las estrellas. Nuevamente se trata de una explicación bastante detallada (que –repito- muestra que el autor realmente está familiarizado con el trabajo científico), en la que informa cómo se construyen modelos explicativos. Esta información incluye las predicciones que hace la que llama “teoría de la fuente” sobre los neutrinos.

En la parte dedicada a la teoría de la transmisión hace su análisis considerando el problema de la detección de neutrinos; por ello es que revisa detalladamente lo que la teoría dice que pasa en el interior del Sol, cómo se han construido modelos de nuestra estrella y las predicciones que se desprenden de esos modelos (específicamente se refiere a las predicciones sobre la observación de neutrinos). Al final comienza a mencionar las diferencias entre lo que se ha predicho y lo que se ha detectado. Lo cual ha hecho que se cuestione el modelo que se ha considerado hasta ahora como el mejor.

Cuando aborda la teoría del receptor escribe sobre la forma en que los científicos tratan de detectar neutrinos.

¿Qué es observable?

Nota que en la física se habla de entidades que no es posible captar mediante nuestros sentidos. Por ejemplo, la luz visible es sólo una parte del espectro electromagnético, frecuencias más altas y más bajas no son captadas por nuestra visión. Así, podemos detectar con nuestros ojos sólo ciertas ondas electromagnéticas; pero hay otros receptores que pueden detectar ondas en otros rangos del espectro.

Describe, a partir de descubrimientos físicos (como las cuatro fuerzas fundamentales y que la luz visible es sólo una parte del espectro electromagnético), la forma en que se ha ampliado lo que se considera observacional, y la forma en que han evolucionado conceptos como transmisión, información y recepción. “Un ‘receptor apropiado’ puede ahora entenderse como un instrumento capaz de detectar la presencia de tales interacciones, y por consiguiente de las entidades que interactúan, de acuerdo con las reglas o las leyes precisas de la física actual.”

Los descubrimientos físicos –como los mencionados- determinan entonces si algo puede llamarse o no observación directa, ya que a partir de ellos se determinará lo que cuenta como información, “esto es, de qué manera, en qué medida y bajo cuáles circunstancias, podemos utilizar al receptor de información para obtener conclusiones acerca de la fuente. En lo que concierne a la observación, las condiciones bajo las cuales pueden obtenerse tales conclusiones se expresan en las condiciones mencionadas anteriormente, las cuales deben cumplirse para que pueda decirse que un cierto objeto es ‘observado directamente’”.

Shapere, en su análisis, profundiza acerca de la física del Sol y los neutrinos, así que también explica lo que ve como los huecos en el estado actual del conocimiento sobre este tema.

Analiza a continuación las formas en que los filósofos han entendido el término “observación”: como un tipo especial de percepción y desde el punto de vista epistémico. Para la tradición empirista el conocimiento descansa sobre la experiencia, entendida como percepción sensorial. Sin embargo, explica que “la ciencia ha llegado cada vez más a excluir tanto como sea posible a la percepción sensorial de jugar algún papel en la adquisición de evidencia observacional.” ¿Cómo es esto? Pues el autor explica que la ciencia va confiando cada vez más en mejores receptores que nuestros sentidos. La información recibida debe transformarse en información que pueda ser leída (en amplio sentido se usa esta palabra) por los científicos, esto quiere decir que debe “ser transformada a una forma que sea accesible a los seres humanos.”

El siguiente punto aborda el papel de la presencia del investigador en el momento en que se recibe la información. En ciertos casos no es fundamental la presencia de un científico cuando se recibe la información, las máquinas adecuadas lo hacen. Pero en algún momento los investigadores la usarán para obtener conocimiento.

Después de su detallada explicación del trabajo de los astrofísicos al buscar neutrinos, concluye que, efectivamente, usan el término “observación” en un amplio sentido; pero no considera que esto sea descuidado o erróneo: “llámesele como se quiera, mientras recuerden los papeles que esa actividad desempeña, así como sus relaciones con otras actividades y con otros conceptos (...) el uso del astrofísico se aparta del uso ordinario, se trata de una desviación razonada (...) el que se trate de una divergencia no va en detrimento del hecho de que tiene una relación con lo que el lenguaje ordinario llama ‘observación’.” Señala que esta observación de la que habla el astrofísico desempeña el mismo papel epistémico que la tradición empirista asigna a la observación: “construir la base para la contrastación de creencias y para la adquisición de nuevo conocimiento sobre la naturaleza. De hecho desempeña esos papeles mejor de lo que podrían haber sido desempeñados sin el conocimiento previo que la ciencia ha acumulado y que participa en la observación científica.”

Aclara que lo que ha mencionado sobre el término observación, se refiere al asunto de la detección de neutrinos y no a todos los trabajos que se realizan en ciencia; es decir, habrá campos en los que se pueda aplicar lo expuesto en su trabajo, pero otros en los que no (por ejemplo, en la mecánica cuántica las observaciones son aún más complicadas).

La carga teórica

Llegamos a la parte en la que escribe sobre la “carga teórica” (información previa o background information) presente en las observaciones y la forma en que esto ha sido usado para descalificar a la ciencia como método para obtener verdadero conocimiento.

¿Es posible siquiera plantear una posible observación si no contamos con algún tipo de información previa? Cuando un científico piensa que es posible realizar algún experimento es porque sabe ciertas cosas. Shapere explica: “Así es que la ciencia construye sobre lo que ya conoce, incluso cuando sus capacidades observacionales están involucradas. La ciencia aprende cómo observar la naturaleza, y su habilidad para observar aumenta conforme se incrementa el conocimiento (o disminuye cuando se da cuenta de que estaba equivocada con respecto a cierta información previa que utilizó). En el proceso de adquisición del conocimiento no sólo aprendemos acerca de la naturaleza, también aprendemos cómo aprender acerca del proceso mismo, mediante el aprendizaje, entre otras cosas, de lo que constituye información y de cómo observar a las entidades que hemos averiguado que existen y los procesos que hemos encontrado que ocurren en la naturaleza.”

¿La “carga teórica” (es decir, el conocimiento que se acepta previamente y que además es el que da lugar a que se plantee un cierto experimento) “contamina” la observación? La existencia de esa carga teórica ¿es una prueba de que el conocimiento dista mucho de ser objetivo?, ¿aceptar esa carga teórica equivale a aceptar prejuicios de moda?

A quien responda afirmativamente a estas cuestiones, podría preguntársele sobre la alternativa, ¿de qué otra forma se podría llegar a obtener conocimiento de la naturaleza?, ¿cómo se podría lograr hacer una ciencia sin los ‘prejuicios de moda’? No es posible realizar observaciones sin ningún tipo de carga teórica; aún pensando que es posible, ¿de qué serviría? Cualquier cosa aprendida de esa observación ya no podría ser usada para posteriores observaciones porque se argumentaría que es un prejuicio. Lo que se estaría proponiendo es que no pueda acumularse el conocimiento.

Shapere aborda estas cuestiones en la última parte de su escrito. ¿Hay algún caso que sea útil en la búsqueda del conocimiento en el que una observación no requiera de alguna creencia previa (y que además estuviera exenta de toda duda)? Contesta: “La riqueza de la interpretación crea la pertinencia de aquello que es información y de aquello que puede servir de base para obtener información ulterior; y la información científicamente confiable se establece empleando, como información previa que establece la confiabilidad, creencias previas exitosas acerca de las cuales no tenemos razones específicas ni contundentes para ponerlas en duda.”

Ni en la vida cotidiana pueden hacerse observaciones que no requieran de creencias previas. “En particular, ningún argumento aducido por filósofos ha mostrado nunca que existe algún nivel absolutamente neutral en el cual no pueda surgir duda alguna.”

Shapere explica que quienes piensan que la carga teórica es un prejuicio despreciable, están aprovechando la ambigüedad del término “teoría”. A veces se usa para referirse al conocimiento previo, y a veces para referirse a cosas inciertas (cuando alguien afirma “x es sólo una teoría” está diciendo “x es sólo una idea cualquiera o incierta o no comprobada”). Esta misma ambigüedad es usada por los creacionistas en cuanto a la evolución por selección natural, para ellos se trata de una teoría en el segundo sentido.

Otra de las cosas que suelen hacer quienes descalifican a la ciencia o quienes proponen ideas pseudocientíficas, es decir que las ideas científicas que se aceptan en la actualidad podrían llegar a cambiar, es decir, no hay una certeza absoluta. “Las ideas científicas han cambiado a lo largo de la historia, así que lo que hoy niegan, mañana pueden llegar a aceptarlo.”, afirman. Es verdad que las ideas científicas pueden cambiar, pero ¿cómo saber si una idea debe ser aceptada o puesta en duda?

Shapere escribe: “Pero si bien es cierto que en la información previa que se emplea en ciencia no hay certeza (en el sentido de que podría estar equivocada, y en el sentido de que incluye un cierto margen de error), no por esa razón es incierta (en el sentido de que sea vacilante o arbitraria). En su intento por obtener nueva información, lo que la ciencia utiliza como información previa siempre que le es posible es la mejor información que tiene a su disposición; hablando vagamente y de una manera idealizada para los presentes propósitos, pero que no deja de ser adecuada, se trata de información que en el pasado ha sido altamente exitosa, y con respecto a la cual no existe ninguna razón específica contundente para ponerla en duda. (Nosotros aprendemos en qué consiste que las creencias sean exitosas, qué es lo que cuenta como una razón para dudar, y cuándo una duda es contundente en el sentido de que sea lo suficientemente seria como para preocuparse) (...) Llamar ‘hipotética’ o ‘incierta’ a toda la información previa –llamarla ‘teórica’ en el segundo de los sentidos que se distinguieron arriba- hace hincapié en que todas nuestras creencias son ‘dudosas’, en el sentido de que pueden surgir dudas, y de que las dudas pueden resultar tan contundentes que nos obliguen a rechazar la idea en cuestión. Pero como hemos aprendido en la ciencia (aunque, por desgracia, quizá no en filosofía), la sola razón de que pueda surgir una duda no es por sí misma una razón para dudar.”

Así, es posible seguir haciendo ciencia con ideas exitosas fuera de duda o con ideas de las que existen dudas con respecto a ciertos rangos de error más bien insignificantes (tan insignificantes que se tenga la seguridad de que no habrá consecuencias).

Shapere concluye: “Así, el hecho de que lo que cuenta como ‘observacional’ en la ciencia esté ‘cargado’ con información previa no implica que las observaciones estén ‘cargadas’ en favor de ciertas concepciones arbitrarias, relativas o incluso ‘inciertas’ (en cualquier sentido útil de este término). Tampoco implica que esa información previa no pueda llegar a estar sujeta a dudas específicas y ser rechazada (...) El empleo de información previa, lejos de constituir una barrera para la adquisición del conocimiento acerca de la naturaleza, es el medio por el cual se obtiene mayor información.”

Shapere a lo largo de su artículo muestra que el término observación tal y como es usado por los astrofísicos está relacionado con el uso ordinario y filosófico, pero va más allá; es una desviación racional que puede usarse exitosamente para ampliar el conocimiento de la naturaleza. También muestra que la ciencia se va construyendo con lo que ya se ha aprendido. Y este proceso de construcción permite no sólo aumentar el conocimiento sino también diseñar, desarrollar o idear nuevas formas de realizar observaciones.

jueves, junio 05, 2008

¿Cómo piensa un ufólogo?




¿Cómo piensa un escéptico?





La adaptación es de Andrés Tonini, autor del blog El viaje del Lonjho, la publicó en su entrada El Tachi vs los magufos conspiranoicos (parece el título de una película de luchadores). Y se refiere al impactante "caso Alvin, Texas". Caso que ha estado presentando el mercader de la ufología mexicana.

Ya Luis Ruiz Noguez ha comentado que lo más divertido de la ufología no son los casos, tampoco las fotos o los videos, sino el estudio del comportamiento de los ufólogos. Esta noveleta ufológica nos permite confirmar las palabras de Luis.

Maussán presenta el caso de tal forma que podría mover a los despistados a creer que está comprobada su autenticidad (sobre todo porque dice que tiene respaldo de científicos como Garrido e investigadores del Instituto de Geofísica de la UNAM; nótese eso de que Garrido es un científico).

¿Queremos llegar a saber la verdad? Pues no podremos llegar a saberla si no somos críticos. Tenemos que aprender a hacer preguntas, aunque esas preguntas resulten molestas para quienes creen estar más allá del bien y del mal (los insolitólogos). Cada una de sus afirmaciones debe ser cuestionada. "En la UNAM avalan la autenticidad del caso." ¿De verdad?, ¿quiénes? "En el Instituto de Geofísica investigaron el video." ¿Quiénes hicieron la investigación?

Si no actuamos así, entraremos al maravilloso mundo de la ufología, a ovnilandia. Tierra maravillosa (en la que los caballos y los pingüinos pueden volar, por ejemplo), pero falsa.

Acá Jesús Antonio González nos mantiene informados acerca de las más recientes acciones de quienes protagonizan el teatrito ovnilógico (una caricatura suya es la que aparece en la parte inferior derecha del diseño de Tonini). ¿Se cae el telón del circo de Maussán? En Tumbaburros nos presentan su perspectiva.

Y todo este choro nomás para explicar por qué me me gustó el diseño de Tonini. Está chido.

Kentaro Mori escribió un artículo llamado Yo quiero probar. Explica que los mandamientos de los Expedientes X son: I want to believe, The truth is out there, Trust no one ("Yo quiero creer", "La verdad está allí afuera" y "No confíes en nadie"). Propone otros mejores: Yo quiero probar, la verdad está aquí mismo, y No confíe en nadie, ni en mí.

Por su parte, Javier Armentia propone cambiar el I want to belive por el We need to think. Este es su argumento:

"Lejos del crédulo agente Mulder en la serie de TV de Expedientes X, debemos cambiar el 'I want to believe' (quiero creer) por el 'We need to think' (necesitamos pensar): lo colectivo y compartible por todos, lo más objetivo que proporciona la ciencia, y la razón crítica como base, frente a la creencia y el prejuicio (...) ¿Se animan a dejar los prejuicios y los corsés de las creencias y pensar un poco? Es la única forma de evolucionar."